Las siguientes horas (o días) ya no sabía cuanto tiempo había pasado desde que vio a Elliot la última vez, Jane las pareció vivir planas, sin lamentos, sin miedo, aferrada a los recuerdos. sintiendo muy en el fondo, que si moriría, lo haría habiendo vivido una vida relativamente feliz. Le apretaba el corazon pensar en como sería la vida de su padre luego de que ella no estuviera.Lo único que pensaba y sabía con certeza, era que cada vez que la puerta se abría, ella esperaba su final.
Final que jamás llegaba.— No has tocado la comida. — dijo Marc mirando el plato.
— No tengo hambre. — murmuró Jane.
— Hace tres días que ya no tienes hambre.
— No llevo precisamente el calendario en mi cabeza, ¿vale?.— le dedicó una mirada impaciente.
— Jane...necesitas comer algo. — se levantó dispuesto a convencerla de probar la comida.
— No quiero nada que venga de ustedes...y nisiquiera intentes acercarte a mi. — lo miró enfurecida tomando el tenedor entre sus dedos.
Al menos si iba a morir, lo haría peleando.
— Déjalo Marc, yo me encargo. — era él, Elliot. Jane giró su cabeza para verlo, pero inmediatamente volvió a su postura. Su mirada rápida reveló que Elliot llevaba puesta una camisa azul, azul como los ojos de Jane, con las mangas arremangadas y unos pantalones negros, iba de zapatillas y parecía estar perfectamente peinado.
''Se viste para mi funeral.''— pensó.
Jane se mantuvo sentada con las piernas rectas, con la espalda apoyada en el Puff, y mirando plato de comida que no se le apetecía nada. No se había bañado en dos días, no había comido, no había llorado más. Sus fuerzas se habían ido, y su apetito también. Un vacío se había apoderado de su pecho y mente. Día tras día Jane repetía en su mente que su padre no lo había hecho. Como si de eso dependiera que pudiera vivir, pero sabía que no era así.
— Marc...— dijo Elliot. Él solo asintió con la cabeza y se marchó de la habitación en silencio. Cerró la puerta suavemente y Jane logró escuchar cómo ponía el seguro por fuera.
— ¿Es necesario hacer esto?— murmuró Jane.
— No. — se acercó a ella lentamente tratando de ver su rostro. Jane apartó la cara. Elliot se sentó junto a ella.
— ¿Donde estuviste estos días?.— preguntó Jane, de pronto curiosa, demasiado ilusa para creer que el respondería. Claramente no lo hizo.
— Si vas a matarme, hazlo luego— murmuró Jane.— . Necesito al menos que mi padre lo sepa para que deje de buscarme.— agregó dejando escapar una lágrima. Y ahí estaba de nuevo, llorando frente a él. Quizas en un intento de que se compadeciera de ella, de que cambiara de opinión y la dejará escapar como en las peliculas. Se juraba a si misma de que podría correr tan rápido en 10 segundos antes de que le disparara por la espalda.
— No voy a matarte.— se detuvo mirando hacia el techo de la habitación. Apretó su mandíbula mientras cerraba sus ojos con tristeza. — Me encantaría hacerlo, pero no puedo.
— ¿De qué vas ahora?, ¿Vas a perdonarme la vida y dejarme ir?.— preguntó con una pizca de esperanza mientras jugaba con el dobladillo de su polera.
— No alucines tampoco, solo dije que no iba a matarte.— la miró— Aún.
Jane suspiró, no de alegría, ni de alivio, mucho menos de paz, solo suspiró dandonse cuenta que esta pesadilla aún no iba a terminar. No la mataría, pero tampoco la dejaría ir, era un suspiro de resignación, le devolvió la mirada a Elliot, y descubrió los pequeños lunares que adornaban parte de su rostro. Los contó, tuvo tiempo de hacerlo, eran oscuros, tan oscuros como su cabello. Iba a hablar, iba apartar la mirada de él en cuanto se dio cuenta de que era demasiado tarde, de que estaban demasiado cerca, y de que estaba contando sus lunares. Pero entonces el habló primero, mirándola.
— Soy un demonio.— dijo Elliot pasandose las manos por la cara, deseando así que sus lunares se movieran de lugar para que aquella chica lo volviera a mirar y los contara nuevamente.
— Una bestia. — corrigió Jane.
— ¿Cuál es la diferencia?
— El demonio controla sus acciones. La bestia solo se sale de control.
— Quizás tengo un poco de ambas. — le respondió. Dirigió su vista hasta las piernas desnudas de Jane y esbozo una sonrisa. Luego subió hasta sus delgados brazos...y finalmente terminando mirandola a los ojos nuevamente. Que ojos tan azules tenía, jámas había visto unos ojos tan expresivos como los de ella, era ver el mar através de ellos.
— Quizás soy un miserable demonio sintiendose como una bestia.—volvió a insistir. Aparto la mirada de Jane. ¿Que rayos estaba haciendo?
— Deja de llamarte así.—contestó Jane mirando hacia la pared, odiaba tenerlo tan cerca y no sentir las ganas de matarlo como antes.
¿Era este el nuevo plan de Elliot, hacerla sentir distinto, ganarse su confianza, para entonces luego abandonarla?, ¿o realmente algo estaba cambiando entre ellos?, algo realmente pertubador ante la mirada de cualquier persona.
— Solo yo me digo la verdad a mi mismo. — rio. Jane lo vio por el rabillo del ojo y le fue imposible despegar la mirada de su cuerpo. Su pecho subía y baja detrás de su azul camiseta, y los músculos de sus brazos se tensaban con cada respiracion que él daba. Estaba observando un punto fijo de la pared y eso le daba una hermosa vista de su perfil. Sus ojos estaban cerrados y Jane lo aprovechó para mirar sus labios rápidamente. No estaban completamente cerrados. Suspiró obligándose a sí misma a desviar la mirada. Pero era inútil. Había algo en él que le parecía jodidamente atractivo. Sus cejas estaban despeinadas y eso lo hacía ver mucho más desordenado. Cerró los ojos tratando de mentalizarse en otra cosa. Pero todo la devolvía a él. ¡Basta Jane! Déjate de estupideces.
¿Siempre habría notado lo atractivo que era, o precisamente en esta oportunidad que no le esta gritando es cuando lo siente realmente como un ser humano y se fijo en todo eso? abrió sus ojos y él la estaba observando. Se asustó y retrocedió instintivamente.
— ¿De quién sacaste esos ojos? — preguntó.
— ¿Qué?— a Jane le sorprendió la pregunta.
— Tus ojos..— los señaló sonriendo.
— De mi madre.— respondió calmando sus palpitaciones.
— Son azules como el mar. — dijo Elliot apartando la mirada. — Y tus pecas me parecen lindas.
Okay, esto si que es incomodo.
— Gracias...— juntó sus cejas. Confundida.
— De nada. — Elliot se encogió de hombros.
— ¿Me acercas la bandeja, por favor? — preguntó Jane. Él obedeció rápidamente acercándole la bandeja con comida. Le dio una leve sonrisa y estuvo observándola durante pequeños lapsus de tiempo. Jane disfrutó de su apetitosa comida, porque de pronto, tenía apetito nuevamente. Como Marc había dicho, no comía hace tres días. De pronto la fuerza regresó a su cuerpo y el vacío que sentía se había ido. Sonrió dando las gracias por la comida. Elliot se levantó de su lado rápidamente. Otra vez esta estúpida sensación. Un vez más sentía como desprendían algo de su cuerpo bruscamente. Aguantó el grito de dolor y se giró para ver a Elliot salir de la habitación con las llaves en mano. ¿Qué me está pasando?, Cada día el encierro me pone peor. Papá, por favor. Encuéntrame.