Jane gimió de placer cuando su delgado cuerpo hizo contacto con la corriente de agua. Cerró sus ojos disfrutando de cada gota que comenzaba a cubrir su piel desnuda. Minutos antes, había envuelto su pie enyesado en la bolsa plástica para evitar mojarlo. Lavó su rostro con ambas manos mientras que sus labios comenzaban a arder levemente, el agua estaba quemando sus heridas. Sintió un plástico rodearle los dedos. Había olvidado la curita que llevaba en la mejilla, por lo tanto, el agua había desgastado el pegamento. La terminó de quitar y la arrojó al piso. Se limpió el cuerpo con un trozo de jabón que estaba sobre una repisa blanca justo al lado de la ducha. Hundió los dedos en su cabello mientras lo masajeaba con una gota de champú, poco a poco su brillo regresaba. Limpio cada parte de su cuerpo, eliminando la grasa, la suciedad, y la sangre que se había acumulado hasta formar una costra. Observo como el agua abandonaba su cuerpo en un tono rosa. No sabe si dejo escapar una lágrima o no, pues su rostro estaba completamente mojado. Se encargó de limpiar muy bien su cabello y sus partes íntimas. Una vez hecho esto, cerro la llave de la ducha y tomo la pequeña toalla que Marc le había traído. Secó su cuerpo con delicadeza. Sus piernas eran adornadas con dos o tres moretones, mientras que sus brazos le dolían ferozmente. Miró la ropa que estaba tendida sobre la tapa del inodoro, y tomo el brasier negro que allí se encontraba. Se lo puso a regañadientes.
— ¿Que es esto?... — susurró. Le quedaba demasiado chico. Se invocó a los dioses de las bragas para que se compadecieran de ella y al menos, esas le quedaran buenas. La tomo entre sus dedos y se dio cuenta de que eran pantaletas, y no bragas. Soltó un suspiro de alivio. Las paso por sus pantorrillas hasta subirlas lentamente. Eran negras con sus contornos fucsias. Sonrió. Era lo que ella solía usar. Tomo el brasier que llevaba puesto minutos antes pero se rehusó a usarlo, llevaba tiempo con él y de seguro debía oler mal, maldijo en voz baja. Se despidió de los dos dejándolos en la tapa del inodoro. Tomo la playera gris tamaño gigante y la paso sobre su cabeza. Le llegaba justo cinco dedos sobre la rodilla, y por como olía, era de hombre. En el baño no había espejo, y lo agradeció profundamente. Quito la bolsa de su pie y la tiro a la basura. Peino su cabello con los dedos y dirigió la mano hasta la puerta, justo entonces, alguien toco.
— ¿Estas lista?— era la voz de Marc.
— Sí. — respondió mientras abría la puerta. Caminó unos pasos hasta llegar a él y entonces la tomo entre sus brazos una vez más. Se removió inquieto y Jane pensó que era por su cabello húmedo. Caminaron de vuelta hasta su habitación en silencio. Sin despegar la mirada de todas las habitaciones, Jane se preguntó si había más chicas en las mismas condiciones que ella, si habría más familias desesperadas tratando de encontrar a su hija, hermana, prima o sobrina. El corazón se le hizo pequeño y se aferró del cuello de Marc. Este se removió una vez más y entonces Jane se dio cuenta de por qué lo hacía. Sus senos estaban presionados contra el tenso pecho de él. Un calor se apodero de sus mejillas y desvió la mirada tratando de contener las ganas de salir corriendo.
— Lo siento, el brasier que me llevaste era muy pequeño, tuve que quedarme así. — explico mientras trataba controlar su agitada respiración. Marc solo asintió con la cabeza y continuo con el trayecto, la puerta de su antigua habitación ahora estaba cerrada y había un profundo silencio en toda la casa. Estarían ellos, ¿solos? Por un instante sintió miedo. Pero rápidamente la sensación se fue. Marc no le haría daño, o eso creía ella.
— Te traeré algo de comer. — habló mientras la dejaba sobre el puff negro del cuarto. Jane asintió lentamente, no quería que se diera cuenta de que su estómago gritaba de alegría.
— No te muevas. — ordenó y salió de la habitación. No te preocupes, que de aquí no salgo, pensó Jane con una pisca de mofa.
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