Jane se dejó caer al piso una vez que Elliot abandonó la habitación. Cubrió su rostro con ambas manos obligándose a no llorar, pero su mente parecía torturarla con las últimas palabras dichas. Él le había dejado claro que no podían estar juntos, y Jane no hizo nada para detenerlo al salir. Porque en el fondo de su corazón sabía que tenía razón. La locura más grande de su vida sería enamorarse de una persona completamente opuesta a lo que ella era. Y ese era Elliot. Un chico que no sabía de límites, y mucho menos de control. Un muchacho que no tenía nada, pero lo quería todo. Un niño destrozado desde siempre encerrado en un cuerpo de hombre. Jane maldijo a todos en su mente. Partiendo por Elliot, y terminando en su padre. Si eso era cierto...si él realmente había asesinado a Ethan, entonces su mundo acabaría por derrumbarse. Cada segundo que pasaba sentía que estaba enloqueciendo. Enloqueciendo por tan siquiera haberse imaginado — aunque por unos cortos segundos —, un futuro junto a él. Enloqueciendo por creer... que quizás ella podría cambiarlo. Sacudió su cabeza alejando sus pensamientos. Todo había acabado. Él tenía razón, no fueron, no son, ni serían...absolutamente nada más que dos desconocidos.
Elliot caminó hasta su habitación golpeando todo objeto se cruzara en su camino. Estaba furioso con él, con ella, con todos. Abrió la puerta del cuarto con un solo empujón y se sorprendió al ver a siete hombres que lo esperaban dentro. Impacientes.
— ¿Qué mierda es esto? — preguntó frunciendo el ceño mientras ponía un pie dentro de la habitacion,
— El tiempo se agota Elliot. — dijo Benny, dando un paso hacia adelante. Él era el mayor de todos, pero no el menos importante.
— ¿Qué haremos con la chica? — interrumpió Nathan. Elliot apretó la mandíbula. Ya sabía porque estaban ahí, era una emboscada dirigida principalmente por él.
— ¿Quién diablos los dejo entrar aquí?
— Ya hermano, déjate de rodeos y da la orden de matarla de una puta vez. — Simón saltó desde el fondo de la habitación.
— Son increíbles. — Elliot rio. Incrédulo. Sin comprender como habían sacado tantos huevos de presentarse así.
— ¡Este no era el plan, y lo sabes!. — gritó alguien, no reconoció la voz. Seguramente porque no estaba escuchando.
— Es cierto, joder... ¿hasta cuándo la amabilidad con esa puta? — los ojos de Elliot se tornaron completamente oscuros como su cabello, apretó los puños a ambos costados de sus caderas.
— Hay que hacerlo de una vez, que no se te olvide que su maldito padre mató a mi amigo.— Dylan gritó seguido de varias aprobaciones. Elliot movió la cabeza de un lado a otro, sintiendo una presión en ambas partes de cuello. Sabía que esto iba a detonar, los conocía, claro que los conocía a todos, ellos no iban a esperar más, querían algo, y lo estaban pidiendo a gritos.
— ¡Vamos a por ella ahora!. — gritaron. Pero entonces Elliot cerro la puerta tras él con su pie haciendo temblar las paredes.
— ¡Cierren la maldita boca todos!.— golpeo la pared con ira. — ¡Aquí nadie va a tocarla, ¿me oyen?!. — grito mientras los apuntaba a todos con su dedo.
— ¡¿Qué carajos sucede contigo, hombre?! — Iván caminó hasta el centro quedando muy cerca de él. A solo centímetros, era solo una palabra para detonar todo.
— ¡Las ordenes las doy yo!, ¡Creo que ya nadie recuerda quién es el jefe en toda esta mierda!, ¡Si digo que nadie la toca, espero que ninguno de ustedes se atreva a desobedecerme!. — los amenazó. — Me importa una mierda matarlos a todos juntos. Ustedes para mí...no valen nada. — su voz era seca y mecánica.
