Elliot se despertó en mitad de la noche. Mirando a su alrededor comprobó que estaba solo. Como siempre. Suspiró y puso las manos detrás de su nuca mirando hacia la oscuridad. Hace algunas horas había acompañado a Jane al baño luego de escucharla gritar en el piso de arriba. Rápidamente había subido y la había despertado a fuerzas. Jane era una chica muy guapa, demasiado guapa por desgracia. Sus ojos azules perseguían a Elliot desde la primera vez que los vio de cerca. Sus temblorosos labios no salían de su mente, y su fino cuerpo lo tenía siempre presente. Maldijo en silencio al encontrarse pensando en ella. Cerró sus ojos sacando a Jane de su mente. Pero al hacerlo, ahí estaba de nuevo. Sonriéndole. Cogió una almohada entre sus manos y la presionó contra su rostro, enfadado. Sin darse cuenta. Se encontraba pensando en ella una vez más. Se maldijo a sí mismo por todas las veces que la había maltratado, que la habían golpeado. Pero así era él. Así era su vida ahora. Ya nadie valía nada para Elliot Doman.
—Sal de mi mente maldita sea...— se sentó sobre la cama apoyando sus codos sobre las piernas. Afirmó su cabeza con ambas manos y respiró hondo. La imagen de Jane entrando en el cuarto de baño con solo una camiseta lo volvía loco. Su pálido rostro cubierto de pecas lo hacía perder la cabeza. Su cabello oscuro con suaves ondas la hacía desesperadamente deseable. Bajó los pies al suelo estremeciéndose al notar el piso helado. Se puso una camiseta y subió las escaleras, rascándose la cabeza. Abrió la puerta de la habitación de Jane y la vio sumida en un profundo sueño. La contemplo desde ahí. Desde la puerta. Sin poder avanzar un paso más hacia ella, cerró los ojos evitando el calor en su cuerpo. Estaba acomodada como podía sobre aquel Puff negro, y su cabello se deslizaba sobre sus brazos desnudos. Elliot maldijo al darse cuenta de la escena que estaba dando. Se obligó a cerrar la puerta. Y al hacerlo, se encontró de frente con Marc, quién lo miraba confundido.
— ¿Qué rayos haces aquí, y a está hora?.— preguntó entre un bostezo.
— Yo...creí escuchar un ruido. — mintió.
-— Yo no escuche nada...— respondió Marc refregandose los ojos.
— Solo ha sido mi imaginación. — se despidió de él con un gesto de mano y bajo rápidamente las escaleras. Caminó por el pasillo hasta llegar a la última habitación, su habitación. Abrió la puerta y luego la cerró tras él. Lo más cómodo que había en ese cuarto era un sofá. Sofá que era su cama desde hace años. Se acomodó nuevamente en el e intentó dormir. Suspiró.
— Lo siento tanto hermano, yo no lo busqué. — susurró mirando el techo de la habitación. Una lágrima se deslizo por su mejilla hasta llegar a su oreja. No se encargó de secarla. Lamentaba desde lo más profundo de su ser tener aquellos pensamientos indebidos con esa chica. Porque así lo llamaba él, como algo completamente indebido. Lágrimas tras lágrimas caían y él parecía ignorarlas. Nunca le había gustado llorar. Consideraba que eso era de débiles, y a él, la vida lo había hecho fuerte. Solo caía ante el recuerdo de su hermano, de su madre, y de...Jane. ¡Mierda, mierda, soy un completo imbécil!, Golpeó su cabeza contra el sofá.
— Debí matarla cuando aún podía. -— se reprochó a él mismo.
— Pero sin embargo, estás ahí, acostado, y pensando en ella. — se sobresaltó al escuchar la voz de Marc en la habitación. Se levantó abruptamente del sofá.
— ¿Qué mierda quieres Marc?.— habló controlando su ira. Se sentó nuevamente apoyando los codos contra sus muslos. Marc se sentó a su lado, en silencio.
— Puedes acabar con todo esto ahora, y lo sabes.
— ¿De qué estás hablando? .— Elliot frunció el ceño.
— Ve allá arriba y libérala. O bien, saca tu acogedora arma y ponle un tiro entre ceja y ceja. Si piensas que así vengarás a Ethan.
— Cállate Marc, sal de aquí. — advirtió cubriendo su rostro. El solo hecho de pensar en liberarla lo volvía loco. Y mucho más lo hacía el matarla.
— Te gusta la chica, me sorprendes. — lo miró. — Jamás creí que te enamorarías.
—¿Qué?, no, no me gusta, ni muchos menos estoy enamorado de ella.— bufo fastidiado por la escena.
— ¿Entonces por qué te encuentras a estas horas de la noche pensando en la dulce chica del cuarto de arriba?.— preguntó alzando ambas cejas.
— Estoy pensando como hacer pagar a ese maldito detective. Sabes que su padre tiene que pagar lo que a hecho, y día tras día me mato la cabeza haciendo eso. Pensando.
— El culpable aquí es Sam, el maldito detective ¿te acuerdas?, no ella y lo sabes.
— ¿Por qué no te largas?, Si no ayudas, tampoco estorbes. — lo reprimió tensando su mandíbula.
— Estas jodido. -—Marc se levantó del sofá y camino arrastrando sus pies. Giró la perilla de la habitación y abrió la puerta. — No te culpo. Es hermosa. —la cerro tras él. Elliot cogió una almohada entre sus manos y la lanzó con ira hacia la pared. Se acostó una vez más sobre el sofá, refunfuñando y tirando maldiciones.
— Algo tengo que hacer contigo, Jane —presionó sus ojos y suspiró por última vez.
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Libérame.
Storie d'amoreÉl es el culpable de su secuestro, y también, el de su felicidad.