El corazón de Jane no podía con tanta amabilidad. Marc le había llevado de comer unas costillas en salsa de barbacoa, un vaso de agua, y varias porciones de lo que parecía ser una tarta de uva. Por un instante se preguntó si detrás de toda esa amabilidad se ocultaba algo. Marc la observaba desde una esquina mientras Jane disfrutaba de cada bocado que daba, nunca en su vida se había dado el tiempo de sentir los sabores y texturas, hasta ese instante. Sonreía estúpidamente luego de cada sorbo de agua, y no desperdiciaba ni un solo segundo en probar la tarta. Una vez que se acabó todo, miro a Marc. Quién seguía rígido en aquella esquina, con los brazos cruzados sobre su pecho y con la mirada baja. Él, y el sujeto de la máscara con la imagen de su padre eran los dos hombres mayores que Jane había visto hasta ahora. No tenía la misma edad que el resto. Ni que ella. Y tampoco tenía nada que envidiarles físicamente a los demás. Sus facciones estaban definidas y su cuerpo era igual de voluptuoso que todos allí. Su mirada parecía estar perdida, y su cabello negro cubría parte de su frente. Su piel era morena, y llevaba tatuajes sobre sus brazos, y parte de su cuello. Al descubrirla mirándolo se acercó sigilosamente y retiró las sobras del suelo.
— Gracias...— dijo Jane acomodándose. Marc solo la miró y se dirigió hacía la puerta.
— ¡Espera!.— vocifero atrayendo su atención. Él la miro sobre su hombro y giró sobre sus talones lentamente. Siempre manteniendo la mirada fija en ella. Por un instante, Jane sintió lastima. Lástima por aquella mirada fría y desorientada. Lástima porque sabía que no era igual que todos allí, pero sin embargo, nos los abandonaba. Se preguntó si tenía familia, o si alguna vez había amado a alguien
— Yo..uhm, bueno.— se rasco la parte trasera de su cabeza. Incomoda. — ¿puedo hacerte unas preguntas?— soltó sin tapujos. Marc continúo observándola. Silencioso.— ¿Por favor?.— levantó sus cejas mientras mordía su labio inferior.
— Hazlas. — caminó hasta ella y se sentó firmemente en la alfombra azul. Le dirigió una última mirada y apoyó los codos sobre sus rodillas. Solo unos centímetros los separaban. — Pero te aseguro que no las responderé todas. — dijo con indiferencia. Los nervios consumían a Jane. ¿Por dónde debía empezar? ¿Que debía preguntar primero?
— Yo...uhm, ¿por qué estoy aquí?— preguntó preparándose para la respuesta. Lo miró fijamente a los ojos pero él solo desvió la mirada. Hubo silencio absoluto en toda la habitación. Bien, pensó. Debí ser menos explícita. Vamos con otra.
— ¿Cuántos, además de ti, se dedican a...esto?— intentó sonar relajada.
— Somos ocho. — soltó Marc en un suspiro.
— ¿Ocho? yo solo he visto a cuatro, el hombre de la máscara, a él, a ti, y bueno, a la bestia. — dijo remarcando bestia. Jane se sorprendió al verlo elevar una parte de sus labios. ¿Estaba sonriendo? por qué si lo hacía, era una sonrisa hermosa. Supongo que le hizo gracia el sobrenombre, pensó.
— Todos tenemos un cargo.— respondió fríamente. Al ver el rostro de Jane desilusionarse ante aquella respuesta, añadió:— Por ejemplo esta Benny, el se encarga del piso de abajo junto a Simón y Dylan, este último es el sujeto de la máscara. Luego le siguen Hugo y también Iván, ellos son los más pequeños del lugar. — miró hacía la puerta apretando su mandíbula. Marc, Benny, Simón, Nathan, Elliot, Hugo, Dylan, Iván. Memorizó Jane rápidamente.
— ¿Qué cargo cumples tú?— preguntó atrayendo su mirada nuevamente.
— Yo solo me encargo de cumplir las órdenes. — respondió frío.
— ¿Cómo llegaron a esto?, quiero decir, ¿es algo de familia?, ¿son parientes?— insistió rápidamente. Ella suponía que si, de otra forma deberían ser personas de muchísima confianza para no delatarse entre ellos al primer encontrón. Salió de sus pensamientos. Se escuchaban ruidos desde el piso de abajo.
— Todos tenemos algo que ver con el otro. — Marc se levantó bruscamente de la alfombra y camino hasta la puerta. Se detuvo segundos antes de abrirla, y miro a Jane.
— Elliot es mi sobrino. — le comunicó mientras giraba de la perilla. — Si alguien que no has visto, entra en esta habitación, grita, y hazlo muy fuerte.— ordenó mientras ponía ambos pies fuera del cuarto. ¿Gritar? ¿Por qué iba a gritar? ¿No se suponía que nadie debía entrar?, ¿por qué ahora iban a hacerlo? ¿Estarían enfadados por aquellas reglas?. Jane se acomodó tras el Puff mientras el miedo la consumía, una vez más.