Capítulo 28

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- Te dije que no quería que te metieras en esto - estoy furiosa.

- Vamos, yo solo contrato a los mejores. No quería que te fueses con la competencia - contesta tranquilo mientras se sienta en su gran silla tapando para mi el hermoso atardecer. - ¿qué te parece el trabajo?.

- Todos pensarán que soy la enchufada del jefe, bueno en realidad están en lo cierto. Por dios, si ya saben que has dormido en mi casa. A saber que se imaginan de mí - no me gusta está sensación, por eso jamás he aceptado ninguna de las sugerencias de mi madre.

Sopla, creo que está perdiendo la paciencia. Aun podrá quejarse... - pensarán lo que yo quiera que piensen que para eso soy su jefe y les pago un buen sueldo a final de mes. No hablarán si eso es lo que te preocupa, todos aquí firman un contrato de confidencialidad.

- ¿Y yo?, ¿cuándo lo firmo?.

- No será necesario, confío en ti.

- ¿Ves?, eso ya es un trato de favor.

- Si quieres firmarlo lo firmarás - se está desesperando - ¿por qué no has contestado a mis mensajes ni a mis llamadas? - suelta de pronto cambiando radicalmente de tema, este parece que le interesa mucho más.

- La verdad es que ayer por la noche me centré solo en estar con mis amigos y beber vino, mucho vino - sonríe - y esta mañana cuando empecé a leer tus mensajes para contestarte apareció Sebas con su hijo, les acompañé un rato al parque y se me olvidó. - parece impasible ante esta última noticia - Ah y bueno, cuando me has llamado justo venía hacia aquí y no quería llegar tarde.

Silencio, no reacciona y solo se dedica a observarme - Con Sebas no ha pasado nada, no creo deberte explicaciones, pero sé que no te cae muy bien...

- Tienes razón no me debes explicaciones, además ya sabía que habías estado con él.

- ¿Se han publicado imágenes?, pensé que no nos había visto nadie. Que desastre, con todo lo que me ha pasado últimamente y todavía no soy consciente de que esos matones me persiguen por todas las esquinas - esta necesidad de esconderme todo el tiempo acabará agotándome de nuevo.

- No, la presa no ha publicado nada - quiere decirme algo más pero se calla así que le animo dandole a entender con mis manos que quiero que siga, que me diga que es lo que está pensando - tu padre me llamó para decírmelo.

Sin duda es ese señor mi peor pesadilla, jamás me dejará tranquila - supongo que no solo te habrá dicho que hemos ido al parque, conociéndole - a saber que fantástica historia se ha inventado esta vez.

- No te preocupes, - dice mientras agarra mis manos, que descasaban encima de la mesa, entre las suyas. Al mismo tiempo que deja suaves caricias en ellas continua hablando - te creo a ti.

- Dime lo que te dijo - quiero saber que es lo que se ha inventado esta vez.

- No vale la pena que te tortures con sus cosas.

- Pero...

- Pero nada - me corta - por cierto, ¿cenamos juntos esta noche y hablamos de lo del contrato de confidencialidad? - que cara de pícaro me ha puesto, es que no soy tan fuerte como para resistirme a semejante belleza.

- No creo que firmes muchos de tus contratos de confidencialidad de esa forma, ¿no? - espero que no lo haya hecho ya con alguna otra chica, pensar en eso me irrita un pelín y él que parece notarlo porque aprieta ahora con fuerza mis manos para traerme de vuelta a la tierra.

- Zia, somos amigos...

- Pero... - le corto

Y el vuelve a cortarme - pero nada, paso a recogerte en un rato por la sala de reuniones en la que ya deberías estar trabajando - tendrá morro, pero si es él el que me tiene aquí retenida.

- Oye! - finjo indignación por su último comentario y me levanto a pegarle cuando recuerdo algo que si que no me hace gracia - Nos verán todos - que bonito, el primer día y ya haciéndome el cuchicheo general de este enorme edificio.

- No dirán nada - nos miramos durante un buen rato hasta que me manda a mi puesto de trabajo.

Cuando estoy saliendo por la puerta recuerdo que no sé a donde tengo que ir y entonces me detengo - ve con Paula ella te mostrará a donde debes ir.

- ¿Me lees la mente?

Paula me ha presentado a todos mis nuevos compañeros, son veinticinco personas y entre ellas está mi amigo que me ha guardado un sitio a su lado en el me dispongo a sentarme

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Paula me ha presentado a todos mis nuevos compañeros, son veinticinco personas y entre ellas está mi amigo que me ha guardado un sitio a su lado en el me dispongo a sentarme.

- Te mataré - cuchicheo en su oido.

- Yo no he hecho nada malo, fue idea suya. Además tienes curro que es lo importante - me susurra esta vez él a mí y cuando le miro a la cara lo veo sonreír.

- Cuánta maldad en ese cuerpazo - y él me guiña un ojo dando por finalizado así nuestro pequeño momento de confidencias.

El trabajo es genial, puedes decir todo lo que piensas sin que a nadie le siente mal o te salte a la yugular, por dios, si hasta tienen en cuenta mi opinión que soy novata en todo esto. Cuando todos empezaron a recoger para irse el alemán gruñón se pasó a buscarme recibiendo saludos cordiales pero no muy cercanos de parte de sus empleados. Que vergüenza, a saber que pensarán de mí porque decir nadie dijo nada ni nos miró, bueno excepto Adriel que seguramente se estaría imaginando cosas guarras, por las caras que me estaba dedicando...

Bajamos juntos al parking y cuando salíamos ya montados en uno de sus Mercedes caí en un detalle.

- ¿A ti porque no te sigue la prensa?, no están aquí, ni estaban en tu casa cuando fui - es raro, si todo este edificio es de él poco dinero no maneja.

- Aquí soy conocido, pero no tanto como tú. Bueno supongo que tampoco tienen ocasión de verme porque aquí en Madrid no suelo hacer planes fuera de casa y sería estúpido que me estuviesen esperando delante de la puerta principal cuando nunca accedo por ahí. Supongo que no se lo pongo fácil - me mira y me sonríe.

- Espérate a que se enteren que estoy aquí... - nunca me habla de Alemania así que aprovecharé este pequeño descuido - ¿no volverás a vivir allí?.

- Si, mi estancia aquí es solo temporal, los negocios me reclamaban aquí - y cuando dice eso algo dentro de mí se rompe.

- ¿Te irás pronto? - no sé que es exactamente lo que espero que me conteste.

- Depende de la velocidad con la que resuelva aquí mis asuntos - definitivamente no puedo encariñarme demasiado con él.

Ninguno de los dos pronuncia más nada de camino a casa, solo miramos la carretera concentrados en nuestros problemas. Bueno, mi único pensamiento ahora mismo son sus últimas palabras. 


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