29. Fotografia.

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Jane abrió sus ojos cuando la noche ya había caído sobre Bonifacio, Francia. Se encontraba envuelta entre el cobertor, con un pie afuera y una mano colgando. Se removió y estiró su mano para alcanzar la cadena de la luz. La tiro entre sus finos dedos y toda la habitación se ilumino. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que Elliot no estaba cerca. Quizás estaba comiendo algo. Se levantó dejando su cuerpo con short y una playera al descubierto. Caminó hasta la televisión y la encendió mientras se dirigía hacia el baño. Lavo su cara con abundante agua y cepillo sus dientes. Se miró en el espejo dándose cuenta de que la marca en su pómulo ya no estaba. Sonrió. Tomo su cabello entre las manos e hizo una coleta con él. De pronto su cuerpo se paralizo. Miró por el reflejo del espejo y lo primero que vio en la T.V fue su fotografía. Corrió de vuelta a la habitación y se sentó sobre la cama. No entendía el idioma. No sabía que estaban diciendo sobre ella. Pero si sabía porque estaban hablando de ella. El corazón se le aceleró cuando vio a su padre hablando mediante un video cámara. Las lágrimas la amenazaban con salir y tuvo que apretar sus labios para no gritar. Hacía mucho que no veía una viva imagen de su padre, y ahora estaba ahí, detrás de una pantalla. Con su cabello despeinado, con su traje de detective, con una barba no afeitada de al menos un mes, y con unas ojeras espantosas bajo sus ojos claros. Maldita sea, necesito saber que están diciendo. Maldijo en voz alta mientras soltaba la primera lágrima. Apretó sus puños con fuerza y se obligó a desconectar la televisión. Pero no lo hizo. No podía. Era su padre pidiendo ayuda. Limpió sus lágrimas mientras se daba cuenta de lo mucho lo extrañaba en esos momentos. Sí tan solo él pudiera estar aquí. Quería gritarle que ahí estaba, que viniera por ella. Que le dijera a Elliot que no era un asesino y que así pudiera volver a casa. Apartó la mirada de la pantalla y se recostó sobre el cobertor desordenado. Una vez que miró de reojo, se dio cuenta de que su fotografía había desaparecido. Otra noticia se apoderaba de la TV

— ¿Jane, estas despierta? — pregunto Elliot mientas entraba en la habitación en silencio.

— Acabo de despertar.— respondió.— ¿Dónde estabas? — preguntó mientras secaba sus lágrimas rápidamente. No quería que la viera en ese estado.

— Fui por algo de comer, y aproveche para traerte algo. — se sentó sobre los pies de la cama y dejo una bandeja con comida sobre ella.

— Gracias. — susurró mientras miraba la cesta con fruta y las tostadas con tocino, palta, y huevo pochado.

— Iré a darme una ducha, ya vuelvo. — Jane solo asintió con la cabeza y se encargó de devorar todo lo que había sobre la bandeja. Si bien su corazón estaba muy triste al ver a su padre en esas condiciones, su instinto de hija le decía que él tenía esperanzas. Él sabía que Jane estaba viva. Y eso lo mantenía con vida a él también. Apartó la imagen de su cabeza y se recostó con las manos sobre el estómago. Estaba satisfecha.

— ¡¿Hay alguien en casa?! — vociferó una voz masculina desde el pasillo. Jane junto sus cejas y se levantó de mala gana. Lo dudó unos segundos antes de abrir la puerta. Finalmente lo hizo con mucho cuidado.

— Adelante. — la chica de cabello oscuro lo dejó pasar mientras arrastraba sus pies de vuelta hacia la cama.

— Que ánimo. — murmuró cerrando la puerta tras él. — ¿Dónde está Elliot?

— En la ducha. — contestó con desdén.

— Uhm, ¿quieres ir a dar una vuelta? — preguntó metiendo las manos en sus bolsillos. De pronto preocupado por su reacción.

— No, pero te lo agradezco grandulón. — se esforzó por regalarle una sonrisa amable.

— Podríamos ir a la pla... — Jane lo interrumpió.

— No quiero nada Marc. Gracias. — respondió mientras escondía su cuerpo bajo el cobertor. La habitación quedo en silencio mientras las nerviosas piernas de Marc resonaban en todo el cuarto.

— ¿Estas enfadada por algo? — susurró mientras se sentaba en la cama de al lado. Jane no respondió.

— Está bien, dile a Elliot que lo necesito, es urgente. — Jane juntó sus cejas bajo el cobertor.

— ¿Paso algo malo? — se enderezó mientras ponía atención. ¿Acaso él también había visto su fotografía en la televisión?, se removió inquieta.

— Avísale que lo estoy esperando en el cuarto. — evadió la pregunta de Jane y abandonó la habitación en completo silencio. Mierda. Jane no quería que Elliot se enterara sobre la fotografía. No solo porque no sabía cuál podría ser su reacción. Si no porque también necesitaba aclarar los hechos antes de que él la dejara ir. Tenía que convencerlo de que su padre no había matado a su hermano. Tenía que sacar el odio de su corazón. Tenía que...estar cerca de él. Se levantó rápidamente de la cama y caminó hasta el cuarto de baño, toco tres veces sin respuesta alguna.

— ¿Elliot? — preguntó mientras rozaba la perilla con sus dedos. Nadie respondió.

— Marc te necesita, rápido. — alzó su voz tras la puerta.

— ¿Elliot me estas escuchando? — giró la perilla cerrando sus ojos para evitar ver de más, aunque un diablillo travieso se poso en su hombro diciéndole que viera. Metió su cuerpo completo mientras el calor se apoderaba del cuarto. Dejó la puerta abierta dándole paso al vapor para marcharse. Dio un grito.

— ¡Elliot! — corrió hasta el cuerpo inmóvil del chico que estaba tendido sobre la ducha, solo con un bóxer verde y unos ojos cerrados. Se arrodilló rápidamente mientras cerraba la ducha con ambas manos. Su corazón se había acelerado en pocos segundos y la preocupación la consumía.

— ¿Me escuchas?, ¿Elliot? — susurró mientras giraba su cuerpo flácido. Miró su rostro por varios segundos, y con su mano derecha acaricio su rostro. Inmóvil. No había sangre, no habían golpes, al menos no recientes, porque si que tenía el cuerpo golpeado en varias partes.

— Elliot, despierta. — suplicó mientras golpeaba levemente su mejilla.— Joder, ¡Ayuda!, ¡Marc! — el pánico se apodero de ella y quiso salir corriendo para pedir ayuda. Pero no quería dejarlo solo.

— ¡Elliot por favor, abre tus ojos! — se levantó rápidamente y tomo una toalla para comenzar a secarlo. — ¡Ayuda! — salió por la puerta del baño cuando una risa la distrajo. Se devolvió confundida y vio a Elliot riendo a más no poder. La toalla estaba lejos y él se estaba levantando.

— ¡¿Qué!? — abrió sus ojos. — ¡Eres...eres un estúpido!  — corrió hasta él y golpeo su rostro con ambas manos. Elliot esquivó varios golpes mientras no quitaba la sonrisa de sus labios.

— Lo lamento, quería jugarte una bromita, estabas muy rara cuando llegue.— le tiró un beso mientras afirmaba los alocados brazos de Jane que golpeaban el aire.

— Pues ahora me has dejado peor, ¡Serás desgraciado!. — intenta golpearlo nuevamente
— Eres muy linda para reaccionar así.— en un rápido movimiento la tenia entre sus fuertes brazos y a solo centímetros de él y de sus labios. Con ambos brazos tras su espalda, inmóvil.

— ¡Me estas mojando, déjame! — chilló mientras intentaba zafarse de los fuertes brazos de él.

— Anda, mójate un poquito.— rio mientras sacudía su cabello para que pequeñas gotas de agua cayeran sobre ella. Jane también reía, hasta que su vista comenzó a nublarse, no sabe si por el vapor de la habitación, o porque estaba enfermando.

— Ahora la que se siente mal soy yo, siento que me voy a desvanecer... — musitó mientras intentaba soltarse. Se dejó caer sobre sus brazos incapaz de mantenerse en pie. La adrenalina corría por sus venas y su cabeza ardía como nunca. Se había exaltado demasiado.

— ¿Jane?— Elliot juntó sus cejas mientras la sonrisa se desvanecía. — ¡Jane, no juegues! — la reprimió. El cuerpo de la chica no respondía, y un color papel se había apoderado de su rostro. Elliot se asustó y la sacó del baño dejándola sobre la cama de la habitación. Se paseo de esquina a esquina. Impaciente.

— Mierda. — susurró consumido por la preocupación.

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