capítulo treinta y ocho.

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—Lo siento, lo siento, Jimin. Yo no...

—Cállate —Jimin me tomó por los hombros y me arrojó hacia atrás bruscamente.

Un extraño picor se apoderó de mi pecho, las lágrimas comenzaron a picarme. Después, no pude ni mirar a Jimin a los ojos, no hacía más que observar la moqueta y escuchar el vaivén de los carros por la calle mezclados con los sollozos del castaño. Entonces estaba más avergonzada que nunca, dolida, angustiada, como siempre, no tenía idea de qué hacer con el hombre frente a mí, parecía que mis globos oculares habían chupado todas mis posibles soluciones y las había trasformado en agua que amenazaba con salir muy pronto de ellos.

Cuando Jimin dejó de berrear, conseguí las fuerzas que necesitaba y levanté la cabeza, desde mi lugar observé cómo se limpiaba las mejillas con el dorso de la mano y echaba la cara hacia atrás. Tragué saliva y esperé a que dijera algo, si algo había aprendido era a no presionarlo, todo menos eso, supuse que esa vez lo correcto era que yo me acoplara y no él a mí. Por Jimin, esperaría el tiempo que fuese necesario.

—Mierda, ni siquiera sé por qué estoy llorando —soltó una risa sin gracia, su voz ya sonaba un poco más tranquila pero yo no me sentía lista para decir algo, él necesitaba hablar y esa vez dejé que lo hiciera—. Desearía culparte pero no puedo... por más que tenga razones... no puedo.

Jimin suspiró tan profundamente, tanto que imaginé que trataba de acabarse el aire.

—De verdad pensé que alejarme de ti era lo mejor, pero lo hice demasiado tarde y me sentí peor...

Mi corazón dio un vuelco y odié tanto a Jimin porque después de eso no pude hacer otra cosa que formular tantas preguntas en mi mente, y lo odié otro poco más porque no podía plantearle ninguna de ellas.

—¿D-de qué hablas? —atiné a decir, no pude controlar la forma en la que mi voz salía, así que soné más nerviosa de lo que planeaba.

—Ahgg... Eres tan terca y desesperante —escupió y respingué en mi lugar—, sí, y... y... además... nunca te callas, siempre quieres y quieres y quieres, no importa qué, siempre pides algo... y, ¿sabes qué? Por alguna razón lo tienes... lo terminas... consiguiendo y... y... no... —Jimin parecía estar hiperventilando, pero en realidad, estaba riendo, de una forma rara, pero reía. No pude sentirme más incómoda y extrañada—. No sé porque todo el maldito tiempo siento que me estuvieras siguiendo... es tan raro y sé que suena loco pero... —agachó la cabeza y se rascó la nuca con violencia—. No puedo contigo, en serio. Pero no es tu culpa, no, no, no, tú eres así, y el que tiene un problema soy yo...

—Jimin, perdón, pero no puedo entenderlo, ¿c-cómo debería tomarme esto? —tragué saliva y di un paso adelante.

—No. Y es que no puedes ser tan parecida... —me ignoró. No sé porque tenía la sensación de que ya no se estaba dirigiendo a mí de cierta manera, tal vez porque ni siquiera me miraba la cara al hablar, tenía los ojos fijos en la puerta abierta de la entrada—. Físicamente nada que ver... sí, eres preciosa pero me molesta mucho que suenes como él... —entonces se volvió a romper.

Esa vez ya no me acerqué, Jimin lloró solo por unos minutos, pareció una eternidad, pero al final logró recuperarse y pudo continuar.

—Él me seguía a todas partes... hasta a las más simples, como a hacer compras... y siempre pedía algo, no había vez que no lo hiciera, pedía frituras a veces, a veces pedía un consejo, otras nada más pedía que me moviera de la televisión... pero siempre estaba pidiendo —se sorbió la nariz—, y yo le daba todo lo que me pedía. Tal cual hago contigo. Hacía todo por él, incluso cosas que no quería, pero solamente una vez me hizo sentir tan bien con su forma de ser tan fastidiosa y perseverante... —Hubo una pausa de nuevo—. Él me obligó a hacer cosas que jamás me hubiera atrevido a hacer, igual que tú, hizo que mi vida tuviera algo de alegría, igual que... igual que tú... y entonces alguien más tuvo que quitármela, quitármelo a él. Él se fue de mi vida y quería que pasara exactamente igual contigo pero... pero entonces... el sentimiento se volverá a ir... igual que aquella vez...

—Jimin... —murmuré, una lágrima resbaló por mi mejilla y la limpié de inmediato con mi mano—, Jimin, ¿de quién hablas? ¿Quién es "él"?

Él me miró por fin, sus ojos y el contorno de éstos estaban rojísimos, su nariz y sus mejillas también se encontraban algo coloradas, sus labios estaban realmente húmedos y su pecho desnudo no dejaba de subir y bajar con violencia. Jimin era tan bonito, pero me sentaba muy mal verlo así.

*

Un par de horas bastaron para que estuviera tranquilo por completo. Jimin me había dejado pasar a su casa después de la pequeña escena que se había montado −evadiendo mis últimas preguntas, claro− y pude convencerlo de que tomara una ducha y comiera algo. No insistí más, por supuesto, por más que quise preferí no molestarlo, después de todo, él había dicho que no le gustaba que lo hiciera. Me sorprendió mucho lo mal que me puso escucharlo hablar así de mí.

El chico de cabellos miel estaba en la cocina sirviendo café, bañado y cambiado en una playera azul limpia y los mismos shorts caqui que usaba cuando abrió la puerta. Eran alrededor de las siete de la tarde y me ofreció lo único que tenía para beber.

—Te ofrecería una cerveza... pero la pasamos mal cuando tomamos alcohol —me dijo.

Se acercó a mí con ambas tazas en la mano y me ofreció una de barro pintada con rayas azules y rojas, después se sentó en el otro extremo del sofá con una taza de Winnie Pooh. Estaba muy caliente, así que jalé las mangas de mi blusa hasta cubrir mis manos para amortiguar el calor un poco.

Corea ya estaba siendo frío a las siete de la tarde, Jimin no tenía calefacción y al parecer, frío tampoco.

—Gracias —murmuré.

Él no contestó. Soplé la bebida un poco y bebí con cuidado. Miré la televisión enfrente de nosotros, reposada en una silla alta de madera. Esa es nueva, pensé.

—Bonita tele —dije.

—Sí —respondió.

—¿Tienes netflix? —pregunté mordiéndome el labio, esperé que no fuera una pregunta idiota pero en verdad había sonado tal cual.

—No, sólo servicio de cable.

—Oh.

Silencio otra vez.

No lo presiones, no lo presiones.

—Jimin —lo llamé, sentí su mirada fijarse en mí y tragué saliva—. ¿A quién me parezco según tú?

Por el rabillo del ojo vi cómo colocaba su taza en el piso, me puse cada vez más nerviosa, tenía miedo de que la hubiera vuelto a cagar y pensé que sería muy difícil conseguir esa información, pero para mi sorpresa Jimin dijo:

—Mi hermano —volteé al escucharlo y repitió—: me recuerdas tanto a mi hermano...

caught in a lie | Park JiminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora