Después de ese fatídico anuncio del 20 de enero para los judíos, la situación de la guerra no parecía mejorar. Los alemanes habían empezado la construcción de los llamados campos de exterminio, pese a que en ese momento no se les conociera por ese nombre. Algunos estaban a medio construir, otros casi acabados, y otros por empezar.
Por supuesto los constructores de estos campos eran los propios judíos y otros prisioneros del régimen nazi. Lo que nadie se podía imaginar es lo que esos campos supondrían para los prisioneros.
A partir de marzo de ese mismo año empezaron las deportaciones masivas de judíos hacía el este, tal y como decía la conferencia de Wannsee. Empezaron por los campos de concentración de Francia y los guetos de Polonia. Por lo que todos los judíos alemanes deportados a Polonia corrían el riesgo de terminar en uno de esos campos.
Pese a que la gente no supiera con certeza lo que sucedía en esos campos, sólo con ver las condiciones en las que se trasladaban a los judíos, en trenes de mercancías o ganado, trenes abarrotados, donde parecía no caber nadie más y aun y así hacían entrar a más gente, en condiciones infrahumanas, sin comida, sin agua... Todo eso no podía hacer pensar a nadie que esa gente sería mínimamente bien tratada en su destino final.
Y pese a que mucha gente decía que no sabía lo que pasaba, sí que lo sabían. ¿Cómo no saberlo? No se guardaba en secreto, todo el mundo veía el trato vejatorio que los nazis propinaban a los judíos.
Jake en la clínica tenía información de primera mano, tanto del frente como de las deportaciones. Y como no enterarse cuando los oficiales de alto rango se vanagloriaban de lo que estaban haciendo.
Un día de julio Jake y Clarke estaban haciendo una cura a un oficial de alto rango de las SS que estaba hablando con un compañero, un soldado herido en uno de los tantos enfrentamientos en los que estaba involucrada Alemania.
- Por fin hemos encontrado la manera de acabar con esa escoria. - Le decía le oficial al soldado.
- ¿Cómo? - Preguntó éste.
- Cámaras de gas. - Dijo el oficial como si con eso estuviera todo dicho.
Clarke y su padre compartieron una mirada muy significativa y llena de horror.
- ¿Cámaras de gas?
- ¿Sí? A esos animales se les engaña diciéndoles que se van a duchar, se los encierra y se los gasea. A los pocos minutos están todos muertos.
El soldado abrió mucho los ojos sin terminar de creerse algo así.
- En algunas de esas cámaras caben hasta 2500 personas a la vez. - Siguió jactándose el oficial.
- ¿Y después? - Preguntó el soldado.
- ¿Después?
- Sí, después. Son muchos cuerpos de los que deshacerse ¿no?
- Sus propios compañeros se encargan de quemarlos.
Clarke y su padre se alejaron de allí.
- Papá... tú... ¿Lo sabías? - Preguntó Clarke.
- Algo había oído, pero no terminaba de creérmelo. - Dijo Jake.
- Los están matando. - Dijo Clarke.
- Esa es la solución final. - Dijo Jake.
- ¿La aniquilación? - Preguntó Clarke.
- Sí, hija, sí.
- ¿Y qué hacemos?
- No hay mucho que podamos hacer, excepto seguir ayudando como podamos.
- Pero... todos los que ya están allí...
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El Poder del Amor (Clexa AU)
FanfictionBerlín 1937 Clarke es una chica de dieciocho años que está estudiando en una de las escuelas de enfermería que la Cruz Roja tiene en Berlín. Clarke proviene de una familia acomodada gracias al negocio de su abuelo. Su padre es médico del ejército al...