capítulo uno.

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—¿Me está diciendo que mi vuelo no saldrá dentro de los diez minutos acordados?

—Lo lamento mucho, señorita pero...

—¿En verdad voy a tener que quedarme toda la noche varada sin hacer nada a esperar que una pequeña e insignificante tormenta pare?

—Señorita, por seguridad de los pasajeros y el personal del avión tenemos que retrasar el vuelo, no podemos arriesgarnos a despegar de esta manera.

—¡Pero ahora no llueve!

—Pero el reporte del clima señala que n...

—¡Bien! Esperaré, pero no pienso quedarme a dormir en esta sala fría e incómoda como el resto de ellos, ¿cree que pueda recuperar mi equipaje?

—Lo siento, pero ese es imposible ya que...

—Eso faltaba —Interrumpí tajante, la mujer cerró la boca de golpe y pude notar como aplastaba sus labios—. No sólo tengo que esperar doce horas para salir de aquí sino que no tengo mis pertenencias para irme tranquilamente, pero ¿sabe qué? No me importa, ustedes y su vuelo pueden irse por donde vinieron. ¡Gracias!

Le di la espalda a la señorita con la que estaba hablando sin dejarla terminar, tomé mi bolso del suelo y empecé a caminar hacia la salida más cercana. Estaba demasiado enojada, quería gritar, golpearme con algo o a alguien, lo que sea que pasara primero.

Me encontraba en medio de Busan, un lugar donde ni siquiera me veía visitando ya que sólo sería una parada de unos minutos para inmediatamente estar de camino a Tokio. Mis planes se estaban arruinando poco a poco cuando todo iba a la perfección.

Salí del aeropuerto, estaba fresco, pero no tanto como para no soportar una caminata sin suéter. La calle frente a mí estaba transitada, lo normal para la hora que era, a mi izquierda había un carril especial lleno de taxis y justo frente a mí el paso peatonal para cruzar a la parada de autobús, la cual estaba repleta de gente, el estrés que de por sí ya me invadía se incrementó cuando me imaginé abordando un autobús a la nada, traté de borrar esos pensamientos de mi mente y sólo apresuré el paso hacia un señor con chaleco negro y detalles verdes.

—Disculpe —hablé, el hombre volteó de inmediato y me regaló una sonrisa amable—. Amm, hola, necesito un taxi que me lleve a algún lugar para alojarme, pasar la noche, ya sabe —expliqué más o menos segura y con un movimiento de manos nervioso.

—Claro que sí, señorita —me contestó sin dejar de sonreír en todo momento. Volteó e hizo una señal con la mano seguido de un asentimiento de cabeza, volvió a girar a mi lugar y dijo—: Sígame.

El hombre empezó a caminar y yo fui detrás de él, el chaleco me ayudó a no perderlo de vista en medio de toda la multitud. Se detuvo en frente de un taxi de los tantos que había y abrió la puerta trasera.

­—Adelante, señorita —volvió a mostrarme esa sonrisa amable, en ese punto ya pensaba que lo hacía ver adorable.

—Muchas gracias —le sonreí de vuelta y abordé el vehículo, él cerró la puerta y por la ventana de enfrente le dijo algo al conductor en coreano, un idioma que yo no podía entender.

El auto comenzó a andar, tapé mi cara con ambas manos y solté un suspiro largo y cansado, el enojó sólo disminuyó un poco pero aún sentía esas ganas de gritar.

Durante todos mis viajes hasta ahora nunca había ocurrido algo así, todo iba bien, fluía, creía que el acostumbrarme a que la aerolínea de mi confianza nunca tuviera que pasar por algo así me ponía de los nervios, aunque ellos no tuvieran nada que ver con el problema del tiempo. Algo que no podía dejarme tranquila era que no quisieran entregarme mis pertenencias, ¿por qué eso costaría tanto? Necesitaba quedarme en un lugar tranquilo, despejarme, ya estaba en una ciudad desconocida, finalmente podía ocurrir algo positivo de todo esto.

caught in a lie | Park JiminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora