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Admito que los primeros días aquí fueron un completo descontrol. Me costaba dormir y estaba totalmente desubicada nada más levantarme de mi nueva cama y en mi nueva habitación, en mi nuevo hogar.

Dos semanas después mentiría si dijera que me he acostumbrado a esto, porque no es cierto. Es algo parecido al orfanato en cuanto a compañeros y convivencia pero por lo demás es todo distinto.

Todas las clases tienen algo que ver con el mundo de la música, por supuesto, y además, no es obligatorio asistir. También hay asignaturas donde los exámenes no son escritos, ni donde tienes que estudiar o hacer trabajos, y esas son las que más me gustan, en la que nos pasamos horas cantando. Aunque claro, la que imparte Elías siempre será mi favorita.

Es lo más cercano que tengo a mi antiguo hogar, al orfanato. Sus clases son prácticamente iguales, él mismo me ha dicho que le exigieron algunos cambios, pero que no aceptó, solo dijo que sabía trabajar de una manera y así lo haría, así que no les quedó otra que aceptar. Y soy consciente de que no se han equivocado, ya que cada alumno está encantado con sus clases.

Fue demasiado repentino el cambio, claro, pero en absoluto me arrepiento de estar aquí, junto a él y aprendiendo cada día algo nuevo.

— Bien, chicos — Una de las profesoras de canto interrumpe mis pensamientos, aunque vaya momento de ponerme a pensar, en medio de clase — Hemos terminado por hoy, nos vemos el lunes que viene, disfrutad del fin de semana.

La enorme aula comienza a despejarse rápidamente. Antes en el orfanato tenía aproximadamente quince compañeros, ahora quizá seamos unos treinta o cuarenta en cada clase. El edificio, vayas por donde vayas, siempre está repleto de gente. Hasta hay días que me cuesta encontrarme con Elías por los pasillos.

A veces echo de menos nuestro cobertizo, ahora abandonado allá, en medio del bosque. Recién reformado. Ha sido un gran paso para nosotros ese sitio, porque ahí hemos pasado los grandes momentos de nuestra relación, los más importantes, esos que recuerdas por mucho tiempo que pase y por muchos lugares donde puedas estar después. Ahí fue nuestro gran reencuentro, ahí dimos el gran paso de estar juntos.

— Hola pequeña — Sé que es él sin ni siquiera verlo llegar, Elías me susurra en el oído, rozando el lóbulo de mí oreja — ¿Cómo han ido las clases de hoy?

— Entretenidas, como siempre — Le sonrío, encogiéndome de hombros. Caminamos juntos por uno de los enormes pasillos, dirigiéndonos a mi taquilla para guardar los libros. — ¿Tú cómo estás?

— Feliz de tenerte conmigo — Se muerde el labio inferior, parece que conteniéndose — De hecho, tengo una sorpresa para ti.

— ¿Una sorpresa? — Abro muchos los ojos, él asiente alegre.

— Este fin de semana saldremos, ¿te parece bien? — Me pregunta, arrugando la nariz — Creo que no tienes nada pendiente todavía.

***

Así que sin más tardar, el siguiente día, sábado temprano, me espera en cuanto amanece. Cuando bajo las escaleras lo encuentro plantado en medio de la recepción, con las manos en los bolsillos de sus vaqueros y tan risueño como siempre, con el pelo despeinado y así, tal cual, sigo creyendo que es perfecto.

— ¿Vamos? — Pregunta, ofreciéndome su mano. Asiento sonriente, sin importarme haber tenido que madrugar en uno de mis pocos días libres, sin tener ni la más mínima idea de dónde nos dirigimos.

No le pregunto, sé que no me respondería porque le encantan las sorpresas tanto como a mí, pero cuando llevamos aproximadamente una hora de viaje ya sé perfectamente dónde vamos; al orfanato, o al menos eso creo hasta que cuando estamos a punto de llegar, toma un desvío que cualquier otro coche obviaría para meterse en un estrecho sendero porque el que cabemos justos.

Las ramas arañan los cristales y partes varias del coche, pero a él parece darle igual porque no cambia su expresión alegre, disminuye un poco la marcha cuando el camino se estropea todavía más y tenemos que pasar por varios baches.

— No imaginaba que estaría tan mal para venir en coche — Murmura para sí mismo. — Menos mal que casi hemos llegado.

Y sí, unos minutos después se detiene y puedo verlo de nuevo, ahí, en medio de la nada, como si nadie excepto nosotros dos pudiera contemplarlo, se encuentra nuestro cobertizo.

— ¡Vaya, Elías! — Me bajo rápidamente del coche — Justo ayer estaba pensando en él, en que lo echaba de menos.

— Me alegra cumplir alguno de tus deseos — Se muerde el labio inferior — ¿Vamos dentro? Quiero enseñarte algo.

Cojo su mano y tras esperar que saque la pequeña llave de uno de los bolsillos de sus vaqueros, nos adentramos en el cobertizo.

Huele igual que el último día que pasamos aquí. Elías consiguió desprenderse de ese olor a abandono y humedad, aunque no sé cómo, lo que sé es que la hierba fresca inunda ahora mis fosas nasales.

Me señala con la cabeza para que me siente y yo obedezco enseguida, esconde una sonrisa mientras se acerca y pone la música, es como yo, siempre cree que con ella todo es mejor. Después se gira hacia mí y saca un sobre, esta vez del bolsillo trasero.

— Hace unos días llego esto a la escuela de música — Comienza a explicarme — Va dirigido a ti.

Frunzo el ceño extrañada, ¿para mí? Si apenas llevo unas pocas semanas en la escuela de música, ¿quién iba a escribirme? Observo el sobre antes de cogerlo, está cerrado.

— ¿No la has leído? — Pregunto, abriendo mucho los ojos.

— Claro que no, Julieta — Sacude la cabeza a ambos lados — Debes leerla tú. Y... de todas maneras, imagino lo que puede ser.

La curiosidad me corroe por dentro así que no tardo ni dos segundos en rasgar la parte de arriba del sobre y sacar la carta. No es larga pero igualmente leo con atención para que no se me escape nada.

Cuando termino, no me lo creo, así que vuelvo a leerla y después se la doy a Elías, que hace lo mismo que yo y veo que cambia su gesto, pero no a sorpresa, como el mío, si no a satisfacción, incluso a orgullo.

— Elías — Consigo decir, aunque con un hilo de voz — ¿Puedes explicarme qué significa esa carta?

— Pues justo lo que has leído — Se encoge de hombros, feliz — Hay una compañía discográfica interesada en ti, Julieta. Lo estás consiguiendo, ¿te das cuenta? Está cumpliéndose tu sueño, el mío... y si todo sale bien, pronto conseguirás que el mundo te vea brillar. 

Sigue brillando, Julieta. (Segunda parte #ESDJ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora