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Tras las agotadoras clases de la mañana, lo único que consigue animarme es ver mi nombre junto con el de Edgar y Diana entre los catorce elegidos para formar parte del coro. No me creo que en un par de semanas comience todo de nuevo, parece que apenas haya pasado el tiempo, y hace casi medio año desde que perdimos el anterior.

Hace mucho que decidí olvidarme de aquello, mi actuación final no fue la mejor, pero es que mi estado en ese momento tampoco. Si en algo le doy la razón de Elías ahora es que debo centrarme en la música, esta año más que nunca, ya que nos jugamos todo nuestro futuro.

Hablando de él, anoche lo encontré en el piso de abajo del orfanato a las tantas de la mañana, cuando yo volvía a mi habitación tras una hora intentando tocar dos notas seguidas con la guitarra y dándome por vencida al final. No tengo ni idea de dónde podría venir él, aunque fuera no haya mucho que ver, quizá solo quería despejarse.

— Ya estamos aquí otra vez — Dice Diana, entrando a la sala de ensayo — Otro año más, el último.

— No me lo recuerdes — Sacudo la cabeza, con tristeza. No quiero despedirme de todo esto, el orfanato es el mejor hogar donde alguien puede vivir y sé que vaya donde vaya, jamás podré sentir algo distinto a esto como mi propia casa.

Elías ya nos espera en su posición habitual, apoyando la espalda en el escenario y mirando hacia las butacas, donde los catorce definitivos vamos colocándonos.

La lección nos la sabemos la mayoría, solo hay dos chicos nuevos y forman parte de los que tocan, los cantantes no han cambiado, seguimos siendo Edgar y yo, sin competencia este año, creo que es lo mejor.

Pronto nos reparte el cuaderno con los temas. En las canciones solistas solo reconozco la de mi amigo, la mía no me suena, así que en mitad de la clase me acerco a Elías para hablar de ella.

— Oye, Elías — Se da la vuelta, atendiéndome — ¿Podría escuchar la canción primero? Antes de empezar con ella.

— ¿No la habías escuchado antes? — Pregunta enarcando una ceja.

— Pues... no, me parece que no — Leo de nuevo el título, la verdad es que no me suena de nada, ¿debería hacerlo? Por su reacción parece que sí.

— Está bien, ponte con algún músico — Murmura — Igualmente, me gustaría que hablásemos después.

Asiento, aunque no ve mi gesto porque se marcha hacia otros alumnos rápidamente, como si le hubiera dicho algo que le molestara, como si le hubiera ofendido y no sé en qué. Cada día está más raro, y más si sumamos sus salidas nocturnas y su carácter cambiante.

Ensayo con uno de los chicos que toca el piano, y lo cierto es que la canción tal y como dice el título, es simplemente perfecta, además de preciosa. Perfect sí me pega en todo, es mi estilo al completo. En el dueto he visto que Elías ha incluido la que cantamos Edgar y yo ayer en las pruebas, después de todo hasta parece que le gustó, y además, cree que podemos gustar a la gente del campeonato.

Aunque detrás de todo, no dejo de pensar en nuestro encuentro, en el que quiere que tengamos después de clase y en el que creo que me va a caer una buena aunque no termino de saber el motivo, solo sé que he hecho algo, algo malo.

— ¿Vienes? — Pregunta Edgar cuando da por finalizada la clase — Fabio dice que juguemos al trivial, que va a machacarnos.

— Eso no es nada nuevo — Suelto una carcajada — Pero igualmente, no puedo. Elías quiere hablar conmigo.

— Julieta... — Me mira a los ojos, con seriedad — Sabes que no debes meterte de nuevo en eso, ¿verdad? Te costó mucho salir como para que...

— Edgar, sé lo que hago — Le interrumpo — No te preocupes.

— No puedo no hacerlo — Traga saliva, metiéndose las manos en los bolsillos — Pero está bien, estaremos en la sala de juegos.

Nos despedimos, mientras charlábamos han terminado de salir los más lentos y Elías ya me espera sentado sobre las tablas, con un gesto que no es que me llame a acercarme, la verdad. Pero no tengo otra opción.

— No has tenido en cuenta la caja — Suelta de repente, y como no me lo esperaba tardo unos segundos en reaccionar, por lo que continúa — Todas las cartas que te dejé, cada una con una canción que supuse que te ayudaría... pero he descubierto que ni las has abierto, perfect era una de ellas y no la conocías.

Respiro hondo, pensando en si contarle o no todo lo que tengo guardado, todo lo que lleva rondándome la cabeza meses y no he sido capaz de expresar. Pero creo que ha llegado el momento.

— Abrí dos, las dos que canté aquí — Comienzo — Pero luego me cansé de que una estúpida carta me diera las respuestas. Sí, Elías, fue un detalle precioso, pero no es lo que necesitaba cuando te fuiste.

— ¿Qué es lo que querías entonces? — Pregunta a la defensiva.

— Quería que fueras tú el que estuvieras aquí, ¿sabes? No es tan difícil — Trago el nudo de mi garganta, venirme abajo ahora no va a servir de nada — Y he leído el título de todas y cada una de las cartas, créeme, y he tenido ganas de abrirlas todas juntas, pero no para buscar respuestas a lo que sentía, si no para tener algo que sabía que era tuyo.

— No imaginaba que era eso lo que pensabas — Susurra bajando la cabeza — Siempre he querido lo mejor para ti, ya lo sabes.

— Lo mejor para mí era que tú estuvieras apoyándome en el camino, en mis decisiones fueran cuales fueran — Estoy quedándome vacía, sintiendo que todo lo acumulado va saliendo de mí poco a poco — ¿Me esperas aquí? Volveré en cinco minutos.

Me mira y siento añoro en sus ojos, como si él estuviera deseando tener esta conversación tanto como yo, como si tuviera la misma pizca de esperanza de volver a tener lo de antes, o que al menos se parezca. Al final asiente, por lo que me dirijo a pasos rápidos a mi habitación. La caja sigue donde el primer día, sobre la mesita, la cojo y en menos de lo que le he dicho, estoy de nuevo ahí.

— ¿Por qué la traes aquí? — Pregunta, observando todos los sobres cerrados que contiene todavía, todos excepto dos.

— Porque no quiero sentir todo lo que aquí está escrito, no ahora que ya estás aquí — Saco los sobres uno a uno, mostrándoselos — No quiero nada de lo que pone. No quiero sentir que me has olvidado, ni que no piensas en mí, ni que no me quieres...

— No se me ha ocurrido otra forma mejor de hacer las cosas, Julieta — Coge los sobres, apilándolos y dejándolos a un lado — Con esto solo quería estar cerca de ti aunque en realidad no estuviera contigo.

— No voy a abrir estos sobres, ¿sabes por qué? — No espero a que me responda — Porque todas las canciones que hay dentro y quieres enseñarme, debes hacerlo tú mismo, mostrármelas mientras las cantas sobre el piano o con la guitarra colgada al hombro. Si no es así, no las quiero aprender.

Mira al techo, pero tan solo son unos instantes porque enseguida cierra los ojos, apoyando sus manos en el suelo, respira hondo, supongo que asimilando todo lo que le acabo de decir, sé que es mucho, pero tres meses callada han dado para que guardase demasiado.

— Has cambiado mucho — Escucho que dice ahora, abre los ojos, buscando los míos. — Pero sigues siendo tan valiente como antes, sigues queriendo comerte el mundo.

— Alguien me dijo una vez que no dejara de serlo. Que no dejara de perseguir mis sueños... y no lo hago. — Me atrevo a sonreírle.

— También te pedí que no dejaras de brillar — Se levanta, acercándose a la guitarra, pienso que va a colgársela el mismo, pero sin embargo la pone sobre mis piernas, pasando la cinta por detrás de mi cuello — Quiero ver si sigues haciéndolo. 

Sigue brillando, Julieta. (Segunda parte #ESDJ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora