CAPÍTULO 26

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—¿Te encuentras bien? —Laura interrumpió sus pensamientos

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—¿Te encuentras bien? —Laura interrumpió sus pensamientos.

Llevaba un rato meditando sus instrucciones con precaución, sopesando las posibilidades para negarse a robar información del despacho de Fuhrman. Pero Edmund sabía que no tenía opciones, la influencia que ejercía sobre ella era implacable, arrasadora, amenazante.

Asintió con pesar revolviendo su cabello hacia un lado.

—Estoy algo indispuesta.

—¿Has comido algo? Tal vez deberías beber un café, Jules —insistió la mujer.

—No, desayuné con Justin antes de venir. Creo que ha sido eso, no estoy acostumbrada a comer en la mañana.

Laura meneó la cabeza con gesto desaprobatorio.

—Mala costumbre, Jules.

Regresó su atención al portátil sin hacerlo realmente, debido a sus pensamientos volátiles que la estacionaban en la recámara de aquel hombre durante la noche. No tenía opciones. El tiempo se le acababa. Ojeó el móvil pendiente de esa llamada que le daría la luz verde para avanzar. Las cartas estaban sobre la mesa.

Una manta canosa arrastrada hacia atrás con gel y unos ojos oscuros sin escrúpulos invadieron con ansiedad la oficina principal. Colocándose el chaquetón y ajustando las solapas para protegerse del frío de aquella mañana, advirtió su ausencia durante el restante tiempo de trabajo.

El corazón de Jules se aceleró al verlo transitar el hall en dirección a la calle. Pendiente del móvil y con los nervios asomando en sus temblores incontrolables, cerró los ojos, incapaz de concentrarse en algo más.

—Jules, te ves muy pálida. ¿Te encuentras bien? —advirtió Laura antes de que la mujer desapareciera de la oficina.

El baño se transformó en su refugio, el váter en su depósito de lágrimas y el revoltijo de su estómago se llevó consigo todas sus preocupaciones anteriores. En arcadas se fue afianzando a la tarea de lo que haría, aún más convencida de que era capaz de conquistarlo sin necesidad de alterarse. Se lo debía así misma, a sus metas, a su vida en particular y al futuro que deseaba al lado de Justin.

Finalmente, aquello que había esperado, vibró en el bolsillo del blazer que traía puesto aún dentro de la oficina donde la calefacción la cobijaba.

—Ahora.

Cortó la llamada y se incorporó del suelo a mirarse frente al espejo. Se lavó el rostro con lágrimas y respiró hondamente hinchando hasta donde pudo su pecho. Era el momento.

Cuando regresó a la oficina, su compañera no se encontraba y con su bolso sobre el hombro, tomó aliento de la situación para escabullirse en el pasillo en dirección a la de Fuhrman. El corazón era un látigo intrépido debajo de su pecho, la constancia de aquello era prueba suficiente de lo que sucedía en sus entrañas sin piedad. Era una locura, pero no había alternativa valedera.

El Sonido Del Caos ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora