capítulo dos.

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Salí del bar unos cuarenta minutos después de que el bailarín que llamó mi atención terminara su número. Resulta que el bar tenía un pequeño menú de comida rápida, me pedí una hamburguesa clásica y un refresco y me puse a comer sin hacer caso a la presentación, la cual no duró mucho más de lo que pensé, así que terminé, pagué mi consumo y estaba lista para irme, no sin antes visitar el baño.

El tocador estaba vacío, descuidado, pero usable. Terminé de orinar, me lavé las manos y me arreglé el cabello peinándolo con un chongo; salí del cuarto de baño, la fiesta tenía pinta de que no iba a parar en toda la noche. Miré la hora, eran casi las once de la noche, la batería tenía tan solo el 10%, guardé mi celular en mi sostén y, como pude, llegué a las escaleras que llevaban a la salida.

La calle ya estaba un poco menos sola, pasaba uno que otro auto de vez en cuando, el aire fresco pegó en mi cara y me estremecí de inmediato, ya estaba mucho más frío, miré el cielo, incluso la noche estaba nublada.

Parece que tenía razón, señora del aeropuerto. Pensé.

Saqué el celular de mis pechos y coloqué mi huella para el desbloqueo, pero la pantalla jamás se encendió. Intenté presionar el botón pero tampoco funcionó. No había más batería.

—No, no, no, no... no puede estar pasando esto ¿cómo voy a volver ahora? —Me desesperé, pateé la banqueta en plan de berrinche e involuntariamente mis cejas ya se sentían fruncidas. Inhalé y exhalé profundamente varias veces, no podía permitirme reventar ahora—. Bien, es fácil, Candace, sólo recuerda por donde viniste, son sólo diez minutos, tú puedes.

Guardé el aparato en donde estaba antes y comencé a caminar por donde había llegado, no del todo convencida, di apenas unos pasos hasta que me topé con el callejón al lado del local, de donde provenían ruidos extraños. Me asomé ligeramente y un miedo extraño invadió mi cuerpo cuando vi a un hombre grande golpeando a otro más bajito. Le propinaba puñetazos al estómago y a su cara, el muchacho no hacía más que quejarse, estaba claro que no podía defenderse de alguien así de enorme.

Me escondí en la pared apoyando mi espalda, no podía permitirme que me viera, quería hacer algo pero ¿qué?

Después de planteármelo un segundo, tomé la decisión nada consiente de ir hasta el cuerpo y confirmar cualquiera de mis sospechas. Si estaba muerto, podía buscar algún teléfono para comunicarme con alguien cercano que pudiera buscarlo o con alguna autoridad; si estaba vivo pero muy grave, usaría su teléfono para pedirle una ambulancia. Sí, estaba todo planeado. Haría mi buena acción del día.

Sin más, me enderecé y sin vacilar me dila vuelta para entrar al callejón. No di ni dos pasos completos, cuando me di cuenta, me había estampado ligeramente con una figura masculina la cual, tropezó con mi pie de tal manera que nos hizo girar hombro con hombro y terminamos en las direcciones opuestas de las que veníamos cada uno. Mantuve mi equilibro tomándolo del brazo inconscientemente, lo solté en cuanto sentí que había recibido un jalón de mi parte.

Creí que iba a quejarse pero en lugar de eso, sólo ignoró el acto y me miró a los ojos; entonces, como si de una película se tratara, el tiempo se detuvo.

Era él.

El estríper con mejor cuerpo y número musical me miraba a los ojos sin expresión alguna. Su cabello negro caía sobre su frente, estaba húmedo, tal vez por el sudor, no pude ver sus cejas pero si la sangre que se deslizaba por la zona. Su nariz emanaba sangre y su labio estaba partido, a pesar de eso pude notar el grosor y el brillo, se veían tan naturales y carnosos, eran el tipo de labios que podría besar todo el tiempo.

Pasé mi vista de su boca a sus ojos nuevamente, eran los ojos más oscuros que había visto y no me refería precisamente al color. Su mirada, a pesar de que era fría, me podía transmitir tristeza y dolor, y, ¿cómo no? El pobre hombre había sido maltratado por otro cuyo cuerpo era del doble que su tamaño.

caught in a lie | Park JiminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora