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Soy incapaz de reaccionar, podría esperar cualquier cosa... menos esto. Que entre toda la gente que vive aquí, entre cada tormenta que ha habido y las veces que el viento ha azotado las paredes del orfanato, la carta haya caído en las manos de Elías, no puede ser casualidad.

— No era para que la leyeras — Susurro con un hilo de voz, mirando a mis pies.

— Lo he hecho, y lo siento — Con dos dedos levanta mi barbilla — Me ha encantado, Julieta, de verdad — Sonríe, mirándome a los ojos — Sabía que me querías, pero no imaginaba que de esa manera.

— ¿Estamos aquí por la carta? — Tengo que aclararme la garganta constantemente, estoy más nerviosa que cuando actúo.

— En parte — Coge mi mano de nuevo — Primero quiero enseñarte algo, creo que puede gustarte. Después te diré cada cosa que siento, ¿quieres hacerlo? Sé el daño que te causé, si quieres volver al orfanato, estás en todo tu derecho.

— Estaría loca si volviera — Me río con ganas — Llévame donde sea.

Asiente, con la sonrisa más bonita que he visto en toda mi vida, con los ojos más verdes y con más brillo que podría imaginar. En la alambrera hay un agujero por donde entramos, primero uno y luego el otro ya que ambos no cabemos a la vez. Después seguimos por un estrecho camino de tierra, hasta que mis ojos por sí solos, ven todo.

Es una pequeña cabaña, más bien un cobertizo, quiero saber qué es esto y qué hacemos aquí, quiero preguntarle a Elías pero él camina con decisión hacia él, hasta llegar a la puerta.

— Como antes te he dicho, es demasiado pronto — Rebusca en su bolsillo, hasta sacar una pequeña llave — No tengo todo tan preparado como querría, pero siempre es un buen momento para traer a la persona indicada, ¿preparada?

Asiento, sin mucho más que poder hacer o decir porque estoy en shock, sin saber cómo reaccionar ante tanta sorpresa junta, analizando punto por punto lo que está sucediendo esta noche.

Elías abre la puerta con un pequeño empujón, dentro está todo oscuro, aunque poco a poco nuestros ojos se van acostumbrando y consigo percibir algunas cosas. Estamos pisando un mullida moqueta que ocupa todo el espacio, también hay cuadros que no puedo reconocer por la poca luz que entra.

— ¿Qué significa esto? — He aguantado todo lo que he podido para preguntar, pero ya no es suficiente.

— Encontré este sitio hace unas semanas — Me mira con las manos metidas en los bolsillos, balanceándose — No tenía pensado traerte aquí hasta que estuviera completamente reformado, pero después de leer tu carta, supe que debía mostrártelo.

— ¡Claro! — Golpeo mi frente con la palma de la mano, entendiéndolo todo de repente — Por eso te comportabas de esa manera, venías aquí cada noche — Asiente, mordiéndose el labio inferior.

— Así es, ¿qué te parece? — Mira por todos lados, con el ceño fruncido.

— Es bonito, aunque me hubiera gustado verlo de día — Susurro, ahora estoy nerviosa.

Me tiende su mano, la cojo enseguida y me dejo llevar, se sienta en la cómoda moqueta conmigo a su lado, acariciándome la mano con ternura, incluso la lleva a sus labios para dejar un pequeño beso. Después se levanta, aunque solo tarda unos segundos en acercarse a la mesita pequeña, poner la canción perfect y volver a su posición junto a mí.

— ¿Sabes? — Ladea la cabeza sonriendo — Te imagino mañana cantando y tocando esta canción y siento que va a ser mágico.

— Es una buena elección — Admito mientras cierro los ojos para disfrutar de la melodía pero sobre todo, de la preciosa letra.

— Lo es — Suspira — Pero tú haces que una buena elección se convierta en algo sencillamente perfecto. Me encanta que sigas brillando, que lo hagas cada día.

Me quedo callada, sin querer decirle que sí, que ahora que está aquí lo hago como antes lo hacía, pero que cuando se fue dejé de tener ganas de hacerlo, no sentía ganas de cantar nada.

— Julieta, después de leer tu carta, me he dado cuenta de cuánto me he equivocado — Aunque mantengo los ojos cerrados, siento sus caricias en mi pelo — Tienes razón, la vida hay que vivirla al completo y cuando encuentras a la persona que te complementa, no debes dejarla pasar, y yo lo hice — Hace una pausa — Nuestra historia tiene muchos motivos para no ser real, pero millones de razones para que hagamos que sea posible.

— Pero Elías — Ahora me giro para que estemos frente a frente — El año pasado ya era real, aunque no supiéramos verlo por todo lo complicado que teníamos en medio, y este año no es distinto.

— Me da igual — Mueve la cabeza a ambos lados — Me da igual que seas mi alumna, que recién hayas cumplido dieciocho años y que los demás digan que esto no está bien, porque ellos no tienen ni idea de lo que siento cada mañana cuando te veo — Sonríe, dándome con el índice en la punta de la nariz — Y que voy a dejar esa estúpida idea de que no debo ser una prioridad en tu vida cuando tienes un gran futuro por delante, porque lo tienes, por supuesto que sí, pero si me dejas, quiero estar a tu lado mientras cumples tu sueños. Eres tú, Julieta, siempre has sido tú.

— Siempre has sido tú, Elías — Trago saliva, rozando ahora con mis dedos su barba de dos días — Nunca lo he dudado.

Ahí sentados rodea mi cintura con sus brazos, acercándome más a él. Me mira a los ojos durante unos segundos y aunque la penumbra me lo impide, sé que son más verdes que nunca.

Posa una mano en mi mejilla, ocupándola, después se inclina y cierro los ojos, mientras la música sigue sonando deja sus labios sobre los míos, y esta vez no es un beso que apenas dura un segundo, ahora me besa sin que parezca que vaya a dejar de hacerlo nunca.

***

Caminamos de la mano hasta llegar a la alambrera, de vuelta al orfanato pasada la una de la madrugada. Nos detenemos ahí, me deja pasar primero, luego se introduce él ya que por el agujero no entramos ambos juntos.

— ¿Qué vamos a hacer ahora? — Pregunto, cuando estamos al otro lado.

— No creo que sea la mejor idea del mundo — Arruga la nariz — Y más adelante, cuando todo sea distinto, te daré lo que te mereces. Pero ahora te propongo que nos veamos en el cobertizo. En unas semanas más estará perfecto para nosotros.

— ¿Sabes Elías? No tienes que darme nada más, de hecho, ni siquiera necesito el cobertizo — Sonrío — Estar contigo es todo lo que quiero, da igual dónde.

— Debemos despedirnos — Dice apenado, parece que no quiere soltar su mano de la mía — Te veo mañana sobre el escenario.

— Buenas noches, Elías — El corazón empieza a latirme cuando se acerca de nuevo para besarme, creo que no podría acostumbrarme nunca a esta nube de felicidad.

— Descansa, ¿vale? — Asiento, comenzando a separarme — Te quiero.

— Y yo a ti. Hasta mañana — Me despido con la mano mientras él se queda apoyado justo en el tronco del árbol donde encontró la carta, creo que ese ha sido el punto de inflexión en nuestra historia.

Pronto es tapado por la oscuridad del bosque, yo a hurtadillas entro de nuevo al orfanato, pensando que hoy, probablemente, haya sido el mejor día de mi vida. 

Sigue brillando, Julieta. (Segunda parte #ESDJ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora