Capítulo 34

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- ¿Estás bien? - me pregunta mi padre cuando me siento en el hueco que ha dejado para mí a su lado. No contesto, porque sé que si pronuncio una palabra antes de digerir lo que acababa de suceder estallaré en un llanto que alertaría a los cientos de ojos que nos miran, solo me acerqué a él y le abracé porque sabía que no solo estaba despidiéndome de Sebas esa noche. Dejé salir otro par de lágrimas silenciosas y él que parecía entenderlo todo me abrazó más fuerte, como temiendo que fuese a evaporarme. - Siento haberlo hecho tan mal - susurro en mi oido y dejó un beso en mi sien. Nuestra burbuja explotó en el momento en que una silla hizo demasiado ruido en nuestra mesa, me giré y vi a mi madre pidiendo disculpas mientras se retiraba con los ojos llenos de lágrimas.

- Iré con ella - anuncié mientras me incorporaba para seguirla.

La seguí al tocador sin atreverme a acercarme, escuchaba como intentaba sorber sus lágrimas bajito para que nadie pudiese enterarse. No parecía darse cuenta de que estaba casi a su lado porque solo se preocupaba de girar su cara cada vez que alguna de las damas de la alta sociedad se cruzaban en nuestro camino, yo la imitaba. Ví como entraba y necesité apoyarme en el marco de la puerta para coger aire unos segundos, esta noche ya había tenido una de esas conversaciones que se postergan en el tiempo por temor y no sabía si podría soportar otra. "Esto me pasa por escapar siempre de mis problemas" es el último pensamiento que dejo que nuble mi vista antes de agarrar con fuerza la manilla y abrir la puerta. No la veo pero escucho cómo llora bajito en el lavabo del fondo. Quería irme de nuevo, pero no era el momento. Toqué con cuidado la puerta, como si estuviese golpeándola a ella y no a este trozo de madera. No responde. Pienso en irme de nuevo.

- Mamá - la llamo. - Mamá ábreme - vuelvo a tocar.

- Estoy bien hija, ahora salgo - me contesta intentado sonar calmada.

Mientras espero a que lo haga me miro en el espejo y no me reconozco, soy la misma persona que hace un rato se miraba incrédula en el espejo de un ático que jamás había visitado pero estoy distinta.

- Te lo ha contado - dice mi madre mirándome a través del espejo.

- No mamá, él no me lo ha contado. Hace años que lo sé. - siempre pensé que esta conversación la tendríamos en mis diecisiete o dieciocho años, me tentaba la idea de hacerle daño cada vez que me castigaba o cuando intentaba desesperadamente que siguiese los pasos de toda la familia. Recuerdo lo mucho que ensayé las palabras hirientes que quería decirle en la ducha pero que nunca llegaron. Supongo que al igual que sucedía en mi relación con Sebas tenía miedo de chocarme de frente con una realidad que no quería asumir.

- Pero...

- Nadie lo sabe, jamás lo habría contado.

- Siento no haber tenido el valor para contártelo yo misma - y me abraza mientras seguimos mirándonos a través del espejo. Es más fácil tener una conversación como esta, una de esas que duelen tanto, sin una conexión visual directa.

- Nada habría cambiado - digo encogiendo mis hombros - será mejor que lo dejemos para otro momento.

- Yo te vi así y pensé que era...

No dejo ni que termine su frase y rompo en un llanto horroroso mientras me abrazo a ella esta vez sin espejos de por medio y digo lo que jamás pensé que diría en voz alta alguna vez en mi vida - No quiero a Sebas - probablemente sea una estupidez sobrehumana al lado del otro gran secreto que ambas hemos intentado ocultarnos, pero necesitaba contarlo porque hoy es eso lo que me hace daño.

- Cariño, pensé que eso era lo que querías - dice bajito mientras acaricia con mimo mi cabeza.

- No quería esto, quería estar tranquila, quería... - sigo llorando desconsolada.

Quieres querermeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora