Capítulo 25

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- Lárgate o te parto la cara - Ferran se coloca a mi lado mientras habla, todos están mirándolo y él continua apoyado en el marco de la puerta mirándome solo a mi.

- No quiero un escándalo más, bastante están aguantando ya mis vecinos - anuncio poniendo mi mejor cara de suplica a Sebastian.

- Déjame pasar y hablaremos como personas civilizadas - dudo pero me aparto, sigo confiando en él porque no tengo remedio.

Una vez dentro nadie pronuncia palabra alguna y yo sigo mirando a la puerta que por suerte había cerrado él mismo al pasar o todavía seguiría abierta. No puedo creerme que esto me este pasando a mí que me había prometido descansar y tomarme las cosas de manera positiva. Miro al cielo y agradezco en silencio a quien quiera que este ahí arriba lo poco que me quiere, ¿cuál será la siguiente plaga que me mande este señor a mi?.

- ¿A que has venido? - pregunto bruscamente mirando todavía a la puerta.

- Necesitaba saber que tal estabas y veo que no he sido el único.

En ese momento me giro y me encuentro con una cara de preocupación que parece sincera, pero no me fio de sus intenciones. Las miradas de todos aquí son demoledoras, el ambiente está muy tenso y están entrándome unas ganas irrefrenables de largarme y dejarles... no puedo, o no debo. Llevo años escapando de mis problemas.

- ¿Ahora te preocupa como está?, igual si lo hubieses hecho antes no estaríamos ahora aquí, así - recrimina Caye.

Sebas se acerca a mi y me agarra del brazo sutilmente para que lo mire solo a él, pero no quiero porque siempre que nos miramos a los ojos la que acaba perdiendo en este juego soy yo. Siento que alguien se me acerca por detrás y veo como el puño de Ferran acaba desviando su mirada de la mía. Hago barrera con mis brazos, no quiero esta clase de líos en mi salón y sea como fuere toda esta historia siempre tendré algo que me ate a Sebas.

- ¿Estás bien? - y ahí si le miro a los ojos y a su pómulo ahora enrojecido que mañana será morado.

- Me lo merezco - y me sonríe y sigue teniendo una sonrisa encantadora.

- Poco es para lo que te mereces - habla mi madre y no me lo creo. Es la primera vez en mi vida que no escucho como le defiende, que no me dice lo bien que me haría volver a estar con Sebas, que no me recuerda lo feliz que era yo cuando nosotros estábamos juntos... siempre pensé que no llegaría este momento.

- Lo sé Matilde, lo sé, y pienso cada minuto de mi día como puedo solucionarlo, quiero reparar o compensar todo el daño que te he hecho - y vuelve a mirarme solo a mí.

No sé si alguien más querría hablar, seguramente Celia que bastante se está tragando la lengua, pero el timbre ha vuelto a sonar y ahora si que creo que aquí ya no cabe nadie más.

- ¿Pero quién coño es ahora?- y si, sigo mirando al cielo esperando una respuesta.

- Pues aquí solo falta papá - me contesta Amira que hasta ese momento casi no había mediado palabra. Y yo espero que no, si es él al final me iré.

Me acerco con la esperanza de que sea un vecino que viene a rogarme que bajemos la voz, que son ya las diez y su hijo pequeño está durmiendo. Esta vez no me la juego y observo a través de la mirilla - ME CAGO EN... - y me callo al recordar que no estoy sola. ¿Y si no abro?, en estos momentos me encantaría tener una de esas casas enormes en las que no tener espectadores y poder irme de puntillas y sin hacer ruido para que pensase que no estoy en casa.

- Ábreme la puerta Zia, necesito hablar contigo - aporrea la puerta con fuerza y yo no quiero abrirle, no ahora y con toda esta gente aquí delante.

- ¿Qué hace este cabrón aquí?, sabía que él te había escondido, lo sabía - susurra Sebas cabreado y mirando fijamente la puerta mientras aprieta los puños. Esto no me gusta.

- Sé que estás en casa, por favor ábreme la puerta - sigue suplicando Derek del otro lado.

Abro solo lo suficiente como para asomar mi cara, no quiero más golpes o gritos y no se me ocurre otro modo de evitarlo. Le miro, tan guapo sin su corbata de señor de negocios y su pelo revuelto, lo lleva mucho más largo que el día que le conocí. Ahí me doy cuenta que lleva ya en mi vida más tiempo del que pensé que estaría.

- Vi esto en tu cama - me muestra el mensaje que le había dejado - y quería explicarme.

- No es un buen momento - y veo en su cara tristeza y arrepentimiento y yo sigo aquí parada con mi cuerpo en casa y la cabeza en el rellano.

En un instante la puerta se abre de golpe y es que el imbecil de mi ex ha decidido iniciar una pelea. Agobiada escucho como Derek le pide que no haga tonterías, que ya ha hecho bastantes a lo largo de su vida. Sebas responde entre gritos que se aleje de mí, que sabe lo que pasará si no se aleja de mí. Desde el salón todos murmuran y yo estoy a nada de sufrir un nuevo ataque de pánico y no quiero volver a perder el control de la situación así que no sé con que fuerzas, ni que es exactamente lo que estaba sucediendo a mi alrededor pero mi grito los asusto a todos.

- TODOS FUERA DE MI CASA AHORA MISMO, YA - nadie hablaba ni se movía y yo estaba perdiendo la cabeza - FUERA DE AQUÍ, ESTOY HARTA - todos mirándome asustados empezaron a desalojar el salón y al pasar por mi lado ni se atrevían a tocarme o hablarme. Sebas y Derek me miraban inmobles desde el suelo del pasillo de mi edificio la última vez que los vi antes de dar un portazo que podría perfectamente haber dejado solo los cimientos. Me dejo a caer y comienzo a llorar desesperada, con rabia... pataleo y golpeo el suelo sin sentir dolor alguno. No había estado tan asustada en mi vida y no sé que es lo que me da tanto miedo, pero lo tengo.


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No sé cuanto tiempo ha pasado desde que me he roto, pero ahora que ya he dejado de llorar entre una profunda respiración y la siguiente escucho como tocan sutilmente en mi puerta. Y ya me da igual si son mis vecinos o los periodistas que quieren carnaza, me levanto sufriendo las consecuencias en mis piernas dormidas tras horas tirada sobre ellas en el suelo y me acerco a abrir sin mirarme ni al espejo. Todo lo que van a ver es lo que soy hoy, un despojo humano.

- ¿Cómo estás?

- ¿Cuánto tiempo llevas ahí? - no puedo creérmelo.

- No me he ido - dice mientras se acerca despacio, temiendo que lo rechace, con intención de abrazarme. Me dejo hacer porque lo necesito. Me besa lento y me acaricia despacio como si fuese una muñeca de porcelana, como si pudiese romperme en mil pedazos. Yo le sigo intentando apurarlo, pero el me tortura. Se detiene a mirarme y ojalá sus ojos brillasen siempre así - ¿estás segura? - me pregunta.

- Me han dicho que no me piense tanto las cosas - le contesto mientras le sonrío y sostengo su nuca siendo yo la que le besa esta vez. 


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Quieres querermeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora