CAPÍTULO 5

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Ajustó su traje con enrevesada frustración y alisó su camisa antes de asentir con seguridad a los porteros, quienes, con una sonrisa ensayada le abrieron las puertas invitándolo a pasar

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Ajustó su traje con enrevesada frustración y alisó su camisa antes de asentir con seguridad a los porteros, quienes, con una sonrisa ensayada le abrieron las puertas invitándolo a pasar. En el interior la clase de personas adineradas que hubiera esperado tener a su alrededor en la infancia lo aguardaban hablando de sus necesidades vencidas.

Su equipo operativo le estaría presente a su alrededor en caso contrario a su plan, y por si la situación lo requería.

Blandió una mueca despectiva imitándolos en su despreciativa forma de operar mientras avanzaba a la barra con conocimiento y para liberarse de la opresión que cargaba consigo. No era de esperarse que sus asaltos tarde o temprano tuvieran un declive como el que estaba atravesando, lo que le incomodaba y apartaba sus pensamientos diarios era que sus sospechas lo dirigieran a alguien de su equipo mismo. Llevaba algún tiempo manifestando ciertas actitudes desinteresadas y desacertadas con el grupo, intentando averiguar de quién se trataba el traidor y hasta esos momentos, sólo podía sonsacarse a sí mismo reproches imaginarios.

—Un brandy, por favor —pidió un hombre de cabello canoso avanzado, bigote prominente y traje hecho a medida.

El verde de los ojos de Kyle brilló con intensidad al notarlo y aclaró su garganta con superioridad desinteresada.

—La noche debe ser tediosa —comentó él señalando el trago recién servido del hombre. Éste hizo una mueca de aceptación.

—El trago se hizo para el hombre, para aplacar las situaciones que lo superan.

—Es lo que siempre digo. Salud por eso —replicó Kyle en una leve sonrisa chocando su vaso con el de su acompañante.

—Disculpe, creo que no nos han presentado.

—Eso temo. Kyle Kovak, bienes raíces, ¿señor...? —dijo éste, extendiendo su mano. Su acompañante la estrechó con gusto.

—Frederick Sullyvan, muchacho. Creo que sé quién es usted. Su compañía tiene un gran ventanal excluyente en su piso, ¿no es así?

—Así es señor Sullyvan. Algo debe mantenernos distraídos del trabajo de vez en cuando y la vista de Nueva York en la hora pico es magia para mí.

El hombre mayor rio divertido antes de beber de su vaso.

—Las mujeres son las distracciones del trabajo. Eso y las secretarias imprudentes de las oficinas. Tú sabes de qué hablo por eso ríes —repuso el hombre, girando su taburete hacia la multitud—. ¿Vienes acompañado?

—No, creo que las mujeres influyen mal en la vida.

—Si hubiera escuchado eso antes de casarme —hizo una pausa para beber con elegancia—. Mi mujer, está allá —agregó señalando a lo lejos a una espléndida mujer de no más de veinticinco años—. Seguramente comentándoles a sus amigas de diferentes maneras de vaciar mis bolsillos. Las mujeres son una trampa, muchacho, nunca lo olvides.

El Sonido Del Caos ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora