capítulo veintiocho.

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Jimin no respondía mis llamadas.

Lo había llamado unas diez veces ese día después de haberlo perdido de vista, y otras cinco un día después. Luego de una semana, me encontraba en la casa de Hoseok preguntando por él, pero el moreno no sabía decirme algo sobre Jimin.

Parecía que decía la verdad. Jimin no había estado ahí desde hacía una semana y tampoco los buscaba o trataba de darles señales de vida.

Aunque me gustase pensar que sí, no lo conocía lo suficiente como para pensar en dónde podría estar. Cualquier pista sería buena, pero no tenía nada. No sabía cuál era su lugar favorito o si tenía otras amistades que no fueran Hoseok y Jungkook. Tampoco lo había visto rondar por la calle donde se ponía a bailar con estos dos, en caso de que Hoseok me estuviera mintiendo.

No había nada.

Mi última opción era su casa. No me había atrevido a visitarla antes porque no lo había pensado. Porque no quería dar por hecho que se encontrara ahí y no con su gente, con personas que le pudieran hacer bien. Nunca me había puesto a pensar en que tal vez Jimin disfrutaba más estando solo, encerrado en su casa que como yo lo planteaba.

Jimin seguía siendo todo un misterio que quería resolver. Claro que me importaba su estado y estaba segura de que yo era la última persona a quien querría ver porque fui yo quien lo ofendió de alguna manera, pero quería saber cómo y por qué. Quería saberlo todo y no podía permanecer así nada más.

Así que fui a su casa. Causé un verdadero escándalo la primera vez, los vecinos me notaron a través de sus ventanas, luego de que decidiera golpear su puerta como loca preguntando por él; pero ni siquiera eso me importaba más que Jimin.

Me quedé todo el día ahí, nunca me moví. Pasé hambre unas cuantas horas pero no me moví. No hacía calor, pero conforme se oscurecía, el aire se volvía más fresco y comenzaba a sentir las manos heladas. Pero no me moví.

Llamé a su puerta nuevamente a eso de las siete de la noche, grité su nombre y le pedí que me dejara pasar, después le pedí perdón. Al no obtener una respuesta, me recargué en la madera de la entrada y me abracé, esperando cualquier cosa que tuviera que pasar.

Tuvieron que pasar unos minutos, los cuales parecieron eternos, para que Jimin abriera la puerta. Ésta lo hacía hacia afuera así que tuve que moverme por completo. Me levanté y lo miré, no pasaba del arco de la puerta, su cabello parecía grasoso y caía sobre su frente. Vestía una playera súper holgada y unos shorts negros también sueltos.

Nos miramos por unos segundos, llevaba la mirada inexpresiva como de costumbre y sus ojos parecían cansados, como si no hubiera dormido en días.

—Hola —dije. Jimin asintió con la cabeza como respuesta. Después se recorrió y me invitó a pasar con la mano.

Así lo hice. La presión en mi pecho aumentó y el vómito verbal amenazaba con ser lanzado hacia su cara de una vez por todas, pero estaba conteniéndome.

Su casa lucía desordenada otra vez, pero sólo un poco menos que antes. No me detuve esa vez a analizar los detalles porque había otra cosa que me importaba más: el estado de Jimin. A penas llegué a la sala me volteé, Jimin estaba caminando hacia mí y por un instante pensé que lo hacía con una intención buena o algo por el estilo, pero sólo me pasó de largo y se dirigió a la cocina.

Llegó a la encimera y recargó las palmas de sus manos y agachó la cabeza, no sabía si veía algo en concreto pero me daba la espalda y la posición en la que estaba hacía sus hombros hacia atrás y marcaba su espalda muy bien.

Tragué saliva.

Me acerqué con cautela, dejé mi bolso en el sillón y me detuve detrás de él. El silencio sepulcral estaba volviéndome loca, quería decir algo, lo que fuera, pero no podía. Jimin tampoco estaba diciendo nada.

caught in a lie | Park JiminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora