Jane no dejaba de gritar desesperadamente que se detuvieran. Pero ninguno la tomaba en cuenta. Elliot no perdía tiempo en atacar a Nathan cuando este trataba de recuperarse. Y él por su parte, aprovechaba cada segundo en que Elliot retrocedía aturdido.
— Elliot...no sabes lo que estás haciendo. — Jadeó Nathan mientras limpiaba sus labios ensangrentados. Su mirada era de odio, Jane podría ver llamas en ellos, como las del infierno, nada que viniera de aquel hombre podría ser bueno.
— Este no es tu puto problema Nathan. — respondió Elliot con su rostro consumido por la ira. Tenia la mejilla golpeada y comenzaba a ponerse roja, los nudillos le sangraban, no identifica si de su propia sangre, o la de Nathan.
— ¿Qué te hace pensar que no lo es? — dio un paso hacía a él. Amenazante.
— Yo me encargaré de esto. — susurró escupiendo sangre. Esa respuesta sonó mas bien a una advertencia.
— No, no lo harás. — presionó su dedo índice contra el pecho de Elliot. — Tú no serás quién acabe con ella...mírate, no eres capaz de matarla.— volvió a hablar mientras miraba a Jane sonriendo.
— Aquí nadie...va a matarla. — empujó con ambas manos a Nathan haciéndolo perder el equilibrio. — ¡¿Me escuchas?! , ¡Ningún imbécil le pondrá un dedo encima! — golpeó su rostro mientras su cuerpo comenzaba a sudar. Todos sus músculos estaban tensos bajó su camisa. Nathan se levantó rápidamente y arremetió contra él tirándolo al piso. Jane cubrió su rostro atemorizado. Su corazón se había acelerado, y con cada palabra que decían sentía que iba a caer. Nathan golpeó a Elliot en el piso, y la madera comenzó a crujir.
— ¡Deténganse, se van a matar! — Jane chilló mientras golpeaba la pared para llamar su atención. Nathan la miró unos segundos, y de pronto, su cuerpo se sintió débil. Recordó aquella vez que la golpeó sin piedad, y la respiración le comenzó a fallar. Presionó las manos sobre su pecho, y gritó cuando Elliot se subió encima de él golpeándolo en la nariz. Un hueso quebrándose bajo la piel silenció la habitación.
— ¡Basta! ¡Marc, Marc! — gritó mientras se acercaba hacia la puerta. La abrió de golpe y se encontró con nada mas que vacío. Sus ojos comenzaron arder y sus mejillas estaban rojas. Se giró hacía la habitación, y ahora era Nathan quién dominaba la situación. La sangre cubría cada parte de su nariz, y las venas se marcaban bajo sus manos. Jane gritó al verlo golpear sin piedad las mejillas de Elliot. El corazón se le hizo pequeño y un impulso la llevo a entrar y arremeter contra él...golpeó su espalda con ambas manos haciéndolo caer de costado. Esto le dio tiempo a Elliot para levantarse y esperar a que este también lo hiciera.
— Por favor...detente. — Jane susurró cerca de su oído y tomó su brazo con fuerza. Elliot relajó sus músculos por lo que serían dos segundos, y se soltó suavemente para caminar hasta Nathan. Lo tomo por la camisa y lo levantó del piso mientras le daba una cachetada.
— Tú y yo, vamos a hablar sobre esto luego. — murmuró apretando su mandíbula. — No te olvides de quién es el maldito jefe aquí. — lo soltó y cogió a Jane del brazo para luego subir las escaleras.
— ¡Elliot, me haces daño! — chilló mientras éste la arrastraba por el pasillo. — ¡Elliot! — intentó soltarse de los firmes dedos de él. Llegaron rápidamente hasta la habitación y ambos se detuvieron frente a la puerta antes de entrar.
— Elliot...— Jane susurró mientras sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas. — Por favor...— los dedos de él parecieron relajarse bajo el brazo de Jane. La soltó lentamente y luego entró en el cuarto a paso firme. Jane lo siguió unos segundos después y gritó cuando lo vio golpear la pared con su puño. Su cuerpo comenzó a temblar ante la reacción descontrolada del chico de ojos miel. Cubrió su rostro con ambas manos ocultado sus lágrimas. Una vez que Elliot terminó de descargar su ira la vio, en un rincón, llorando. Su corazón se decepcionó y eso le afirmó de que nunca tendría una vida normal. Porque no podía controlar su ira, ni sus impulsos. Siempre dañaría a la gente a su alrededor. Maldijo en silencio y acercó a ella.
— ¿Estas bien? — preguntó rozando con la yema de sus dedos el hombro de Jane. Su piel estaba fría.
— No soy yo quién tiene el rostro ensangrentado. — se levantó limpiando sus lágrimas. Elliot sonrió.
— Yo...no sé cómo explicar lo que paso allá abajo.
— No hace falta que lo hagas. Creo que deberíamos alejar el whisky de nosotros por un tiempo... — Ambos sonrieron.
— Tienes que limpiar eso. — susurró Jane rozando sus heridas, la de la ceja era la que mas sangraba hasta ese momento.
Al verlo así, al escuchar decir que nadie iba a ponerle un dedo encima no sabía como debía sentirse la respecto, el beso, la pelea, todo la estaba abrumando mucho en ese momento, pero mas la abrumaba verlo así de golpeado, se moría de ganas de decirle que gracias, de curarle las heridas y de ser ella quien lo protegiera ahora.
— No es nada. — se limpió la sangre con la esquina de su camisa.
— ¿Tienes un botiquín o algo parecido? — preguntó Jane pasando a su lado. Elliot se volteo a mirarla, y sonrió.
— Iré a ver que encuentro. — salió de la habitación. Jane se acomodó el cabello hacia un lado y espero a que regresara. En el silencio del cuarto los recuerdos comenzaron a atacarla, pasó los dedos por sus labios y luego los dirigió hasta su cuello. Se estremeció. Mordió su labio inferior inquieta y paso las manos por sus rostro.
— ¿Que estoy haciendo? — susurró mientras negaba con su cabeza. El beso, las caricias, sus ojos, su boca. Todo. Todo la hacía dudar y confundirla mucho más. Sus deseos de salir libre poco a poco se iban desvaneciendo cuando Elliot se encontraba cerca. Sé que es una locura, pensó. Pero...es mi locura.
— No sé si esto sirva. — Elliot entro en la habitación y Jane se sobresaltó. Le enseño una botella de alcohol y un poco de algodón en un envase. Jane sonrió.
— Esto va a doler. — comunico sentándolo en el Puff.
— Confió en ti.
— Espero no romper tus expectativas.
— No lo harás. — cerró sus ojos y sus manos llegaron hasta las caderas de Jane. Esta suspiró nerviosa y humedeció un poco el algodón con alcohol. Apoyó una mano sobre su hombro y se inclinó unos centímetros para tener una mejor visión del rostro de Elliot. De sus lunares, de dejarlos a la vista nuevamente.
— Aquí voy. — dijo rozando con el algodón su herida.
— Ag, mierda...— se quejó Elliot haciendo una mueca de dolor.
— Debiste pensarlo antes de irte a los golpes. ¿No conoces la palabra auto-control?
— La he oído...alguna vez quizá.— Eres un desastre.— respondió Jane pasando a la siguiente herida.