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Necesitaba esto más que nada en el mundo. Ha tenido que pasar una semana para que por fin hablemos, para que nos sinceremos el uno con el otro.

Parecerá poco tiempo, pero aquí encerrados y viéndonos cada día, ha parecido toda una eternidad.

Tuvimos una primera clase de guitarra donde todo me pareció complicadísimo; me confundía de notas, no colocaba bien los dedos sobre la cuerda... entre otras muchas cosas, pero Elías solo sonreía, con paciencia, explicándome todo.

Así estoy yo hoy, como si por tan solo una buena noche hubiera cambiado todo y simplemente ese todo está en el aire y ambos sabemos que debemos mantener una relación de profesor y alumna. Aunque sí es cierto que a día de hoy, me conformo con eso.

— Venga, suéltalo — Suspira Diana esa mañana, mientras nos duchamos. Me mira como si supiera que ha pasado algo.

— ¿Cómo haces para saberlo todo? — Pregunto, verdaderamente intrigada.

— Eres muy obvia, Juli — Se echa a reír — Además, soy tu mejor amiga y es mi deber saber si te pasa algo, ¿no?

Asiento, sonriendo de verdad. Después le cuento todo lo que pasó la noche anterior con Elías, ella va poniendo una mueca tras otra, unas de alegría, otras de desagrado, pasamos ahí mucho tiempo, solo nos damos cuenta de que es la hora de ir a clase cuando suena el timbre que lo indica, así que salimos corriendo, hoy no vamos a poder ni desayunar.

Nos echan la bronca, aunque con toda la razón del mundo. Cuando nos ponemos a cotillear de nuestras cosas no tenemos fin, y había mucho que contar.

Es en ese momento, cuando Lola nos da la reprimenda de que debemos asistir a clase y demás, cuando le veo al final del pasillo, no sé porqué pero mi atención va directamente a Elías, que con las manos metidas en los bolsillos y cargado con una mochila a la espalda, sale por la parte trasera del internado, intento seguir viéndolo pero cuando cruza la puerta no me llega la vista.

¿Dónde va? ¿Y qué contiene esa mochila? Lleva días así de raro, como si ocultara algo. De repente y aunque escucho a Lola de lejos, las sientes comienzan a palpitarme, ¿y si lo que ocurre es que ha conocido a otra?

***

NARRA ELÍAS.

Estoy ilusionado como un niño pequeño con un juguete nuevo. Desde la noche que descubrí el cobertizo, no hay ni un solo día que no encuentre un momento, por muy breve que sea, para ir hasta él.

Los primeros días me dediqué a limpiarlo, quité el polvo del suelo y las paredes, también algunas telarañas que se habían formado con el paso del tiempo en cada rincón. Después abrí la pequeña ventana para que el olor a cerrado se convirtiera en olor fresco, de campo.

Ahora es bastante más acogedor, y viéndolo de día y no con la oscuridad, admito que cada vez me gusta un poco más. Es como un secreto que de momento, quiero tener guardado.

Este fin de semana, aprovechando que todavía no hay campeonatos a los que asistir, estoy decidido en ir a la ciudad y hacer algunas compras, quiero que el cobertizo deje de estar vacío.

Esa mañana me escabullo a las horas en las que todos mis alumnos están en clase y sigo acomodando la estancia, incluso dejando cosas que creo que serán necesarias para un futuro. A la hora de la comida vuelvo al orfanato, creo que nadie sospecha nada.

Me siento junto a Lola y demás profesores. Charlan de sus clases y de lo que hace cada alumno en ellas, pero no suelo entrar en esos temas, ya que lo que yo hago no se puede llamar profesión, más bien devoción, porque lo hago porque de verdad lo siento, porque me encanta hacerlo.

Julieta llega unos minutos después de que hayamos empezado a comer, siempre con su inseparable grupo de cuatro amigos. Está sonriente, tal y como el año pasado, es una adolescente feliz aunque, últimamente dudo de que solo sea una simple adolescente.

Ha madurado, y con ello, me hace verla con otros ojos. Después de la actuación que hizo en las pruebas, he empezado a pensar en que se hace mujer, y por lo tanto, ya no puedo verla como una niña, es imposible.

— ¿Cómo van los chicos en el coro, muchas novedades? — Lola, que parecía estar inmersa en otra conversación, me habla, poniéndome una mano sobre el brazo.

— Solo hay tres chicos nuevos, lo demás sigue igual que el año pasado — Le digo mientras sigo comiendo — Ya estamos ensayando para el primer campeonato.

— ¡Oh, claro! — Se lleva la mano a la boca — Qué sorpresa, ¿verdad? Te habrás quedado sin palabras al enterarte — Los ojos le brillan de emoción, el problema es que creo que me he perdido algo importante.

— Lo siento Lola, pero no te sigo — Admito.

— ¿No has leído la carta? — Pregunta con el ceño fruncido — La he dejado en la sala de ensayo esta misma mañana a primera hora, pensé que estarías ahí más tarde.

— Eh... no — Vale, pienso algo rápido, pero no se me ocurre ninguna excusa creíble — Esta mañana he estado en mi habitación, pensando en las canciones.

— Vaya... — Intenta esconder una sonrisa — Entonces no sabes que el primer campeonato se celebrará aquí mismo, ¿no?

Bien, tengo que repasar sus palabras, una a una, eso no es posible. La sala de ensayo no está mal, el escenario no es que sea el más pequeño del mundo, pero es imposible que aquí quepan veinte grupos, ni siquiera diez.

— Creo que estás contrariado — Susurra, sin querer interrumpir mis pensamientos — En la carta lo explica todo perfectamente. Este año quieren celebrar el campeonato en los distintos orfanatos, por sorteo hemos sido los primeros elegidos. — Hace una pausa para respirar — Se celebrará en dos días distintos, por el espacio, ya sabes. Aun así, debes leer la carta, hay muchas cosas nuevas.

— Esto es... extraño — Es lo único que me sale decir — Pero es bueno, ¿no? Los chicos se sentirán cómodos aquí, en su casa.

Asiente, sonriendo sin parar. Sin duda le hace más ilusión a ella que a cualquiera, y no me extraña en absoluto después de lo que ha trabajado para levantar todo esto, merece este reconocimiento más que nadie.

Pronto llegan las cuatro de la tarde, yo me adelanto para preparar la clase, aunque los chicos suelen saber lo que tienen que hacer. Cada uno ocupa un sitio en todo el espacio y se concentra en lo suyo, en la canción que debe tocar o cantar.

Dejo que trabajen tranquilamente, Julieta lo hace tumbada sobre el escenario. Me quedo mirando desde arriba como su pelo oscuro se esparce por todo el suelo de madera y tengo que aclararme la garganta para poder hablarle, esa imagen es...

— Hola Elías — Saluda ella, con una bonita sonrisa — Te prometo que ya me sé casi toda la letra.

— No vengo por eso — Me siento cerca de ella, aunque no mucho, siempre guardando cierta distancia — Quería proponerte algo.

— Claro, dime — Muerde su labio inferior, incorporándose y mirándome a los ojos, me encanta que lo haga, se nota que cada vez se siente mejor conmigo.

— Es sobre cómo quiero que hagas tu canción — Medito para encontrar las palabras correctas — Verás, sé que hay mucho trabajo por delante en el caso que aceptaras, pero si no te viera capaz, jamás te lo pediría.

— Venga Elías, nos conocemos bien — Pone los ojos en blanco — Cuéntame.

— En el campeonato, además de cantar... también me gustaría que te acompañaras de la guitarra, que fuera la actuación más completa de la noche. 

Sigue brillando, Julieta. (Segunda parte #ESDJ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora