Jane abrió sus ojos rápidamente y dio un grito desde lo más profundo de su garganta. Su padre se encontraba frente a ella, muerto. Su cuerpo estaba cubierto de golpes, y mucha sangre. Las manos de Jane quisieron tocarlo, pero las retiro al ver su rostro desfigurado. Sus ojos hinchados y sus labios partidos, la hicieron gritar de dolor. Se aferró al cuerpo de su padre sacudiéndolo.
— ¡Abre tus ojos! — suplicó.
— ¡Papá! — gritó su nombre. Lentamente sujetó el rostro entre sus manos y con su sucia camiseta limpió la sangre que lo cubría. Las lágrimas caían sobre la frente de él llevándose parte sus heridas.
— Papá...— murmuró cubriéndose su boca. Sus mejillas estaban cubiertas de sus propias lágrimas, y sus labios se habían secado enseguida.
— No me dejes aquí...por favor, abre tus ojos. — mustió mientras limpiaba su nariz con la palma de la mano. Rompió en llanto.
— ¡Papá, despierta! — lo sacudió bruscamente. Se rehusaba a que estuviera muerto. Golpeo su rostro suavemente para que reaccionara, y justo entonces, alguien le rodeo la cintura con firmeza para luego elevarla del piso. Miró a su alrededor, y se dio cuenta que ya no se encontraba en la habitacion con Elliot. Pero sin embargo, era él quien la había tomado entre sus brazos.
— ¿Tu hiciste esto?... — murmuró sorprendida. Elliot solo se dedico a sonreir mientras observaba su cuerpo temblar.
— Claro que lo hiciste, ¡eres un maldito hijo de puta! — golpeó su rostro con ambas manos liberándose de todo su dolor. Elliot la sujetó firmemente con ambas manos y entonces, Jane gritó. Sus dedos estaban cubiertos de sangre fresca. Se soltó bruscamente y se alejó corriendo de él. Salió por una puerta trasera que la condujo hasta la salida de un jardín. Miró hacía atrás y vio a Elliot caminando mientras limpiaba sus manos sobre la camiseta. Jane obligo a sus piernas avanzar con mayor velocidad y siguió sin un rumbo fijo. No había nadie en las calles y era pleno otoño. Todo parecía estar tristemente desolado. Tropezó con la rama de un árbol justo cuando iba a saltarla. Eso le dio ventaja a Elliot para llegar hasta ella y tomarla por el cuello. Jane dio patadas en todas direcciones pero ninguna lo alcanzó.
— Esto tenía que suceder. Y era mejor hacerlo ahora. — sacó un revolver que estaba firme en su cinturón, y apuntó a Jane...justo en la sien.
— Por favor, no lo hagas, dijiste que no ibas a matarme. — suplicó la chica tratando de quitar la mano de su cuello. Él solo la torturó poniendo su dedo índice sobre el gatillo.
— Jane...— habían murmurado sus labios. — Jane...— repitió suavemente. — ¿Jane? — junto sus cejas mientras enterraba sus dedos sobre sus hombros. — ¡Jane! — había gritado. — ¡Jane, Jane! — gritaba su nombre desesperadamente. Jane se removió inquieta y tomo un sorbo de aire. Abrió sus ojos de golpe.
— Maldición Jane, ¿estás bien? — era Elliot. Quién la tenía sujeta por los hombros. Su cuerpo estaba cubierto por una delgada capa de sudor y de sus ojos caían lágrimas, pero no se sentía triste. Estaba asustada.
— Contéstame, por favor...— suplico poniéndose frente a ella. Jane estaba tendida sobre el Puff controlando su respiración. De sus ojos seguían brotando lágrimas y su garganta estaba jodidamente seca. Su cuerpo temblaba sin piedad, y su corazón parecía no calmarse. Elliot estaba frente a ella, en cuclillas, y con un rostro muy preocupado. Los ojos de Jane se abrieron al verlo sin camiseta. Solo traía con él un bóxer negro y su cabello estaba completamente alborotado. Su cuerpo estaba trabajado, sin duda, pero no en exageración. Jane se detuvo a mirarlo unos segundos y se dio cuenta de que no había tinta sobre él. No traía tatuajes sobre sus brazos, cuellos, piernas o brazos. Todo lo que había frente a ella era una cálida piel trigueña con 8 lunares en su rostro. Tragó la poca saliva que desprendía su garganta.
— ¿Jane? — preguntó tomando su barbilla. Su boca tembló ante su contacto. — ¿Te encuentras bien?
— Ss...si, lo siento, he tenido una pesadilla. — secó las lágrimas de su rostro y se acomodó la camiseta que dejaba a la luz gran parte de sus muslos. El calor se apodero de sus mejillas.
— ¿Quieres ir al baño por un poco de agua?.— ofeció.
— Por favor, y quisiera darme una ducha rápida. — asintió rápidamente y se levantó con dificultad. Cada día odiaba más tener que llevar un yeso sobre su pie. Maldijo el día en que intento escapar desesperadamente. Elliot abrió la puerta y adelanto el paso. La casa se encontraba a oscuras y tuvo que afirmarse del pasamano de la escalera para no caer. Miro hacía el piso de abajo y solo había una luz encendida. Debe ser Marc. Una vez que el pasamano se había acabado, solo quedaba desconfianza. Extendió sus manos tratando de encontrar la pared, pero en cambio, solo se topó con una cálida piel. Dio un chillido.
— Me has asustado. — dijo afirmándose del brazo de Elliot. — Lo lamento...— susurró cerca. Demasiado cerca. Jane respiró hondo obligándose a no entrar en pánico. Finalmente Elliot abrió la puerta del baño y encendió la luz. Gracias a dios. Jane entró rápidamente y cerró la puerta a su espalda. Abrió el grifo y tomo una considerable cantidad de agua sobre sus manos. Varias veces. Aquella pesadilla la había hecho estar a punto de mearse encima. Dio un suspiro de alivio y se limpió rápidamente para luego lavar sus manos y meterse a la ducha, necesitaba agua fría sobre su ahora, delgado cuerpo, se ducho rápidamente y utilizo la misma ropa que tenía desde hace días. Una vez que termino, se apresuro en abrir la puerta. Elliot la estaba esperando a unos pasos. Al verla salir no intento disimular mientras miraba sus desnudas y húmedas piernas. Jane caminó lentamente hasta su lado y se afirmó de su brazo. Elliot grito. Jane lo hizo de vuelta.
— ¡Joder, estás helada! — dejó escapar una risa. Una encantadora risa que por primera vez deleitaba los oídos de Jane.
— ¡Me asustaste! — chilló enfadada. Riendose también.
— Lo siento...¿te ha servido la ducha?— dijo Elliot comenzando a caminar. Jane asintió e intento seguirle el ritmo, pero era casi imposible. Finalmente decidió por quedarse quieta.
— ¿Qué sucede? — preguntó tomándola del brazo.
— Vas muy rápido.
— Perdón, lo había olvidado. — bajo la vista hacía su pie y le ofreció el brazo nuevamente. Jane lo tomó y comenzaron a caminar. — Pie grande. — susurró.
— ¿Qué? — preguntó Jane frunciendo el ceño.
— Nada. — Elliot se encogió de hombros.
— ¿Cómo me llamaste? — volvió a insistir apretando de su brazo.
— Yo no he hablado. — se defendió Elliot. Jane bufó y guardó silencio. Caminaron de regreso hasta su habitación y él le abrió la puerta. La luz se había quedado encendida y Jane agradeció ver algo iluminado. Odiaba la oscuridad después de todo. Entro lentamente en el cuarto y se acomodó una vez más sobre el Puff negro.
— Que descanses...— dijo Elliot.
— También tú. — respondió Jane cerrando sus ojos. Estaba agotada.
— Buenas noches...pie grande. — dejó escapar y cerró la puerta rápidamente. Jane abrió sus ojos de golpe. Maldito imbecil, pensó Jane y junto sus pestañas nuevamente, deseandoo esta vez, no soñar.