capítulo cuarenta y cuatro.

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Un mechón de cabello calló sobre mi frente nada más retirar el recogido que llevaba, Jimin lo tomó con sus regordetes dedos y lo colocó detrás de mi oreja. Minutos atrás nos las arreglamos para acomodarnos en la cama, de la forma en la que él quedara de lado izquierdo, tras la puerta y yo del otro, junto a la ventana, y así terminamos acostados de lado, viéndonos las caras sin decir nada.

Jimin acarició mi mejilla con suavidad y delicadeza, dejó su dedo pulgar en la zona y masajeó en círculos, viajó por toda mi quijada y terminó en mis labios, inconscientemente los escondí por dentro, me causó una sensación extraña y además tenía vergüenza de que viera que tan resecos y partidos estaban. Él dejó el tacto y se dirigió a mi frente, donde peinó mi ceja de la parte más gruesa a la más delgada, se quedó ahí unos segundos, cerré los ojos, inhalé y exhalé profundamente y Jimin aprovechó para tocar mis ojos también, con las yemas de sus dedos.

Volví a suspirar. Estaba perdiendo el conocimiento, sus caricias, la poca luz y el solo sonido de los carros pasar por la calle de enfrente, las sirenas de ambulancia a lo lejos y uno que otro ladrido de perro, estaban relajándome, provocando sensaciones maravillosas que ameritaban la somnolencia.

Cómo si no fuera suficiente placer sensorial, Jimin comenzó a musitar. Al principio no logré entender que estaba tratando de decir, sino hasta que esos murmullos terminaron siendo tarareos leves. Abrí los ojos para encontrarme con la cara de Jimin completamente relajada y fría, donde lo único que se movía eran sus labios gracias a la canción que tatareaba.

Me acomodé sobre la almohada, dejando mis manos debajo de ella y acercándome un poco más a su rostro, para escucharlo mejor. Cerré los ojos y disfruté de la sensación, Jimin empezó a acariciar mi cabello y me sentí en las nubes, no pude evitar sonreír mostrando los dientes, de verdad podía sentir que estaba en calma, feliz, a lado de un hombre que me agradaba y que estaba tan borracho que se atrevía a hacer esas cosas.

La canción paró, abrí los ojos en busca de una respuesta y Jimin estaba sonriendo también, su pequeño y chueco diente sobresalía de su boca y sus ojos imitaron la hendidura de una alcancía. Qué imagen tan bonita.

—¿Por qué sonríes? —Musité, en inglés.

—Eres muy bonita —contestó en el mismo idioma.

—No te pregunté eso —reí con nerviosismo, volví a acomodarme y él abrió los ojos, su sonrisa había disminuido pero no había dejado de ser una.

—Me gustas...

—Jimin...

—Pero eso ya lo sabías... —me interrumpió—, sabes más de mí que cualquier otra persona que haya conocido...

—Lo sé —tragué saliva y me relamí los labios, miré rápidamente los suyos y volví a sus ojos—. Eso era lo que quería...

—¿En serio?

—Sí... —hice una pausa para sacar mi mano y aproximarla a su cabeza, comencé a acariciar su cabello castaño, deslizando mechones grandes y pequeños entre mis dedos. Jimin suspiró y continué—: puedo decir lo mismo de ti —dije—, ¿ya te había mencionado lo bien que te queda el pelo negro?

—No me agrada mucho...

—¿Por qué?

—Yo antes era feo —declaró.

Alcé las cejas de asombro y me levanté un poco, quedando acostada boca abajo con la cabeza en alto.

—Aunque no lo creas... —rectificó con un suspiro—. En la primaria era un niño gordo, ya sabes, cachetón y esas cosas. A las niñas no les agradaba y era la burla de los niños al hacer deportes. En la secundaria bajé unos kilos gracias a la pubertad, pero no fue suficiente para conseguir una novia —rio.

caught in a lie | Park JiminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora