37. Juntos siempre.

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Jane estaba tendida sobre la cama, con un fuerte brazo rodeándole la cintura. El cálido cuerpo a su espalda la enloquecía, acelerando su pulso con cada caricia. Sonrió. Amaba esa sensación. La respiración de su acompañante le golpeaba en la nuca. Erizando sus bellos. Se dio la vuelta para verlo dormir en la oscuridad. Admiró su rostro. Pacifico. Admiró su abdomen. Relajado. Lo admiró a él. Perfecto. Inhalo el exquisito aroma que desprendía su cuerpo. Acarició su rostro suavemente, y de pronto, se movió.

— ¿Bebé? — preguntó con una hermosa voz perezosa.

— ¿Mmh?

— ¿Qué haces? — se alejó unos centímetros para disfrutar de un largo bostezo. Rápidamente se incorporó y presionó su musculoso cuerpo con el de su chica.

— ¿Te habían dicho alguna vez que eres encantador? — Jane besó sus labios.

— No lo recuerdo. — admitió. — Pero juro que solo quiero oírlo salir de tu boca. Siempre. — sonrió.

— Te quiero…— dijo ella. El chico apretó más sus cuerpos haciendo que sus labios se rozaran a cada momento. Sus narices se presionaban cada vez que él se acercaba un poco más, y sus cuerpos se entregaban un delicioso calor protector. Frente a sus ojos, no había mujer más hermosa en el mundo que ella. Con sus grandes ojos azules. Con su  pálida piel sonrojada por el calor. Y con unos exquisitos labios rosa, era perfecta, simplemente perfecta. Cualquier hombre en el universo desearía tener a una Jane en su vida. Sin embargo, solo había una. Y la tenía él. A veces, se preguntaba si la merecía, si realmente se merecía a alguien tan dulce, tierna, y adorable como ella.

— Yo también te quiero, princesa. — murmuró juntando sus labios en un sabroso beso.

— Daría todo lo que tuviera a mi alcancé para que jamás nadie te dañara. — volvió a hablar, acariciando la pálida piel de su chica. — Daría mi vida entera con tal de salvarte de toda la maldad. — la besó. — Daría cada parte de mi cuerpo para reconstruir el tuyo si algún día hace falta.

— ¿Estaremos siempre juntos, verdad? — preguntó Jane con un hilo de voz.

— Siempre, princesa. Nunca dejaré que nada nos separé, ni siquiera la muerte. — la abrazó tan fuerte que sintió que la rompería. Besó su cabeza y suspiró contra ella.

— Prometo quererte siempre. — susurró la chica contra su pecho.

— Y yo prometo jamás dejarte ir. — respondió él cerrando sus ojos.

— A veces tengo miedo.

— ¿De qué? — juntó sus cejas.

— De que algún día nos separemos, eso me destrozaría el alma.

—  Jane, bebé…no pienses en eso, por favor. No me puedo imaginar sin ti.

— Te quiero, y no te quiero perder. — le rodeo la cintura con sus delgados brazos.

— Estas en mí, y yo en ti. Jamás nos perderemos. — susurró. — Ahora cierra tus ojos, es tarde.

— Esta bien, ¿abrázame sí?

— Tus deseos son órdenes. — la giró lentamente para que su fría espalda se acoplara a su cálido abdomen. Le rodeo la cintura con su fuerte brazo, y besó su hombro. Estremeciéndola. Le recorrió la espalda solamente a besos. Murmurando su nombre en ella. Era la forma de hacerle saber que era de él. Jane cerró sus ojos y supo que no habría mejor lugar que sus brazos.

— Buenas noches, Liam. — susurró besando su ante brazo.

— Buenas noches, princesa. — respondió él besando su cuello.

— Te quiero. — dijo en una voz casi inaudible.

Libérame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora