- Buenos días querida, llegas tarde - y me sonríe. Llego diez minutos tarde, son las seis y diez de la mañana y ella me sonríe ¡Que rara eres Marie!.
Marie es mi jefa y está muy loca. Hace un año que trabajo en su bufete y es tan irónica la vida que después de horas y horas de mandar curriculum a bufetes pequeños y desconocidos en los que mi padre no tendría colegas que me contratasen solo por mi apellido y sus recomendaciones me choque con mi actual jefa, ella siempre está distraída, se le cayeron al suelo sus chicles de hierba buena y al recogérselos me ofreció un puesto de trabajo en su maravilloso bufete. Cuando vi que el bufete que ella pintaba como una hermosisima oficina con trabajadores felices y llenos de amor era un piso diminuto con nueve trabajadores y sin despacho propio estuve a punto de salir por patas, pero necesitaba el dinero e intimidad. Ningún medio de comunicación me esperaría a las puertas de un sitio como este, el gran Alfonso Pérez no permitiría a su hija trabajar en un sitio como este. Mi jefa es tan peculiar que después de tres meses trabajando aquí descubrí que no era francesa, que era María de toda la vida y que su acento era totalmente fingido. Es tan amable y cariñosa que me produce urticaria, pero lo poco que me paga permite que me costee mi diminuto estudio en el centro de Madrid y por eso sigo dejando que me abrace y que me bese unas veinte veces al día.
- ¿Quién no ha dormido una mierda?- chilla Adriel en mi oreja.
- ¿A quién voy a matar si vuelve a chillarme a estas horas?- le repito con su mismo tonito.
Me mira mal, se sienta y me ignora. No durará mucho.
Adriel es mi compañero no solo de trabajo sino de espacio, y cuando digo esto lo digo literalmente, Adriel y yo compartimos una diminuta mesa y si no fuese porque yo traigo mi propio ordenador tendríamos que compartirlo también. Ya os había dicho que mi trabajo es muy glamuroso.
- Ahora en serio Zia, ¿una nueva discusión con tu familia? - es el único aquí que sabe quien soy, se lo ha ganado.
- Peor, mi ex-prometido que se supone que tendría que venir todavía dentro de tres semanas a la maravillosa fiesta ya está aquí- suspiro recordando todas las vueltas que he dado esta noche en mi cama acordándome de él.
- ¿Lo has visto?
- No, he visto una foto suya en Instagram en la que sale con su perfecta familia en el Santceloni. Siempre tan discreto.
- Deberías haberte arreglado más, con tu suerte es posible que te lo encuentres hoy mismo.
- ¿Tan mal estoy?.- él mira mi atuendo con cara de desaprobación y entiendo que tiene razón porque me he puesto unos vaqueros viejos y una camisa blanca sin ningún tipo de gracia. Digamos que no soy la abogada con más estilo de la ciudad.
En ese momento el primer cliente y probablemente uno de los pocos que tendremos en todo el día aborda la oficina en busca de un divorcio expres y barato, como todos.
- Hora de irnos muñeca, son las dos.- dice Adriel mientras me sonríe sincero.
- Por fin, he temido porque alguien hubiese parado cada reloj de este terrible lugar y no fuésemos a salir nunca más. - Me ayuda a levantarme mientras escuchamos los turbulentos sonidos que emiten estas sillas robadas de una una empresa en ruinas de las afueras, y no es una broma.
- ¿Comería conmigo esta preciosa dama? - dice mientras besa mi mano, que adulador ha sido siempre.
- Lo siento mi amor, pero esta preciosa dama irá a su flamante palacio a cambiar su atuendo y luego comerá con su madre y sus hermanas -. El se ríe y Marie nos mira indignada porque todavía estamos aquí. Están apunto de entrar los del yoga.
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Quieres quererme
RomanceNada es lo que parece. Todos tienen algo que esconder. ¿Quieres saber lo que es?