Jane no estaba enojada. Estaba furiosa. Él solo había dicho 'diez minutos' y ya había pasado más de una hora y seguía sin tener noticias de su paradero. Se había duchado y había cogido la playera de él como pijama. Era negra, de mangas largas. Y al menos cubría el contorno de sus glúteos.
— ¿Dónde estás? — susurró mientras le daba una ultima mirada al reloj. Pensó en seguir esperándolo, pero entonces, tomo aire y decidida optó por apagar el televisor y dormirse. Lo había esperado lo suficiente y él no había llegado. Maldijo en voz alta antes de acomodarse y cubrirse hasta su barbilla con el cobertor. Miró a su derecha y ahí estaba su cama, vacía, y sin desarmar.
— Muy bien, quédate con tus putas Francesas. — cerró sus ojos consumida por la ira.
Horas más tarde, esa misma chica que se había dormido mal humorada, recobraba vida de una manera muy resplandeciente. Abrió sus ojos quejándose de la luz que entraba por una apertura entre las cortinas. Miró la cama que estaba a su lado, seguía vacía. Farfulló todos los insultos que se le vinieron a la mente, y de pronto, palideció. Un bulto a su lado la sobresaltó. Posteriormente, un brazo rodeándole la cintura la hizo chillar.
— ¿Qué?, ¿pero...qué? — negó con la cabeza confundida. Se giró lentamente y se encontró de tope con un rostro muy familiar.
— ¿Qué haces tú aquí? — preguntó abriendo sus ojos sorprendida. Elliot la miraba, divertido.
— Buenos días, ¿Cómo amaneciste? — sonrió. Su cabello caía por su frente en varias direcciones.
— ¿Dónde has estado toda la noche? — preguntó Jane juntando sus cejas, con la mirada desafiante.
— Aquí, a tu lado.
— ¿A qué hora llegaste? — dijo apartándose un poco de su contacto piel a piel.
— No muy tarde. Pensé que estarías despierta. — hizo una mueca de decepción.
— Ese es el problema...— lo miró. — Me he dormido. — Jane le entrego una sonrisa irónica.
Elliot junto sus cejas.
— Lo lamento. — respondió mientras que con su dedo pulgar acariciaba por encima de la ropa la cintura de Jane.
— ¿Hablaste con Marc? — cambió de tema mientras apoyaba su cabeza en la palma de su mano.
— Sí. — su mandíbula se tensó.
— ¿Y todo bien?
— Todo perfecto.
— ¿Podría saber de que hablaron?
— Solo babosadas. — se encogió de hombros. — Lamento no haber llegado antes de que te durmieras.
— No hay problema.— mintió. —¿Por que tardaste tanto?.
— Marc me retenía a cada momento. — sacudió su cabeza como si un veintenar de recuerdos abordaran su mente. Jane frunció el ceño y lo recorrió con la mirada. Sin vergüenza. Sin timidez. Abrió sus ojos cuando se dio cuenta de que estaba solo en bóxer. Su pecho estaba descubierto, y los bellos de sus piernas rozaban su pálida piel. Sonrió involuntariamente. Subió por su pecho hasta detenerse en su cuello. La sonrisa se desvaneció de golpe.