Capítulo 22

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Sigo sentada en esta inmensa cama golpeando mentalmente mi cabeza por haber soltado semejante estupidez, ¿en que momento pensé que él querría quedarse conmigo?, soy imbecil y no puedo parar de pensar en lo rápido que se fue sin haberme ni dicho que no. Se ha sentido incomodo, le he hecho sentir incomodo en su propia casa. Soy lo peor. Y como siempre he de analizar el momento desde todos los ángulos cuando seguramente él se encuentre ya durmiendo tranquilamente.

- Duérmete Zia - me reprocho en voz alta al sentirme sola y sin nadie a quien contarle todo esto. En un primer momento pensé en llamar a Celia, pero sé que si se lo cuento haré mucho más grande esta bola, así que he decidido callármelo y actuar a partir de ahora como si no hubiese existido este momento, espero y rezo porque el haga lo mismo. Me duermo pensando en todo lo que he vivido este día, que no ha sido corto precisamente, y lejos de atormentarme lo que hasta ahora me había atormentado siempre, Sebas, una nueva sensación en mi cuerpo me asusta todavía más. He de centrarme en saber que pasa entre mi padre y mi ex, en Alemania... mientras lucho contra esta nueva sensación que no puedo permitirme tener. No ahora.

Llevo despierta un buen rato trasteando en los ajustes del teléfono que recuperé de madrugada, en este no tengo Facebook, ni Instagram y así seguirá siendo si quiero mantener mi mente en orden y no desestabilizarme con las cosas que gente que no m...

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Llevo despierta un buen rato trasteando en los ajustes del teléfono que recuperé de madrugada, en este no tengo Facebook, ni Instagram y así seguirá siendo si quiero mantener mi mente en orden y no desestabilizarme con las cosas que gente que no me conoce publica sobre mi. Los ajustes tampoco están tan mal, el brillo, contraste, los sonidos... hacía años que no buscaba entre los sonidos predeterminados para cambiar mi tono de llamada. He vuelto a la adolescencia y he decidido colocar una musiquita distinta a cada uno de mis contactos, la más fea y sobria se la he otorgado al tío con el que ahora comparto casa, necesito cogerle un poquito de asco si quiero salir cuerda de aquí. Es un tío, no será difícil que le odie.

Es hora de levantarse, es casi la una de la tarde y los ruidos en mi tripa no me permiten esconderme en esta cama el resto de mi vida. Seguramente siga durmiendo porque desde las diez que me he desvelado del todo no he oido ruido alguno, que muchachos de servicio tan silenciosos, ni un cubierto se les ha caído. Siempre me ha gustado desayunar en pijama y recrearme en mis cosas cómoda y calentita, pero esta no es mi casa y no me gustaría tener que explicarles a sus empleadas que no tengo nada con su jefe... bueno que él jamas querrá nada conmigo. Seguro que sus esposas, novias, amantes... o lo que quiera que sea que tiene este tío sean modelos de pasarela. Es mejor que deje de pensar en él si no quiero fracasar ya en mi plan de no sentir nada de nada, es hora de ducharme, vestirme y comerme todo lo que me encuentre en la cocina. Nada más.

Ya ataviada con unos pantalones de chandal negros y una camiseta básica negra, muy lúgubre todo, llego a la parte baja de la casa donde una muchacha de mi edad me mira como esperando a que yo diga algo ¿y que digo?...

- Buenos días señorita Pérez, si desea puede almorzar ya- supongo que como yo no me he arrancado ella lo ha hecho por mí.

- Si no es mucha molestia prefiero desayunar, ya sabes algo dulce y eso... si no es mucha molestia, porque si la comida está ya lista no me importa comérmela ya, no quiero interrumpir las cosas que tu tengas que hacer por nada del mundo- hablo veloz porque siempre me ha dado palo cambiar los planes a la gente y a mi me sentaría mal que me hiciesen trabajar para nada por un capricho de alguien.

Ella me sonríe - no se preocupe, ¿que le apetece desayunar?

- Ah no, eso si que no, yo me lo preparo. Faltaría más...

- No es una molestia - me interrumpe - es mi trabajo y lo hago encantada

Mi mueca no refleja conformidad, me da mucho apuro toda esta situación - ¿puedo por lo menos ayudarte?- sigo sin dejar que me conteste o me dirá que no - me sentiría mejor si me dejas.

Comienza a andar y yo la sigo, me he tomado su sonrisa y su caminata como un si. De pronto pienso en que no sé ni como se llama así que me detengo haciendo que ella también detenga su paso. Me vendrá bien conocer gente nueva que seguramente haya firmado un contrato de confidencialidad y no pueda ir por las cadenas de televisión contando lo penosa que me veo - ¿Cómo te llamas?

- Soy Carmen.

- Yo Zia, mucho gusto. Bueno supongo que ya sé que sabes como me llamo pero es por todo ese royo de señorita Pérez... no me gustan demasiado esas formalidades. - me mira confusa y yo le suplico con la mirada.

- Está bien Zia, mucho gusto - y me sonríe, mi nueva amiga Carmen es encantadora. Sigue andando y yo la sigo hasta que al abrirse una inmensa puerta blanca de madera descubro una cocina maravillosa y a otra chica que me observa como si fuese un extraterrestre.

Llevo una hora aquí sentada y me he comido unos riquísimos pastelitos de chocolate, además he descubierto que la otra chica se llama Amelia y que ambas tienen veinticuatro y estudian literatura en la universidad en la que Celia trabaja. Son amigas de antes, o eso e entendido, y Amelia le consiguió este trabajo a Carmen. Es genial poder hablar así entre risas con gente a la que no conoces y que parece no juzgarte. Me caen bien, me siento bien.

-El jefe jamás habría comido en la cocina - comenta Amelia entre risas.

Es cierto Derek, no le he visto desde que me he sentado aquí. No lo había pensado - y por cierto, ¿dónde está vuestro jefe?.

- Ha salido temprano de viaje, pensé que lo sabías y por eso no te he dicho nada - me explica Carmen al ver mi mueca de decepción tras la primera parte de su oración.

- No tenía ni idea - aclaro.

- Tranquila, suele hacerlo mucho.

- ¿el que?, ¿no decir a dónde va?

- No el irse de viaje - y me río. No por que me apetezca, sino porque no me miren con esa cara de pena. Y lo consigo, consigo volver al ambiente distendido que veníamos teniendo.

He estado con ellas unos veinte minutos más y me han prometido un tour por la casa para que no me pierda, pero ahora estoy delante de mi teléfono escribiendo y borrando sin descanso un mensaje de disculpas para el jefe de mis nuevas amigas. Está claro que no le gustó mi actitud de buscona de la noche anterior. Decido ponerme dramática:

"Siento si te molesté anoche, recogeré mis cosas y me iré pronto. Suerte con tu viaje de negocios".

 Suerte con tu viaje de negocios"

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Han pasado tres largas horas desde que lo ha leído y no he obtenido respuesta alguna de su parte. Definitivamente voy a recoger mis cosas y a largarme de aquí. 


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Quieres querermeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora