Capítulo 40

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Es lunes, son las seis de la mañana y estoy sola de nuevo en mi casa. Ayer por la noche cuando Celia se fue tuve una sensación extraña, algo que nunca me había pasado antes, sentí pena al quedarme sola. Me sentí desubicada. Llevo mucho tiempo viviendo conmigo misma y jamás había sentido tal cosa, con lo que a mi me ha gustado siempre pasar tiempo conmigo... Mi amiga debió pensar que algo así ocurriría porque no dejaba de insistir en que era un plan mucho mejor el que se quedase aquí conmigo esta semana, y aunque me tentó la idea creo que debo darle tiempo para que encuentre el coraje que le falta para contarme eso que sé, estoy segura, que me oculta. Espero que no tenga nada que ver con Juan o le cortaré las pelotas, lo juro. A ella no le parece un buen plan que siga trabajando para Dereck, pero a mí me gusta mi trabajo y mientras no encuentre algo que se le parezca ahí me quedaré molestando. Bueno, igual se atreve a despedirme, no estoy ya segura de nada con este hombre. Sí pensaba que le conocía poco he descubierto que es incluso menos de lo que pensaba. Sé menos de él de lo que he sabido nunca.

Abro el armario y decido arreglarme más de lo normal, como si me apeteciese vivir. Que no piense que me he pasado el finde encerrada en casa, comiendo todo lo que encontraba a mi paso y llorando desconsolada mientras veía pelis románticas y pastelosas en las que todo siempre acaba bien. Recuerdo las bolsas llenas de ropa que mi madre me había obligado a comprarme, tendré que sacar la plancha.

Un pantalón muy ancho con una tela Tweed super gustosa, tiene un fondo blanco con cuadros negros. La chaqueta es igual de espectacular. Joder, ¿es Chanel el paraíso?. Un bodie negro sin mangas un con un precioso cuello perkins me hace todo el apaño. Cinturón, tacones, pendientes y bolso. He dejado de sumar al saber que llevaré más de ocho mil euros encima, no creo que a esta ropa le haga demasiada gracia verse en mi armario al lado de las baratijas que atesoro. Me ducharé, me alisaré el pelo y con un poco de gracia en el maquillaje y todos estos regalazos de mi madre pareceré una de esas ejecutivas que nunca aspiré a ser. Qué increíble todo.

Cuando me paro en la acera a esperar el taxi que hace ocho minutos que he llamado compruebo en mi teléfono que voy tarde de cojones, genial, justo como quería

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Cuando me paro en la acera a esperar el taxi que hace ocho minutos que he llamado compruebo en mi teléfono que voy tarde de cojones, genial, justo como quería. Si finalmente no se ha ido de viaje sin mi tendrá que verme para echarme la bronca. Eso si cuando llegue a mi despacho no hay otra persona sentada en mi silla, antes de todo este lio me despedí. Siempre estoy dando la nota. Cuando el taxi se detiene a los pies de la acera el taxista me examina, rápidamente se baja del coche y veo como abre la puerta trasera para mí.

- Señorita Pérez que honor. - intenta el pobre hombre con cara de bonachón hacerme una reverencia y todo, igual de haberme visto por la tele se piensa que soy la reina. Pienso en gritarle que soy republicana, pero mejor cierro el pico y me subo al vehículo mientras le sonrío. Definitivamente tendré que volver a mi ropa low cost si pretendo seguir pasando desapercibida. - ¿A dónde quiere que la lleve? - recuerdo que no estoy sola, estoy con un... ¿fan?.

- A DS por favor.

- ¿Visita a su futuro marido? - me sonríe a través del espejo. Que majo es, me gusta la gente como él tan... espera Zia, espera.

Quieres querermeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora