— Ten... — Elliot alcanzó la tasa de café caliente para Jane. Aquella mañana era muy fría en el hotel, y en Niza, sin duda.
— Vamos a ver...hablame de ti. — comentó Jane mientras se acomodaba en el respaldo de la cama. Elliot la observó unos segundos, y rápidamente la siguió. Se sentó junto a ella y pasó un brazo alrededor de su cuello. Atrayéndola hacia él. Jane apoyó la cabeza sobre su pecho, tratando de no tirar el café caliente. Ambos estaban bajo las sabanas, cubriéndose solo hasta las caderas, y mirando dibujos animados en la T.V
— No. — negó sonriendo.
— ¿Por qué no?, todavía no se mucho de ti.
— Ni yo de ti, y por el momento me atrevería a decir que estamos bien así.
— ¿Qué?, claro que no...por favor. — Jane lo miró entristecida. Elliot rodó los ojos y lentamente dejó su tasa sobre el pequeño velador que se unía con el respaldo de la cama. Sonrió pensativo.
— Mmh, vamos a ver... — se tomó la barbilla. — Quería ser astronauta cuando pequeño, cosa número uno,uhmm...nunca me comía el brócoli ni las ensaladas verdes, cosa número dos, ¿que más?, oh si..odiaba lavarme los dientes y cambiarme de ropa. Me encantaba subirme a los árboles y pasar horas allí. Recuerdo que le robaba las colaciones a mis compañeros de clases, y las escondía en el bolso de la profesora. Me arrepiento de lo último.— Jane comenzó a reír al imaginarse a un travieso Elliot haciendo maldades.
— De mayor quise ser Otorrinolaringólogo. Pero el nombre era tan largo que me daba pánico, finalmente decidí que no estudiaría nada. Aunque me iba muy bien en matemáticas. Quizás pude ser un sexy matemático revolucionando a lindas jovencitas. ¿Me imaginas?, con corbata y trajes caros. Bueno, como sea, abandoné los estudios a los doce, cuando papá casi mato a mamá. Desde entonces deje de pensar en mi futuro. ¿Qué más puedo decir?
Jane tuvo que apretar su mandíbula para no dejarla caer. Su estómago se encogió, y sintió una increíble necesidad de protegerlo. Curiosamente ella quería protegerlo a él. Se acomodó sobre sus caderas y dejó la tasa de café en el velador. Sonrió traviesamente y besó sus labios. Elliot no perdió tiempo en recorrer su cintura bajo la camiseta. Jane acaricio su cabello suavemente, y mordisqueo su labio inferior. Imaginarlo sufriendo era una tortura. Sobre todo porque él no se lo merecía. No era malo, solo se había equivocado...como todos.
— Lo lamento, no tienes que hablar de eso. — murmuró la chica antes de apoyar sus manos, y luego, su barbilla sobre el pecho de él. Lo miraba atentamente, grabando cada uno de sus delicados rasgos en su mente. Suspiró. Pero que chico más guapo tenía en frente.
— Está bien, ya no me afecta como antes. — respondió acariciando su cabello. — Cuando mamá quedo en ese estado, yo me encargué de Ethan. Al principio era un poco complicado, pues él era menor que yo y siempre debía estar detrás suyo. Verificando que no se metiera en problemas. — sonrió negando con la cabeza. — Una vez un gato lo rasguño. Él entro llorando a casa e intente consolarlo. Pero rápidamente y enfadado, cubrió sus manos de pegamento. Salió detrás del gato gritando que lo odiaba. Te podrás imaginar cuanto tarde en quitar los pelos de su pequeño cuerpo.
— Dios mío. — Jane cubrió su boca riendo.
— Fue algo así como un proceso de tres horas. — hundió sus hombros.
— ¿Y por qué mejor no lo bañaste? — Elliot abrió sus ojos. Sorprendido.
— ¿Bañarlo?, ¿A Ethan?, sí, bueno, no lo creo.
— ¿Qué, tampoco le gustaba bañarse? — Alzó sus cejas.
— Es de genética.
