41. Arriesgado.

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— Eso es muy atrevido, señorita Jane. — ronroneó dulcemente, y se estremeció al ver a una solitaria chica comérselo con la mirada. Caminó a paso firme hasta la mesa, y entonces, tiró de su brazo sin delicadeza alguna. Jane jadeo al sentir su brazo rodeándole la cintura. Con firmeza.

— No se me ocurre una palabra específica para describirte en estos momentos. — murmuró a centímetros de sus labios. Jane tuvo que ahogar un gemido al sentir el tibio aliento de su chico golpearle exquisitamente sobre sus labios rojos.

— Yo te describo a ti...como un ángel. — respondió la muchacha enrollando los brazos alrededor de su cuello, inhalando el increíble aroma a canela que desprendía su perfecto cuerpo.

— Estoy muy lejos de ser uno. — esbozó una segura sonrisa.

— Entonces llámame mentirosa, pero no cambiare de opinión. — respondió Jane soltando un suspiro. Sentía cada parte del cuerpo temblarle, y ya no podía pensar en nada más que no fuera tenerlo entre sus brazos. Elliot la observó de arriba abajo, y de pronto, sus ojos comenzaron a brillar cuando sus pupilas divisaron el colgante sobre su cuello. Bajó un poco más la mirada, y el calor se apodero de la chica. Necesitaba tenerlo...más cerca. Quería besarlo. Quería comerle la boca y dejarlo sin respiración por un par de segundos. Elliot continúo bajando, y se detuvo un poco más en sus curvas. Se relamió los labios y Jane sentía que se desvanecía.

— Estas impresionante esta noche. — cogió su frágil mano y la hizo girar sobre sus talones.

— Todo gracias a ti. — se esforzó por que su voz sonara serena, y tranquila.

— Yo solo te facilite el trabajo, el resto es obra tuya. — murmuró a centímetros de su oído.

Jane ya no podía más. En aquel cuarto hacia muchísimo calor y pronto dejaría escapar algo más que un gemido. Se giró para mirarlo, y adorarlo, una vez más. Él la estaba matando, literalmente. La estaba haciendo sufrir al estremecerla y no ser capaz de unir sus labios finalmente.

Elliot la llevo de vuelta hasta la mesa, y sentándose frente a ella, se removió inquieto. Miró disimuladamente su entrepierna, y lentamente se sonrojó. Levantó la mirada hacia Jane. Quién no podía despegar su vista del mar.

— No puedo dejar de verte, estas realmente hermosa, lo siento si sueno demasiado psicópata o algo así. — sonrió mientras levantaba la copa hasta la comisura de sus labios.

— Tú no te quedas atrás, jamás te había visto tan...formal. — tragó saliva.

— Es una ocasión especial, quiero que te sientas única esta noche. — le guiñó un ojo mientras dejaba la copa sobre la mesa.

— Realmente me siento así, y por cierto, esta hermoso el colgante, muchas gracias.

— Me alegra que te haya gustado, elegí las mejores palabras para ti. — cogió las manos de Jane y las entrelazo con las suyas. — Quiero que sepas que nada te retiene aquí, ¿entiendes?, de eso se trata lo que escribí. No pienses que porque estás conmigo significa que estas atada. Tú eres libre. Lo eres hace muchísimo tiempo. Puedes irte cuando quieras, así eso rompa mi corazón.

— No me iré a ninguna parte, estoy demasiado bien a tu lado. — sonrió. — No te vas a deshacer de mí tan fácilmente si es lo que deseas.

— Jamás podría desear algo tan estúpido.

— Me alegro, porque no me iré a ninguna parte.

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