CAPÍTULO 31

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Una nueva tormenta se alzaba imperiosa sobre la ciudad de Nueva York

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Una nueva tormenta se alzaba imperiosa sobre la ciudad de Nueva York. La abundancia de lluvias, por aquellas estaciones, no era de extrañar entre los pronósticos y la prevalencia de la humedad entre los neoyorquinos, se establecía con normalidad estacionaria en penitencia.

Los empleados concurrían a sus trabajos con devoción fingida bajo el temporal prometedor, la inagotable moral se hacía presente en la multitud de personas atestando las aceras y haciendo variaciones de embotellamientos y atascos en las avenidas y carreteras de paso.

Tecleando aprisa y con sus pensamientos interrumpiéndola a cada instante, se incorporó molesta de su oficina para buscar un café cargado que pudiese ayudarla a disminuir sus vanos intentos por concentrarse. La soga al cuello presionaba su respiración y latía en sus emociones con voracidad. Edmund reclamaba los avances que aún no poseía y los chantajes atentando su relación la volvían tediosamente irritable.

Aquella temida llamada la había atrapado de improviso en su departamento antes de incorporarse al tráfico esa mañana. Su voz inquieta había sido tajante con lo que deseaba. No daba el brazo a torcer y hacía oídos sordos a sus peticiones. Sabía que su momento de confiar había fallado, su petulancia y orgullo la habían traicionado y su única salida se personificaba en aquella extraña figura agresiva de su cuñado.

Revisó el móvil improvisando un receso mientras oía pasos acercándose a ella, pero lo dejó sobre la mesada cuando la pasaron por alto.

Maldita sea, pensó arrojándose sobre sus manos en el mármol, todo esto es tu culpa Kyle.

Necesitaba hallar pistas que la llevaran hacia el informante de los Fuhrman y estaba segura que el que creía Kyle no era el benefactor de Justin. No lo creía fácil de atrapar. Pero su tiempo se agotaba como un reloj de arena con los últimos granos cayendo sobre ella. Tomó la delantera aprovechando sus cartas y lo llamó con sigilo, revisando antes de marcar. Su voz se sintió cálida y familiar.

—Buenos días, abogada, me da gusto recibir su llamada.

—¿En serio sabes de quién se trata?

Lo oyó resoplar al otro lado del auricular.

—Tienes una mala costumbre. Nunca confías en nadie. Ni siquiera en mí, Julie.

—Tengo mis motivos —espetó, revisando el pasillo mientras cerraba la puerta—. Dime, ¿es cierto?

—Confía en mí.

—Me resulta inverosímil que tengas conocimiento de tu traidor y continúes trabajando con él, fingiendo tanto desinterés. Además, si fuese el mismo, ¿de qué te serviría seducirme para obtener información sobre el avance del caso? Parece que tienes todo bajo control tú solo.

—Yo no te seduje por el caso en mi contra. En realidad, no estoy seguro de haber estado en ventaja en la situación. ¿Sabes a lo que me refiero?

El Sonido Del Caos ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora