capítulo treinta y nueve.

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Nunca tuve un hermano. Mis padres estaban demasiado ocupados en sus vidas como para pensar en hacer un nuevo miembro de la familia, alguien a quien, después de no hacerlo por trece años, tuvieran que cambiar, cuidar, observar y vacunar. No, mis padres ya habían tenido suficiente conmigo.

Esto ocasionó que un deseo enorme de que un pequeño o pequeña llegara a mi vida, pero no quería que fuera mío, yo quería un hermano como se quiere un juguete para navidad, pero igual que en todas las navidades, nunca llegó.

Tuve curiosidad entonces de saber qué se sentía tener un hermano más grande, algo tan raro también es que no quería una niña, no, no, quería un hombre en mi vida, alguien que me cuidara y quisiera como su hermanita. Durante la secundaria y preparatoria me aferré demasiado a las amistades con los varones porque quería verlos como mis hermanos, y así era, pero duraba hasta que decidiera acostarme con alguno de ellos, entonces sí perdía por completo el interés fraternal, es decir, ¿quién se coge a su hermano?

Cuando Jimin me hizo su confesión no pude evitar pensar en esa etapa de mi vida, pensé también en lo que significaban Jin y Taehyung en este viaje, incluso lo que eran para mí él y hasta Yoongi.

No, Yoongi era diferente.

Jimin no decía absolutamente nada y yo tampoco quería hablar, esa vez no. Por unos segundos pasó por mi cabeza la idea de irme y no volver a buscarle pero la esfume de inmediato, quería ser buena persona con él, quería escucharlo y quedarme a su lado, entonces, ¿por qué no haces nada?

—Lo querías mucho ¿eh? —murmuré, vaya sí que había sonado muy estúpida, pero no quería adelantarme a preguntar sobre mí, eso ya no se tenía que tratar sobre mí.

—Sí —dijo.

—¿Hace cuánto...?

—Seis años —respondió sin dejarme terminar. Tomó la taza amarrillo mostaza y sorbió sonoramente del café.

—Lo siento...

—Era sólo un año menor, tenía dieciocho cuando le asaltaron, era el consentido de mis padres.

—Jimin, ¿estás seguro de...?

—Sí —volvió a interrumpirme. Yo suspiré.

—Adelante.

Jimin tomó aire, más café, dejó la taza en el suelo y se posicionó como un indio sobre el sofá.

—Cuando mi mamá se dio cuenta de que tenía un hijo afeminado se aferró al otro con mucha fuerza, pero nunca dejó de intentarlo conmigo. Teníamos diez y nueve años cuando le dije a mi familia que quería ser bailarín, de inmediato mi padre pensó que no era para mí y cuando le especifiqué que era ballet, estalló —soltó una risa sin gracia y continuó. Nunca me miró a los ojos—. Ese día mis padres no me hablaron más, el único que se acercó a mí fue JiKwan y nunca se alejó.

»Quise renunciar cientos y cientos de veces, JiKwan me ayudó a no darme por vencido. Me obligó a tomar clases de danza en la secundaria, no era lo que me gustaba pero fue un gran comienzo, las niñas de mi clase se burlaban de mí por hacer una danza tradicional coreana sólo para mujeres, JiKwan decía que era envidia —me miró y sonrió, sus ojitos rojos se iluminaron, supuse que por el recuerdo. Creí que se echaría a llorar otra vez así que traté de evitarlo devolviéndole la sonrisa. Funcionó—. Era muy bueno, Candace, no me lo quería creer pero él estaba ahí para decírmelo hasta el cansancio.

—Suena a que tus padres no tenían idea —dije y Jimin asintió.

—Debiste ver a mi papá furioso cuando se enteró que su hijo mayor guardaba abanicos de colores.

caught in a lie | Park JiminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora