CAPÍTULO 46

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Las sirenas atestaron de caos a su alrededor y el respingo de John Lewis desbocó los latidos apresurados de Jules instantáneamente

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Las sirenas atestaron de caos a su alrededor y el respingo de John Lewis desbocó los latidos apresurados de Jules instantáneamente. El reparo de la situación comenzaba a volverse a su favor.

—¡John, la policía está aquí enfrente!

El conductor falso de taxi, abrió la puerta, descolocado, con los ojos desorbitados, buscando refugio en las palabras de un hombre que poca idea tenía de qué hacer.

—¡Lo sé, los oí, estúpido! —Rascó su cabeza con el arma y se fijó en Jules—. ¿Tú los llamaste?

—No. No llamé a nadie...

—¡Mentira! Ella fue quien los llamó John, estamos fritos. No podemos escapar.

—¡Cállate, Carter! ¿Puedes hacerlo por un momento? Déjame pensar, cielos santos.

La voz estrangulada y grave de un oficial al altavoz ordenó salir a los delincuentes con las manos en alto y dio aviso de la presencia policial en la zona.

Los nervios atestaban la situación y a cada paso que daba John Lewis, le seguía un profundo suspiro de exhaustivo pensamiento rechazado. Las amenazantes palabras de su hermano en contraposición a sus ideas primarias reflejaban las últimas instancias de la situación que los envolvía. Era tarde para reproches, aunque uno de los dos no comprendiera el mensaje.

El altavoz nuevamente hizo sonar su estruendosa voz y el ápice de cordura de ambos fugitivos estalló en una pelea en los suelos por la razón inmediata. Gritos, forcejeos y golpes atemorizaron a Jules quien, jadeante, se incorporó con debilidad hacia la puerta sin llamar su atención.

Temblando en pánico y sintiendo los latidos enrevesados de su corazón agolpándose en el pecho; buscó un trapo blanco que pudiese agitar en la puerta para que no dispararan los oficiales. Su temor a ser acribillada le causaba nuevas náuseas.

Con el recorte marfil en su mano y la puerta entreabierta agitó su mano en bandera blanca y oyó a los oficiales posicionarse para su salida. Su pecho dolía exhaustivo, los pensamientos eran explosiones de pánico dentro de ella y la salida, aunque deseada, resultaba trágicamente amilanada.

Respiró hondamente antes de salir, calmando sus latidos en el instante en que la presencia de alguien a su alrededor la convirtió en prisionera del miedo.

—No, querida Jules, así no es como termina esta historia.

El disparó la alarmó casi tanto como la sangre burbujeando a un costado de su bajo vientre. Sostuvo su herida y cayó desplomándose sobre el suelo que le pareció extrañamente cálido y almidonado. Sus ojos observaron a John Lewis sonreír por última vez antes de entrar en pánico y dejarse amedrentar por él, hiperventilando. Un extraño dolor punzante comenzó a doblegarla en confusión, mientras que el sonido iba desapareciendo a su alrededor.

Gritos. Golpes. Disparos. Parecía haber sido abducida por un campo de fuerza que la exentaba del sonido a su alrededor. Veía imágenes de personas siendo arrastradas, movimientos bruscos que no podía distinguir, personas entrando y saliendo del cuarto. Sintió un zumbido molesto en el oído que no le permitió oír más, acompañada de una terrible pesadez que invadió sus reflejos y la obligó a dormitar sobre la alfombra del vestíbulo, minutos antes de perder el conocimiento.

El Sonido Del Caos ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora