Jane abrió sus ojos lentamente. Sus pestañas parecían estar pesadas y muy húmedas, tuvo que parpadear un par de veces para lograr una buena visión. Suspiró al ver la puerta cerrada y con seguro. Miró al techo y se preguntó cuánto tardarían todos en regresar. No es que los estuviera invocando o algo parecido, solo era curiosidad. Miró a su izquierda y justo entonces, un aroma se metió entre sus fosas nasales. Jane agudizó su olfato. No era un mal aroma, al contrario. Le agradaba. Le agradaba mucho. Lo inhalo y cerró sus ojos dejándose llevar. Sonrió.
— ¿Te gusta?, es un perfume de París.— una voz susurró en su oído. Jane se sobresaltó y miró sobre su hombro asustada. Era él. Mientras que ella estaba sentada sobre el Puff negro, Elliot estaba pegado a su espalda, sintiendo su piel a través del relleno del asiento.
— ¿Qué haces aquí?, ¿como conseguiste entrar? — preguntó Jane tranquilizándose. Volvió su vista al frente y se preguntó si sería correcto pararse para así romper ese contacto de piel con piel.
— No fue difícil, todo lo que esta aquí es mío.— respondió levantando su mano. De ella colgaban muchas llaves de distinto colores y formas.
— Claro, debí suponerlo, que tonta. — suspiró Jane.
Se mantuvieron en esa posición largos minutos. Ninguno se movia, y solo se escuchaban las respiraciones llenar todo el lugar. Jane apoyó su cabeza contra el Puff y sintió la de él apoyándose contra la suya. No la movió. Solo...la dejo así. No tenía miedo, no tenía rabia, no sentía nada en esos momentos. Su mente divagaba en estos instantes en otros pensamientos, en las mujeres que se llevaron, en que si alguna vez volvería a ver a su padre, en como sería todo si no huiese llegado a casa ese día, le daba tanta curiosidad entenderlos, saber el porque la tenian aún ahí, porque no la habían matado las veces que se lo dijeron. Jane giro la cabeza y dio un suspiro, uno de resignación.
— Sé lo que hacen con las mujeres. — Termino por decir.
— Lo sé. — contestó Elliot.
— ¿Por qué? — preguntó.
— ¿Por qué, qué?
— ¿Por qué lo hacen?
— Es nuestra manera de vivir. — comentó relajando sus hombros. El puff parecía haber desaparecido, Jane podría jurar sentir el calor de su espalda contra la de él.
— ¿Pero...por qué no escogiste otra forma de hacerlo?,¿por qué hacer tanto daño?.—Jane lo miró por el rabillo de su ojo y olvidando por un segundo que aquel muchacho era el culpable de su sufrimiento, sintió pena por el, su aspecto era...deprimente.
— Porque no había otra manera Jane...y aunque la hubiese habido, el destino me hubiese traído aquí de igual manera.
— Pero...siempre hay una segunda opción.
— No en mi mundo.
Y de nuevo, silencio absoluto. Jane estaba muy centrada en sus pensamientos como para entablar una discusión en ese momento. Quizás tiene razón, pensó. Quizás no tiene otra forma de vivir. Suspiró cerrando sus ojos. Nunca había imaginado estar así con uno de ellos, menos con él. Sin gritos, insultos o golpes. Todo parecía estar tranquilo, todo parecía estar...bien. Giró su cabeza y él la siguió, ambos quedaron con solo sus perfiles mirando la pared. Jane desvió su mirada y se encontró con unos ojos color miel observándola. Estaban tan jodidamente cerca. Pero ella no estaba nerviosa, ni siquiera tenía intenciones de moverse de ahí. Su corazón estaba relajado, y sus manos no le sudaban. ¿Qué es todo esto?, pensó.
— Veo que Marc te entrego la ropa que te mande. — murmuró.
— Sí...también me explico todo lo del baño y esas reglas.
— Te duchaste...— no era una pregunta. Lo estaba afirmando.
— Sí. — respondió incomoda. ¿Tan asqueroso era su olor en el pasado?
— Hueles bien. — dijo tensando su mandíbula. Un escalofrió le recorrió la nuca a Jane, y poco después, todo su cuerpo. Lo miró una vez más y se sorprendió al ver que su perfil era hermoso. Apartó sus ojos moviendo su cabeza rápidamente. Cada día estás más loca. ¿que es todo esto, ¿un plan de seducción acaso?
— ¿Cuánto tiempo estaré aquí? — preguntó enderezándose. Y al hacerlo, sintió como si le arrancaran una parte de su piel, sintió como su conexión se rompía en mil pedazos. Porque así lo había interpretado, como una inexplicable conexión entre ellos. El sudor volvió a sus manos. Él se levantó de golpe, sintiendo lo mismo que ella.
— No me pidas que te responda, porque no lo haré, lo sabes...
— ¿Pretendes tenerme aquí sin siquiera dignarte a darme una explicación?
— Sí. — Elliot no la miró.
— Muy bien, hazme el favor de dejarmse sola, me gustaría seguir recordando a solas mi antigua vida. — le dio una sonrisa irónica.
— Mi nombre es Elliot. Golpea la puerta si necesitas algo, de igual manera está ma...
— Sé cuál es tu maldito nombre. — vociferó Jane interrumpiendolo mientras sentía punzadas sobre su pecho. — Y necesito algo justo ahora. — lo miró. — Que me saques de aquí.
— No vuelvas a hablarme así.— Elliot frunció el ceño y tomó su barbilla. — Y la próxima vez que se salga algo de tu boca, procura que sea algo placentero.
— Que...que asco.— Jane rodó los ojos y puso sus brazos en jarra.
— Que descanses, bonita. — rozó su barbilla con el dedo índice, y sin decir más, quitó el seguro de la habitación y salió de esta, antes de cerrar se giró hacia ella. — Ah, y por cierto, no vuelvas a cerrar con seguro.
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Libérame.
Roman d'amourÉl es el culpable de su secuestro, y también, el de su felicidad.