Epílogo

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Un año después

Un año después

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Estoy volviéndome literalmente loca delante de este maldito ordenador, es uno de esos días en los que les despediría a todos y luego me sentiría fatal. 

- Llegarás tarde a por el niño,  otra vez - me recuerda Maik tras haber entrado sin llamar a mi despacho. Maldita confianza, si es que ya me ha visto en tantas situaciones embarazosas que no puedo ni decirle nada. Ya es uno más del grupo. 

Miro el reloj - Madre mía es tardísimo, pero si yo me había puesto una alarma - nunca aprenderé de puntualidad, menos mal que ya les tengo a todos acostumbrados.

Mientras lo recojo todo echo un último vistazo a esas vistas que me cautivaron desde el primer día que entré aquí, está atardeciendo y el cielo anaranjado de Madrid siempre consigue robarme algún suspiro. Traen tantos recuerdos a mi cabeza que hacen que me sienta cómoda, que me sienta en casa. 

Salgo pitando y Mario al verme salir pulsa por mí el botón del ascensor.

- Eres mi ángel de la guarda, - le digo - pero te querría incluso más si me ayudases con esto. - le muestro mi bolso con a punto de reventar y el capullo se carcajea - Que poco respeto a tu jefa - intento mirarle mal, con desdén, pero no funciona. Nos conocemos tanto entre nosotros que podría decirse que ya somos una pequeña familia. 

Cuando el ascensor se anuncia me giro para largarme de aquí que bastantes horas he estado ya encerrada, pero no puedo porque no viene solo. Menuda sorpresa. 

- Zia, - mi nombre en su boca suena mejor de lo que recordaba - estás preciosa - dice acercándose a darme dos besos. 

Cuando se aparta yo estoy sonriendo como si fuese tonta, porque a veces lo soy, como ahora mismo. No soy capaz de unir ni un par de sílabas en su presencia, sigue hipnotizándome. Él si que está guapo. 

- ¿Qué haces aquí todavía?. - me reprocha Maik en cuanto me ve estática observando a su amigo- Vamos, vamos, vamos - palmea al lado de mi oreja.- es muy tarde.

- Es verdad - reacciono y me giro subiéndome ahora que ya está vacío. Le sonrío y cuando la puerta ya esta cerrándose me parece escuchar un "espero volver a verte", pero tal vez mi imaginación ha puesto de su parte. 

Cuando estoy sola del todo me agarro a la barandilla y suspiro, he imaginado demasiadas veces este momento y nunca pensé que fuese a ser así, tan adolescente. Seguramente ni vuelva a verle y no he sido capaz de abrir la boca, si es que soy boba del todo. ¿Será posible que siga queriéndole?. 

- No llores, vengo ahora

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- No llores, vengo ahora. - le aviso mientras me levanto veloz a buscar el teléfono que dejé zapateado en algún huequecito del sofá, pero no funciona. Agilizo mi instinto auditivo ignorando su llanto y consigo encontrarlo en un tiempo récord - Ya voy cielo. - intento que se calme desde la distancia pero nunca funciona, no sé porque coño sigo haciéndolo.

- Hola Celia - contesto mientras vuelvo rauda y veloz a cuidar del polluelo, he puesto el teléfono en altavoz así puedo seguir dándole la cena. 

- ¿Todo bien por ahí? - supongo que habrá escuchado los últimos coletazos del berrinche del niño.

- Sí, todo normal. - esta es ahora mi vida, pañales, papillas, mocos, tos... - ¿Has averiguado algo nuevo? - estoy volviéndome loca con este tema. 

- Nada, seguimos en el mismo punto. - empiezo a pensar que será imposible. - ¿Qué es eso de que te has reencontrado con Dereck?.

- Te lo ha contado Maik - maldito bocazas.

- No, él se lo contó a Adriel y este último a mi - son una pandilla de matones a mi alrededor, tengo que tener un cuidado con lo que saben, leen o ven. - ¿Cómo fue?.

- ¿La verdad?, patético. No dije nada, estaba embobada sonriéndole. Nunca pensé que fuese a reaccionar así, me lo había imaginado...

- Diferente - acaba ella mi frase cuando ve que tardo mucho rato en contestar. - Ya sabes que las cosas nunca salen como las planeamos. 

- Debería haber aprendido eso por lo menos - y las dos nos reímos. La verdad es que nunca pensé que acabaría así, tal y como estoy ahora. 

- Tengo que dejarte que Juan me ha traído la cena y huele...

- Dile que mañana me traiga algo a mí también que yo no estoy a dieta, no hay ningún vestido blanco que me esté llamando. - "lo tendré en cuenta" escucho que me grita su novio desde el otro lado. 

- Tienes razón, ya has conseguido que me sienta culpable - me rio muy alto, de forma tan escandalosa que he vuelto a liarla. Matias llora de nuevo, mierda. 

- Cómete lo que te apetezca, estarás guapa igual. Te dejo Celia que me reclaman en casa - le cuento mientras intento hacerle ver al polluelo que esta papilla de pollo y zanahoria está deliciosa. Ya tengo mis trucos para eso de que coma, ya tango dominado el mundo de los bebés. 

- Te quiero Zia. 

- Y yo a ti amiga.


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Quieres querermeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora