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Doy vueltas de un lado a otro de la sala de juegos, no paro durante un buen rato y siento rabia de no estar ahí dentro con los demás. Al final me doy por vencida y me siento junto a Fabio y Diana, que ven la televisión, aunque no me fijo en el programa ni ellos se dan cuenta de mi presencia, pero al menos así no pienso en qué estará pasando ahí dentro.

Edgar es el último en salir casi a las siete de la tarde, me sonríe y enseguida viene a mi lado.

— ¿Ya te has decidido? — Le pregunto, estaba eligiendo entre tres canciones cuando ha terminado la clase.

— Si, al final cantaré la primera — Contesta — Pero oye, ¿cuál haremos juntos? No lo hemos pensado.

Es cierto, estábamos tan metidos en la canción individual que no nos habíamos dado cuenta de la otra, del dueto.

— Mañana sin falta, ¿vale? — Asiente, quedándose en silencio, hasta parece que está un poco mosqueado.

No le pregunto, él tampoco me cuenta nada de lo que haya pasado mientras yo no estaba. La puerta de la sala de ensayo se abre de nuevo, sé que es Elías porque no queda nadie más. Va enfrascado en unos papeles y yo lo sigo con la cabeza cuando cruza la sala de juegos, sin la esperanza de que se gire, pero lo hace, justo al final nuestros ojos coinciden durante escasos segundos.

— ¿Habéis hablado? — Pregunta Fabio, ya que es el único que no ha visto lo que ha ocurrido. Muevo la cabeza a ambos lados viendo claramente como Diana le da con el codo en el costado, muy disimulada ella.

— No tenemos nada de qué hablar — Contesto, aunque es más un murmuro de mala gana.

Se nota que no quieren meter el dedo en la llaga con ese tema, y yo tampoco. Unos minutos después decidimos irnos a cenar.

Cuando hemos terminado y comprobando que estaré sola ya que Elías ha subido a su habitación, antes de dormir me dirijo a la sala de ensayo. No quiero dejar pasar mucho tiempo para elegir mi canción con Edgar.

Como siempre, sobre la tapa del piano hay miles de canciones, voy hojeando una tras otra, sin encontrar la indicada.

Escucho la puerta abrirse lentamente, levanto la cabeza para ver que es Elías, aunque no entra, se queda ahí mirándome sin pestañear.

— Oh, pensaba que no estarías aquí — Dice entrecortándose al hablar — Volveré más tarde.

— De acuerdo — Es lo único que pronuncio yo.

Cierra la puerta de nuevo, marchándose. Y entonces me vienen imágenes sin parar de todo lo sucedido no hace tanto tiempo. En esta misma sala conocí a Elías hasta enamorarme de él, aquí confesé que le quería y tras unas semanas, también lo confeso él.

Intento cantar algo, pero ninguna canción parece salirme bien en estos momentos. Además, a veces siento que todas son iguales... que necesito algo nuevo. Y no sé si es el pensar demasiado, el querer cambiar cosas de mi vida, pero se me ocurre una idea, todavía sin saber si es buena o mala.

Salgo en tromba y me dirijo a Edgar, tirado en el sofá y creo que a punto de quedarse dormido.

— Quiero que me enseñes a tocar la guitarra — Le suelto.

— ¿Eh? — Se incorpora, frunciendo el ceño — Pero Juli, si todavía no has aprendido a tocar el piano, ¿por qué no empiezas con eso? Después si quieres empezaremos con la guitarra.

— Pero... — Hago pucheros, y él entrecierra los ojos — Solo un poquito.

— Está bien, pero no ahora — Se levanta, estirando los músculos — Me voy a la cama, estoy agotado. Mañana, cuando me enseñes la canción que has pensado para nosotros, intentaré enseñarte.

— ¡Gracias! — Pego saltitos hasta llegar a él y abrazarle — Buenas noches.

Se marcha más dormido que despierto, ¿cómo no quererlo? Hace cualquier cosa por mí, cualquier capricho o locura que se me ocurre, ahí está él para hacerlo realidad. Tendrían que ponerle un monumento o algo por aguantar tanto como aguanta.

Es tarde cuando vuelvo a la habitación, el orfanato está vacío y camino por el pasillo solitario. Cuando me pongo el pijama y voy a meterme en la cama, descubro un papel en blanco sobre ella. Miro a Diana para buscar alguna explicación pero está profundamente dormida.

Descubro que es la letra de Elías y me pierdo más si cabe. Leo, tan solo es una frase:

Por si necesitáis ayuda, creo que os puede ir bien.

Después, la partitura de una canción llamada All falls down.

No la he escuchado, pero mañana mismo se le enseñaré a Edgar, no parece para nada mi estilo, ni mucho menos el suyo pero, ¿qué mejor para sorprender? Si es idea de Elías, no puede ser mala. A pesar de todo, sigo confiando en él.

***

En el desayuno lo espero ansiosa, con la hoja sobre la mesa. Diana ya la ha visto y le da el visto bueno como para tocarla, aunque dada la dificultad necesitará ayuda.

— Vaya, pero si hoy os habéis adelantado — Fabio nos sonríe, dejando un cariñoso beso en la mejilla de mi amiga. Edgar se sienta a mi lado.

— Juli estaba como loca con una canción — Murmura ella — Mírala para que se calle, por favor.

Edgar bebe de su tazón de leche tranquilamente mientras lee la hoja con detenimiento, se toma su tiempo.

— Esto es imposible — Dice al fin — ¿Te das cuenta? Tenemos seis días para prepararla, no es suficiente.

— Démosle una oportunidad — Le cojo ambas manos, mirando sus ojos castaños — Creo que puede salir bien.

No me contesta, pero eso solo puede significar que accede, al menos a probar.

En clase estoy inquieta, botando sin parar hora tras horas hasta que por fin suena el timbre que nos deja ser libres, me dirijo a la sala de ensayo. Mis amigos vendrán después de comer. Yo no tengo hambre, o sí, pero prefiero escuchar la canción primero.

Voy tan emocionada que ni siquiera vea que Elías está sentado en una de las butacas de la primera fila hasta que no estoy sobre el escenario.

— Eh, hola — Saluda, tan desconcertado o más que yo. A saber qué ha pensado al verme entrar de esa manera — ¿Qué haces aquí tan pronto?

— Me iré, lo siento — De un salto vuelvo al suelo, pero él se levanta y rápidamente coge mi muñeca para retenerme.

— No tiene porqué ser así — Susurra, soltando su agarre.

Y aunque ya no haya contacto alguno entre nosotros, siento su mano todavía en mí, mira la misma dirección que yo durante unos segundos.

— No quiero que esto sea incómodo — Contesto, aclarándome la garganta.

— No lo será — Frunce el ceño — Tú y yo congeniamos en la música, nos entendemos, ¿no? — Asiento — Entonces sigamos haciendo cosas juntos, no me gustaría que nada cambiara — Hace una pausa — ¿Por qué no me enseñas lo que has venido a hacer?

— Solo quería practicar la canción — Le muestro el papel — Tu canción.

— Me alegro que te haya gustado — Sonríe, al parecer la tensión se ha aliviado, aunque muy poco — ¿Qué le ha parecido a Edgar?

— Complicada — Me encojo de hombros — Pero probará.

Mueve la cabeza de arriba abajo, siguiéndome al escenario. No me siento del todo a gusto, al menos no como antes, es imposible con las tantas cosas por medio de una relación entre alumna y profesor. 

Sigue brillando, Julieta. (Segunda parte #ESDJ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora