Marc se había levantado más temprano de lo habitual ese día. Recorrió los pasillos de la casa en silencio. Vigilando de que todo estuviera en línea. Una vez comprobado que el perímetro estaba seguro, caminó hasta la habitación de Elliot. Abrió la puerta lentamente, y se sorprendió al verlo sumido profundamente en un sueño. Su boca no estaba del todo cerrada, y al parecer, perdió en la lucha contra el peine. Sonrió.
— Hermano…— susurró moviéndolo con su antebrazo.
— Hey…— insistió. — Elliot, niñato, abre los ojos.— golpeo sus mejillas suavemente, pequeñas cachetadas que no lo hacían reaccionar.
Marc se rascó la parte trasera de su cabeza. Recorrió con la mirada algo con que facilitar su acción de despertarlo. Solo encontró unas copas, y lo que parecía ser…whisky. No puedo creer lo que voy hacer. Tomó la copa entre sus dedos y vació el poco resto que quedaba en la botella. Se dirigió silencioso hasta el inmóvil cuerpo del chico, y se inclinó levemente. Dio vuelta el líquido sobre el rostro de Elliot.
— ¡Mierda!, ¿qué?, ¿qué paso? — se levantó en cosas de segundos bastante asustado. Pasó las manos por sus ojos y vio a Marc frente a él. Con una copa entre sus dedos y riéndose.
— ¿Cuál es tu problema, viejo? — preguntó recostándose nuevamente sobre el sofá. Acomodó las mantas sobre sus hombros y rostro. Cerró sus ojos.
— ¿En estos momentos?, tú eres mi problema. — lo destapó dejando caer la manta al piso.
— Vete al infierno, Marc.— murmuró quejándose mientras cubría su rostro con su antebrazo.
— Levántate, tenemos que hablar sobre lo de anoche. — golpeo su hombro atrayendo su atención hacia él.
— ¿Aún estás aquí? — respondió cayendo lentamente en el sueño, se dio vuelta en el sofá de modo que le daba la espalda.
— Anoche hiciste el ridículo. — caminó hasta él perdiendo la paciencia. Lo giro sobre los hombros y lo obligo a sentarse sobre el sofa. Elliot se quejo.
— No recuerdo nada. Solo siento como si un camión me hubiera aplastado un millón de veces. — le respondió mientras abría un ojo.
— Hubiese preferido verte aplastado por el camión, a ver como una chica se encargaba de desnudarte en el baño. — se burló Marc.
— ¿De qué estás hablando? — le preguntó mientras daba un bostezo. Termino de abrir sus ojos por completo mientras sentía su cara arder. Hacia muecas de dolor al momento que gesticulaba caras.
— Anoche llegaste completamente borracho. Hablando estupideces, y con la mitad de tu rostro ensangrentado. — se detuvo para mirarlo. — ¿Y quién crees que se encargó de ti mientras yo no estaba?, sip, la de ojos azules.
— ¿Jane hizo qué? — alzo sus cejas y se levantó rápidamente del sofá. Se toco la parte baja del abdomen mientras emitía un grito de dolor, bajo su mirada y vio un gran hematoma en el sitio.
— Tío, ella te quito los pantalones. — respondió Marc mientras se acercaba a un pequeño velador, sacando de allí una polera gris, y unos short negros. Se los lanzo al sofá.
—Te prometo que no me acuerdo de nada. — Elliot se paso la polera con dificultad por encima de su cabeza.
— Me lo imaginaba, espero que te tranquilice saber que al menos yo fui quien te baño. Pero le las vomitado encima, pobre chica. — Marc se cruzo de brazos mientras apretaba su mandíbula. No sabía si debía estar furioso con su sobrino o cagarse de risa por como lo había visto.
— No me jodas. ¿Qué hice qué?. — respondió Elliot abrochándose el pantalón. Marc asintió con su cabeza mientras fingía estar despreocupado. En realidad quería preguntarle que había pasado, porque había bebido tanto y en que pelea de que banda se había metido. Pero solo lo miró, conversar con Elliot era bastante difícil, siempre terminaba en pelea de un dime y te diré.
— Que vergüenza, necesito disculparme con ella. — contestó mientras se ponía las zapatillas y pasaba los dedos por su cabello.
— ¿Qué hay de mi?, a mi también en vomitaste encima. — lo miró juntando las cejas.
— Has visto cosas peores en esta familia. — Elliot pasó por su lado sonriendo. Iba a ir a ofrecer una disculpa a la chica de ojos azules.
¿Qué habré dicho anoche?, espero no haber abierto demasiado la bocota.
Jane no había conseguido pegar un ojo en toda la noche, no solo por el hecho de que odiaba con toda su alma ser mujer en esos instantes. Si no también, porque aquel chico de ojos miel y rostro destrozado de anoche. Había estado toda la noche sufriendo por sus cambios de humor, y además, su regla ya había bajado. Se encontraba sobre el Puff en posición fetal, al menos eso anestesiaba por unos segundos sus dolores menstruales. Se removía inquieta sobre su cuerpo y a cada instante de la mañana — si es que lo era. — se preguntaba cómo había amanecido Elliot. Si acaso su rostro aún estaba hinchado, o si su ceja ya había sanado. Estúpidamente se sentía preocupada por él. Estúpidamente se albergaba en su mente todas las noches. Estúpidamente su corazón lo llamaba cuando estaba lejos. Estúpidamente ya no deseaba estar del todo libre. Que curioso era todo esto, se culpaba que eran las hormonas.
— ¿Jane? — su cuerpo se sobresaltó al escuchar una voz detrás de la puerta. Se levantó de inmediato evadiendo el dolor en su bajo abdomen. Abrió la puerta y más se sobresaltó al encontrarse con un chico, alto, bastante guapo, de cabello alborotado, con playera gris y short negros, y una sonrisa entre los labios. Ella sonrió también.
— Elliot…— susurró suplicándole a su corazón que mantuviera la compostura. Se relamido el labio. Estaba nerviosa.
— ¿Cómo estás? — preguntó apoyando un brazo sobre el respaldo del marco.
— ¿Cómo estás tú?
— Avergonzado.
— Lo imaginé. — Jane sonrió. — entra. — Elliot la siguió en silencio y esta vez fue ella quién puso el seguro.
— Marc fue a contarme lo que había pasado, lo siento mucho.
— Me vomitaste encima. — Jane apoyo sus manos sobre las caderas.
— Me disculpo también por eso. — metió sus manos entre loa bolsillos del pantalón. ¿Estaba nervioso también?
— ¿Por qué bebiste tanto?
— No lo sé, creí que así me alejaría de los problemas…por un rato quizá. — respondió mientas se poyaba contra la pared.
— Esta mal, ¿siempre lo haces?, ¿bebes y luego dejas que te golpee gente para sentirte bien?. — Jane se acerco a él con la intriga de su respuesta.
— Desde hace un tiempo podría decir que si… — hizo una pausa al notar su presencia tan cerca. — Desde hace tres meses, para ser exactos.— trago saliva mientras sentía su boca extremadamente seca.
— Sería bueno que quizá ya no lo hicieras, te lástimas mucho. — le dijo apuntando su ceja rota.
— Lo sé, y solo quería disculparme por si fui grosero contigo.— la miró por primera vez a los ojos. Jane también a el, recorrió su rostro, su pecho subía y bajaba en cada respiración, sintió su aroma entrando por su nariz, iba despeinado, iba golpeado, y aún así le parecía estar viendo una obra de arte. Sus ojos lo buscaban una vez más, pero él no la miraba.
— Dijiste varias cos... — Elliot la interrumpió.
— Gracias por intentar ayudarme, solo venía a eso, nos vemos luego...— terminó con la conversación abruptamente, y caminó en silencio hasta la puerta.
— No te vayas. — Jane lo retuvo con su voz. Elliot se quedó paralizado con la mano en la perilla. Era la primera vez que ella le pedía que se quedara. Su corazón le pedía a gritos que fuera hasta ella y la besara desesperadamente, que le besara las ondas de su cabello, que le besara las manos delicadas, que le tomara entre sus brazos y la apretara contra él. Extrañaba sus labios, aunque solo había sido una vez. Extrañaba la perfecta manera en que se unían.
— Por favor, solo…quédate. — su labio comenzó a temblar.
— Jane, no hay que seguir con esto. Tú lo has dicho. — apretó su mandíbula deteniendo sus incontrolables impulsos de girar. Cerro sus ojos y logró escuchar como le atravesaban el corazón con una astilla. Aunque todo aquello le dolía, estúpidamente le dolía. Él tenía que hacerlo. Ellos no tenían un futuro. Ella era su secuestrada… y él su secuestrador. ¿Qué lógica había en todo eso?
— Si, lo sé, yo lo dije, pero necesito que hablemos, han pasado muchas cosas y yo…— se detuvo mientras su voz se quebraba. — Creo que nunca podré entender completamente esto. De un estúpida forma me siento atraída hacia a ti. Y me asusta. Me asusta muchísimo, porque esto es raro de cojones, porque ibas a matarme hace algunas semanas, porque no se si estos son sentimientos reales, o me estoy volviendo loca.— guardó silencio y Elliot abrió sus ojos al oír su voz temblorosa.
— Se que esto es… — Elliot la interrumpió.
— ¿Imposible? — la ayudó a terminar la oración mientras se giraba para verla.
— Sí…— sus mejillas comenzaron a tornarse rosadas. Una lagrima retenida hacia que su vision de Elliot fuera borrosa.
— A veces las cosas imposibles suceden. — respondió entregando una sonrisa triste.
— Lo sé, aunque pocas veces terminan bien...
— ¿Y tú que sabes de eso?. — le preguntó mientras tensaba su mandíbula. Le era tan difícil estar cerca de ella luego de todos los pensamientos que tenía luego de aquellos acercamientos. — Si nunca has tenido un imposible en tu vida. — le termino por decir.
— Yo...te tengo a ti. — el corazón de Elliot dejo de latir por un instante.— Tú te has convertido en mi imposible. — Jane soltó la lágrima que se encargó de limpiar rápidamente.
Elliot suspiró, se acerco hasta ella y tomo su mentón entre sus dedos, la observó, tan frágil, tan pálida, se imagino como sería sentir sus labios nuevamente, esta vez en un beso consciente, sin alcohol de por medio, con un beso que ella le pidiera, quiso besarla, pero simplemente apoyo su frente contra la de ella mientras sentía sus respiraciones.
— Hay que olvidarse de que algo ocurrió entre nosotros. — los labios de Elliot temblaron y le entrego un dulce beso sobre su frente. — No somos, no fuimos, ni seremos, Jane. — se dio media vuelta, abrió la puerta de la habitación y dando un paso hacia adelante, supo que no habría vuelta atrás. Estaba renunciando a ella.
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