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NARRA ELÍAS.

Siempre que estamos a punto de asistir a un campeonato, los días anteriores pasan demasiado rápido. He tenido suerte de poder preparar a Julieta para que en el momento adecuado brille y además, el último fin de semana, pude salir del orfanato, hacer algunas compras y encargar otras.

Me he vuelto loco, estoy seguro. Pero cuando se me mete una idea fija en la cabeza, nada ni nadie me la quita hasta que consigo hacer que se cumpla lo que deseo. El cobertizo va cobrando vida poco a poco, día a día se convierte en lo que quise que fuera desde la noche que lo vi sucio y abandonado.

Eso sí, me la juego en cada huída del orfanato, aunque siempre observo que nadie me vea salir, ya sea de día o de noche. Compruebo que la gente esté en otras cosas y es cuando salgo, hasta ahora nadie parece sospechar nada y llevo casi tres semanas haciendo esto.

Este fin de semana no será así, tendré que dejar de lado la decoración para concentrarme en el campeonato, que se celebrará aquí mismo. Mañana sábado vendrán los diez primeros coros y competirán. El domingo, la mitad restante. Y esa noche dirán los resultados, o sea, si somos de los diez clasificados o nos quedamos en el camino antes de empezar.

Aunque, teniendo a alguien como a Julieta en el coro, es difícil que las cosas fallen, ella tiene la seguridad de quien ha subido al escenario millones de veces, cuando se podría contar con los dedos de la mano cuántas lo ha hecho ella.

— Mañana es el campeonato y sigues tan distraído como siempre — Me dice con desconfianza, y no es la primera vez.

Hemos quedado en que, como siempre, permaneciera en clase para ultimar las dos canciones que cantará. Me sigue sorprendiendo que aprenda todo tan rápido, a pesar de que me haya cerciorado que tiene algo dentro que no tiene casi nadie: magia.

— No es eso Julieta — La miro, intentando tranquilizarla con una cálida sonrisa — Estoy nervioso por toda la gente que vendrá, por vosotros.

— Pues tú eres el que tienes que mantener la serenidad — Arruga la nariz, siendo adorable aunque, ¿cuándo no lo es?

— Vale, tienes razón — Le saco la lengua y ella baja la cabeza, escondiendo una sonrisa.

Apenas tengo que corregirle nada cuando coge la guitarra y comienza a tocar, se concentra tanto que se mete en una burbuja cargada de emoción y, cuando se suelta, es cuando explota todo y demuestra cada cosa que hace bien. Cualquier podría ser capaz de verlo.

— Te sale muy bien — Digo cuando ha terminado con perfect. — ¿Cómo lleva la otra Edgar?

— Se nota que no está muy cómodo — Contesta, pensativa — Pero estoy segura de que lo hará genial. Lo que sí es cierto es que se notará que no es nuestro estilo.

— La gente quiere variedad — Intento explicarle — Ya han visto que sois buenos en otros temas, no en este, ¿entiendes porqué os lo puse?

Mueve la cabeza de arriba abajo, siempre es comprensiva y lo mejor, se deja enseñar, está dispuesta a aprender. Y eso solo es una de las cosas buenas que tiene.

Decido que descanse pasadas las dos horas extras de ensayo, es lo mejor o mañana llegará cansada al campeonato aunque, conociéndola, pasaría la noche aquí, cantando la canción una y otra vez.

Sale intentando destensar sus músculos del cuello y la espalda, se exige demasiado y además, me consta que le gusta pasar tiempo aquí, quizá conmigo,

Esa noche quiero ultimar algún detalle del campeonato y, cuando lo he hecho, sé que debería irme a descansar también, pero algo me lo impide: el cobertizo.

Ya sea de una manera o de otra, siempre llevo la mochila cargada, por suerte es pasada la media noche y no veo a nadie por el orfanato, ni siquiera en la sala de juegos. La mayoría de chicos están cansados y hasta los que no participan, nerviosos por todo lo que sucederá mañana.

— ¿Elías? — Cuando escucho una voz a mis espaldas me quedo petrificado. Está claro que me he confiado demasiado — ¿Ibas a salir?

Me giro para encarar a Lola, últimamente no hago nada más que mentirle, pero por muy bien que me lleve con ella, jamás podría decirle lo que tengo entre manos, ni siquiera ella perdonaría eso.

— Buenas noches, Lola — Intento aparentar normalidad — Sí, iba a dar una vuelta por el exterior — Me balanceo a los lados por nerviosismo — Mañana puede ser un gran día, no podía dormir.

— Al menos deberías intentarlo, ¿no? — Parece que me ha creído, aunque sí sigue con el ceño fruncido — ¿Y esa mochila?

— Te diré la verdad — Sonrío, mirando para otro lado, no sé mentir y no quiero que ella lo note — Llevo el reproductor conmigo, he grabado algunas canciones de los chicos y quería escucharlas a solas, por si hay que cambiar algo antes de mañana.

Ahora sí, es la mejor excusa que me he inventado en toda mi vida, porque Lola se la cree a ciencia cierta, ya que podría ser una posibilidad real.

— Trabajas demasiado — Mueve la cabeza a ambos lados — Yo iré a descansar por los dos. No te acuestes demasiado tarde, ¿vale?

— Lo prometo — Muestro la palma de mi mano para cerciorar mi promesa.

Se queda convencida, bueno, al menos eso me da a entender. Cuando veo que ha subido las escaleras y queda fuera de mi vista, salgo por fin. Esta vez ha estado muy cerca, tengo que programar mis salidas para otras horas, aunque Lola siempre está dando vueltas por el orfanato, debo tener cuidado con ella.

Tomo el camino que ya me he aprendido de memoria, me agacho para poder introducirme por el agujero de la alambrera y poco después veo el pequeño cobertizo, mi mejor y más acogedor escondite.

Una de las últimas cosas que hice fue poner una cerradura, ya que aunque fuera improbable, si yo he encontrado esto, cualquiera podría hacerlo. Abro la puerta y una vez en el interior, descargo todo lo de mi mochila con cuidado para que no se rompa, es material delicado y además, costoso a la hora de colocar. Lo dejaré para más adelante o si no llegaré el campeonato sin haber dormido nada.

Antes de salir, miro todo el cobertizo que ya parece un pequeño hogar. En el suelo coloqué una moqueta, también una mesita pequeña en el centro, en las paredes, unos cuantos cuadros elegidos a la perfección, no hay muchas cosas, pero todas interesantes. Solo espero que le gusten a la persona indicada.

Ya con la mochila vacía, me voy de ahí. Cruzando de nuevo el camino de tierra, el agujero y llegando al claro rodeado de árboles algo cansado, me apoyo en uno de los troncos más gruesos. Es cuando noto que uno de mis dedos roza algo extraño.

En el tronco hay un hueco, no muy profundo, lo que deja ver algo blanco, enrollado. Parece un trozo de papel, extrañado dudo en si cogerlo o dejarlo donde está pero, como a todo el mundo, me pica la curiosidad y al final me hago con él.

Es un canuto enrollado y al parecer, escondido pero, ¿hace cuánto tiempo que está esto aquí y por qué no lo había visto antes?

Con torpeza voy desenrollándolo, y... no puedo hacer otra cosa cuando compruebo y vuelvo a comprobar que esto no puede ser casualidad, no que yo lo encuentre al menos. Es una carta, y no solo eso, es una carta escrita por Julieta. Para mí. 

Sigue brillando, Julieta. (Segunda parte #ESDJ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora