CAPÍTULO 18

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La chimenea estaba decorada con sonrisas fotografiadas con momentos de la vida de los integrantes de la casa Fuhrman —incluso Jules resplandecía en una de ellas con su novio aprisionándola en un fuerte abrazo

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La chimenea estaba decorada con sonrisas fotografiadas con momentos de la vida de los integrantes de la casa Fuhrman —incluso Jules resplandecía en una de ellas con su novio aprisionándola en un fuerte abrazo.

Una única escena le enterneció, con un jefe de oficina completamente fáustico y cariñoso acompañado de Justin a su lado derecho y Edmund el hermano menor de éste. Sus rostros reflejaban una emoción de la que era incapaz de creer si no estuviese esa prueba presente.

El señor Fuhrman, director del bufete de abogados más temible de Los Ángeles y Nueva York tenía una personalidad subyugante y poderosa. Su voz y seguridad imponían sus propios términos y condiciones a un equipo que sólo acataba a sus órdenes e intuiciones. No respondía al contacto fraternal con sus empleados como tampoco tenía un cariño sinceramente desenfadado por sus hijos.

En casa, la presión de sus trabajos se revolvía en apelaciones y contraposiciones de sus puntos de vista que no eran tomados en cuenta sino eran abaladas por él.

Jules no frecuentaba aquella casa, prefería la soledad de su departamento y la distracción de sus estudios desperdigados en papeles sobre la cama, una copa de vino costoso a la mitad en su mesita de noche y la música clásica inundando el ambiente. En su entorno no fingía la persona que era, anhelaba desde lo más profundo de su ser convertirse en aquella persona de quien su madre alguna vez estuviese orgullosa, porque secretamente —aunque jamás se atreviera a preguntarle— deseaba que lo estuviera.

Sus pensamientos adoptaron una nueva postura al pensar en ella. Continuaba sin actuar frente a los posibles secuestradores que Kyle había investigado. Las razones por las que retrasaba el hecho carecían de fundamento y tal vez interés. Tenía demasiadas presiones por aquellos momentos y se revolvían atontándola en suposiciones y temores ajenos. No quería mostrarse distraída y preocupada frente a Justin.

Aquella tarde luego de que éste le prometiera una noche romántica en la mansión Fuhrman, y se alejara por el pasillo con tan sólo un casto beso de despedida hasta su próximo encuentro; se permitió recorrer con la vista el corredor espacioso del hotel donde vivía. La moqueta oscura cubriendo los costosos azulejos del suelo y los glamorosos artefactos colocados a los lados del mismo le daban un aspecto soviético imponente. Conocía acerca de lugares refinados y lujosos hospedajes, pero no podía convencerse de la residencia de Nick Shreave en un lugar como tal.

Los nervios la dominaron cuando, indecisa regresó a su habitación. Era demasiado por afrontar en un día por esa mujer, demasiados ataques de estrés y momentánea pena que atacaban a su dignidad con brutalidad. Cargaba en sus más desentrañables recuerdos la agonía de una herida que hacía eco cada vez que regresaba a sus pensamientos. Una herida voraz, sufrida, con una marca que se había estigmatizado en su piel nueva.

La cena con su novio constó de una costosa comida italiana en un restaurante propiamente originario del vecino continente.

Bajo el apellido de su padre y con la ventaja de su juventud innata, los privilegios le abundaban agraciadamente. Su título, además, perteneciente al rubro, era condecorado por las altas sociedades de élite de Nueva York y de las ciudades más importantes del estado, por lo que el día en que llegó su membrecía a aquel exclusivo club de personalidades no se asombró demasiado.

El Sonido Del Caos ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora