CAPÍTULO 22

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Arrojó el móvil con impaciencia y soltó una maldición al aire sombrío y tosco en que se había convertido su apartamento con la tormenta arrasando fuera

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Arrojó el móvil con impaciencia y soltó una maldición al aire sombrío y tosco en que se había convertido su apartamento con la tormenta arrasando fuera.

La agresividad con la que había lidiado por su parte la hería brutalmente. Sus inciertos temores que la habían abstraído durante el día, ahora se materializaban con opulencia frente a ella. Había sido una fantasía en la vida Kyle, un deseo que sació la noche anterior de ella y no necesitaba nada más.

¿Cómo había podido ser tan ilusa? ¿Cómo se había permitido el impulso de pasar la noche con ese hombre, que tanta repulsión le había causado al principio?

Le había concedido la única oportunidad de satisfacerse con su cuerpo para rechazarla luego cuando más lo necesitaba.

¿Qué sucedería con los chantajes? ¿Se convertiría él en su chantajista a cambio de sexo?

La idea la estremeció incontables veces y se abrigó a sí misma en el cobijo de sus pensamientos. Había visto aquellos ojos durante la mañana; los había recordado con tanta calidez, con tanta ternura y pasión, ¿cómo podía tratarse del mismo hombre?

Jamás se había equivocado con el sexo opuesto, sus pasos iban acompañados por la certeza de sus planes. Pero con él no había planes. Era espontáneo, agresivo, incitador. Sedujo sus sentidos con tan poco esfuerzo que verse en aquella situación de desventaja, la hería desdeñosamente.

Regresó la vista al sobre donde la figura descuidada y magullada de su madre, se visualizaba de espaldas a su agresor y reprimió un lamento. Las cosas habían cambiado desde su perspectiva, pero no debía permitirse más errores.

Volvió a leer la dirección donde la citaban y se apresuró a cambiarse cómodamente antes de salir.

En el interior del vehículo, sus temores eran exiliados por la ira que resentía en sus pensamientos por la ausencia de su compañero en aquel viaje

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En el interior del vehículo, sus temores eran exiliados por la ira que resentía en sus pensamientos por la ausencia de su compañero en aquel viaje. Había tanto que tenía que advertirle, tanto que ahora sospechaba que no comprendía cómo es que simplemente se había apartado.

Le indicó una última vuelta al taxista y resopló encogiéndose en el asiento trasero, ofuscada. Estaba a unos pocos minutos de enfrentarse a su extorsionista —si tenía la oportunidad— y no podía mantenerse distraída con él.

El Sonido Del Caos ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora