Jane suspiró y caminó detrás de Marc en silencio. Aquel hombre mucho mayor que ella, con una espalda gruesa, y unos brazos cubiertos de tatuajes, caminaba despacio, pero firme. Llego hasta el actuado, y fingido cuerpo de Elliot tendido sobre la cama. Jane reprimió una risita que estaba por salir.
— Elliot…— susurró moviéndolo. — Hermano, ¿me oyes? —insistió tocando sus hombros. Al ver que aquel chico ‘’claramente dormido’’ no hacía caso a sus plegarias, suspiró y se giró para ver a Jane.
— Creo que aún no se da cuento del sol en la ventana. — se burló.
— Estaba en un humillante estado anoche, deberíamos dejarlo dormir, al menos un poco más. — sonrió fingiendo otro bostezo. ¿Cuántos bostezos llevaba en menos de 5 minutos?, tenía que dejarlo de hacerlo, estaba siendo demasiado obvia.
— No sé en que momento se puso así, estaba tan relajado antes de que bebiera.
— Es un chico bastante bipolar, tu deberías conocerlo un poco más. — se encogió de hombros mientras caminaba de vuelta hasta su cama. Cama que se encontraba el doble de desordenada que la de Elliot y que donde supuestamente solo dormía ella, desinteresadamente ordeno un poco las sabanas por encima antes de meterse en ella otra vez.
— Nunca había visto algo parecido, te juro que nos estábamos divirtiéndonos un montón anoche, teníamos juegos, bebidas y chicas. — hizo una pausa para sonreír y pasar una mano por su cabeza, rascándose nervioso la nuca. — Acabábamos de seducir a unas hermosas mujeres, muy hermosas mujeres de cintura pequeña y glúteos gigantes. Ni siquiera alcanzamos a abrir los condones. Fue realmente increíble su cambio de ánimo. Jane hizo una mueca de disgusto, o de asco.
— ¿Qué edad tienes?, ¿dieciocho? — preguntó juntando sus cejas. Le parecía extraordinario escuchar hablar a Marc de esa manera.
— Treinta y siete, para ser exactos.
Nada mal para sus 37 años la verdad, pero bastante asqueroso escucharlo hablar así.
— Es bastante repulsivo escuchar a un hombre mayor hablar así.
— Nunca se es demasiado viejo. — respondió sonriendo y encogiéndose de hombros.
— Sí, bueno, asco. — metió un dedo a su boca haciendo arcadas. — Y como puedes ver, sigue dormido, y yo pretendo hacer lo mismo, así que por favor…— Jane lo dirigió hacia la puerta de salida gentilmente. Giró de la perilla entre sus dedos e hizo un gesto de…vete a la mierda ahora, rápido, porque esta batalla esta por comenzar.
— Cuando despierte, y bueno, si es que se puede el culo, dile que vaya a mi habitación. Natalie no quedo muy satisfecha con lo poco que hizo anoche, y no pienso devolverle su dinero. ¿Dile, sí? — sonrió y Jane rodó los ojos.
— No te preocupes, estoy segura de que su subconsciente te está oyendo JUSTO AHORA. — remarco esas ultimas palabras y cerró la puerta en su rostro . Se giró hacia Ellliot y se cruzó de brazos apoyando su peso en un lado de sus caderas. Miró al chico ‘dormido’ esperando una explicación coherente que respondiera a lo que su tío acababa de decir. Elliot abrió un ojo. La vio. Y lo volvió a cerrar. Jane bufó. Sonidos de ronquidos comenzaron a llenar la habitación.
— ¿Así que Natalie, eh? — alzó una ceja, ahora si que muy celosa y hambrienta.
— En mi defensa…Marc me obligó. — cubrió su cuerpo con almohadas antes de que Jane se lanzara sobre él.
— ¡Eres lo peor, de lo peor, incluso la palabra peor, te queda chica! — gruñó golpeando las almohadas que lo protegían.
— ¡Hey, detente, me harás daño!. — respondió Elliot riendo.
— ¡Cómo pudiste follarte a una puta y luego venir a dormir conmigo!
— Corrección, no la follé, solo la seduje. — respondió mientras alzaba su dedo indicé por el cielo.
— ¡Vaya, discúlpame, obvio que eso cambia todo!.— respondió Jane con ironía mientras seguía golpeando las almohadas.
— Espera, además no tienes derecho a criticarme, tú hasta anoche no me habías dicho que te traía loca. ¡Por el amor de dios, no soy adivino!. — la risa de Elliot resonaba en toda la habitación, lo que hacía que Jane enfureciera cada vez mas.
— ¡Eso no te quita culpabilidad, eres una persona repulsiva!— chilló mientras se detenía y quitaba con fuerza las almohadas de su rostro.
— Me encanta verte celosa, te ves preciosísima. — respondió hundiendo su rostro entre la única almohada que le quedaba.
— No son celos, es rabia, rabia de que me veas la cara de idiota. — forcejeo con Elliot hasta que lo logro quitar la almohada de su rostro y cogerla entre sus manos, la alzo por su cabeza amenazándolo de ahogarlo con ella en cualquier momento.
— No es rabia, son celos, tranquila no pasa nada. — sonrió mientras ponía su manos para evitar el ataque de Jane.
— Ya te dije que no puedo celar algo que no tengo y que mucho menos es MIO. — recalco la ultima palabra en alto.
— Y yo vuelvo y te respondo; ¿Quién dice que no soy tuyo? — contestó mientras tomaba su brazos en el aire segundos antes de la almohada cayera sobre su rostro.
— ¿Sabes qué?, haz lo que quieras, es tu vida, fóllate a medio hotel si quieres, pero luego no vuelvas a mí, ni a meterte entre mis sabanas. ¿Entiendes? — Jane salió de encima de él y se encerró en el baño con su bolsa de ropa. Elliot respiro hondo aguantando una ultima carcajada y salió tras ella.
— No te enfades, ya te dije que no me acosté con ella, lo prometo.
— No me interesa lo que tengas que decir.— respondió la chica dando el grifo de la bañera.
— Me quedaré aquí afuera hasta que salgas. — dijo Elliot apoyando su frente contra la puerta.
— Haz lo que quieras, me tiene sin cuidado.
Cuando Elliot dijo que no se iría hasta que ella saliera, iba enserio. Media hora más tarde, estaba de pie junto a la puerta, esperando con un exquisito desayuno sobre la cama, con vasos de jugo natural de naranja, tostadas con tocino, y una hermosa rosa roja que adornaba la bandeja de madera que aguardaba por ellos. Jane se había terminado de duchar y estaba peinando su cabello húmedo. Una playera gris y unos tejanos dos tallas más grande cubrían su cuerpo. Mientras que unos zapatos negros de planta lisa mantenían el calor de sus pies. Zapatos que, cabe decir, se los había entregado Marc días antes de llegar a Francia. Abrió la puerta y trató de no perder el equilibrio cuando vio a Elliot sonreír frente a su rostro.
— ¿Qué haces?
— Llamé para que subieran nuestro desayuno, hice las camas yo solo, y además, te compré una linda rosa roja.
— Si con eso crees que se me va a olvidar lo que paso hace unos momentos, estas equivocado. — se abrió paso entre su cuerpo y dejo la bolsa en el piso. Elliot hizo una mueca.
— Jane. — menciono su nombre con sequedad. — Ya te dije que no me acosté con ella, y de haber sido así, tampoco te incumbe. Ni siquiera sabía lo que pasaría anoche ni que estaríamos…juntos.— frunció el ceño al pronunciar la última palabra.
— Desayuno…que bien, espero que Natalie tenga apetito.
Ignorando sus palabras, la chica de pelo negro y ojos azules camino hacia la puerta de salida, con el rostro ruborizado y en modo automático.
— No es para Natalie, es para ti. — Elliot la tomó del brazo antes de que ella girara la perilla.
— Que lástima, iré a desayunar sola.
—¿En serio?, ¿Acaso jamás vas a creerme nada de lo que te diga?. — Elliot sonó dolido.
— Claro, como si fuese tan sencillo confiar en ti.— respondió mientras sonreía con ironía. Se soltó de su agarre y abrió la puerta para luego desaparecer tras ella. Camino rápidamente por el pasillo mientras sentía a un enfadado Elliot gritarle a sus espaldas.
— ¡Jane, vuelve aquí!, ¡Eres una malcriada, regresa ahora mismo!
Pero ella no se dio la vuelta. Bajó las escaleras para llegar al Lobby principal por donde habían entrado dos noches atrás. Camino en silencio tratando de relajar su pulso. Eran increíbles las múltiples sensaciones que lograba sentir a causa de Elliot. Amor y odio. ¿Podía sentirse ambas?, al parecer sí. Estaba demasiado sumida en sus pensamientos celosos que de pronto tropezó con un cuerpo delgado y ambos cayeron al piso. Levantó su vista y su corazón se encogió al darse cuenta de que había tirado a una mujer de cabello claro, piel pálida y rostro enfadado.
— Disculpe, lo siento mucho, de verdad, ¿Se encuentra bien? — se levantó del piso y la ayudo a recoger los papeles repartidos por toda la pequeña alfombra verde del salón. La mujer pronunció unas palabras que no pudo entender, al parecer en francés. Jane miró a su alrededor y vio un sillón café cubierto en pelaje oscuro que adornaba el espacio del pasillo y la recepción. Donde una chica rubia se encargaba de ver la desastrosa escena junto a más personas.
— No te preocupes, estoy bien, deberías andar con más cuidado la próxima vez. — respondió la mujer luego de haber juntado todos los papeles entre sus manos. Se sacudió la ropa y comenzó a caminar continuando con su dirección. Jane se disculpó una vez más y volvió a su camino sin rumbo fijo. Solo le basto dar unos pocos pasos para llegar, a lo que parecía ser, el bar del hotel. No era muy extravagante, en realidad, era bastante sencillo. Un mesón recto y largo estaba en una esquina del salón, con unos pequeños pisos de madera a su alrededor. La luz era completamente natural, y unos ventanales hermosos daban una maravillosa vista al mar. Pequeños sillones de puff lo acompañaban para disfrutar mucho mejor de la estadía. Su corazón se aceleró al verlos tan cerca, había uno color negro, y tuvo que apretar sus labios para no dejar salir un sollozo. Sonrió involuntariamente y camino, mejor dicho corrió hacia él, y se hizo un ovillo sobre este. Que ilógico era, cerró sus ojos recordando la habitación en la que estaba días antes, con aquel Puff que la acompaño en tantos momentos, momentos más malos que buenos, pero eran los momentos mas vigentes en su mente. Suspiró inhalando un aroma tan familiar que le asusto, se aferró al género del asiento y enterró sus uñas en él. Abrió sus ojos de golpe al darse cuenta de que trataba.
— ¡Te tengo! — Elliot se sentó tras ella rodeándola con sus fuertes brazos. — ¿No pensabas escaparte de mi, cierto?.
— Claro, justo eso pensaba. — le respondió mientras sonreía. — Nos vamos a caer, sal de aquí.
— No nos caeremos, y así es, que nos proteja nuestro amor entonces. — Elliot bromeaba, pero Jane se paralizo al escuchar aquella palabra salir de sus labios. Amor, que dulce sonaba escucharlo desde sus labios, no se había detenido a pensar precisamente como definía su extraña e inesperada relación, claro que podría ser amor, ella lo sentía, pero de todas formas era bastante extraño escucharlo desde sus labio y asociarlo a los pocos momentos buenos que llevaban juntos. Elliot notó su cuerpo rígido, y le acaricio la piel de su hombro con el pulgar delicadamente, Jane se relajó y poco a poco se envolvió entre sus brazos. Escondió su rostro entre el cuello del chico y suspiró. Un magnifico aroma a canela se instaló en sus fosas nasales haciéndola delirar, podría reconocerlo a kilómetros de distancia, acababa de hacerlo, aquel aroma tan familiar que sentía, era él.
— No te enfades, anda, te prometo que no me acosté con ella. Marc me llamó para hablar sobre algo, lo hicimos, y nos entretuvimos un rato. Es más, está herida en mi cuello, es a causa de esa mujer. Se puso histérica cuando se enteró de que ninguno se acostaría con ella. Se lanzó sobre mi arañando y mordiendo cuando le dijimos que no le pagaríamos nada, luego de quitármela de encima me fui a la habitación contigo, eso fue todo lo que paso.
— Yo…lo siento mucho, me comporté como una niña. — Jane besó su herida, y se acurruco entre sus brazos avergonzada. Una vez mas no lo dejaba hablar ni explicar que había pasado. En aquel momento se sentía estúpida, aún no podía acostumbrarse a verlo de otra manera, el seguía siendo su secuestrador.
Un maldito secuestrador que le aceleraba el pulso con una sola caricia.
— También lo siento, debí explicártelo antes.— hundió sus dedos sobre el cabello de Jane suspirando contra él y depositando un cálido beso su frente. Jane sonrió mientras lo miraba enrollada en sus brazos.
— Y yo lo siento por ambos, ¿Qué es toda esta mierda?. — los dos muchachos se sobresaltaron soltándose rápidamente. Marc estaba parado frente a ellos, frunciendo el ceño y apretando su mandíbula. Jane miró a Elliot y no tuvo que hablar para que él entendiera lo que trataba de decir con sus azules esferas. Mierda. En pocas palabras..