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Durante los siguientes catorce días vemos desde el orfanato como el tiempo cambia cada vez más, las tardes soleadas han pasado a ser frías y las noches en el exterior se han convertido en manta y sofá para estar abrigados. Igualmente, comenzando el mes de octubre, no hay día que no ensayemos, no estudiemos y asistamos a clase y lo mejor, Elías y yo nos encontremos en el cobertizo.

Lo cierto es que ha cambiado mucho, ahora ya no solo es una moqueta con un par de cuadros y el techo estrellado, ahora también hay dos pequeños sillones acolchados y una pequeña estufa que nos hace poder estar ahí horas y horas.

Mis amigos han acabado descubriéndolo, era de esperar, Diana se lo ha tomado bien, conociéndome como lo hace, sabía que acabaría pasando. Fabio se muestra indiferente, solo escucha cuando hablamos del tema, en cambio Edgar es el que más reticente está, sobre todo porque no acaba de fiarse de que todo sea tan bonito de repente.

Así que aquí me hallo, camino al orfanato donde estudian ahora Mario e Irene y se celebrará la siguiente ronda del campeonato. Sorprendentemente, apenas está lejos, tan solo a una media hora en autobús, por lo que este mismo día volveremos a nuestra casa.

— Juli, si no paras de moverte y darme codazos, voy a ser incapaz de poder dormir — Gruñe Diana recostada en el asiento — Y ya sabes lo que a mí me pasa cuando no puedo dormir.

Me echo a reír, lo cierto que mi amiga enfadada es cuando saca su humor, aunque igualmente intento estarme quieta, no quiero que sus amenazas se conviertan en realidad, ya sé cómo puede reaccionar.

Para no molestarla, me levanto y camino por el pasillo, ¿por qué la gente está tan relajada si apenas nos quedan unos minutos de viaje? Parecen no ser conscientes de que enseguida tendremos que actuar.

— Elías, Elías — Lo sacudo, mirando que Lola, sentada un par de filas por delante, no se percata de nada.

Estaba con los ojos cerrados, aunque creo que más por concentración que para dormirse, cuando los abre parece que me enseñe el mundo, aunque sea muy exagerado. Cada vez más, pienso que el verde es el color más bonito de todos.

— ¿Qué pasa, Julieta? — Se pone tenso, mirando también a la directora.

— Nada — Me encojo de hombros con una sonrisa — ¿Crees que va a salir bien este experimento de las canciones de películas?

Es un tema que no le gusta nada, lo he descubierto durante estas dos semanas. Lo que le desagrada de verdad es que le desordenen sus planes, las cosas que ya tiene pensadas anteriormente. Nadie se imaginaba esto.

— Claro que sí — Traga saliva, sé que iba a soltar una de sus cursilerías que me encanta, pero se contiene — Tranquila.

Asiento, pasando mi mano por su pecho, comprobando que se altera y su corazón se acelera, la retiro enseguida, mordiéndome el labio inferior.

— Hasta ahora — Susurro, alejándome no sin antes ver la mirada de preocupación que me dedica.

Me encanta hacerle este tipo de cosas, siempre es él que más nervioso se pone, aunque sí es cierto que yo soy muy inconsciente. Pero es que ya son más de dos semanas disfrutando de él a escondidas, a veces ciertos sentimientos se escapan sin que te des cuenta.

Pronto llegamos. Sin duda ese orfanato es mucho más grande que el nuestro. Nos reciben junto a otros coros que van llegando minutos después. La entrada es como tres veces la nuestra, el comedor tiene varias mesas más y bueno, para resumir, todo es más moderno, más nuevo. Pero igualmente, nunca cambiaría lo que tengo por algo así, siento que en el orfanato somos una pequeña familia, aquí seguramente unos no se conozcan a los otros.

— La sala de música por aquí — El director va mostrándonos cada rincón de aquel sitio, y aunque algunos observen todo con admiración, yo soy del grupo cansado de caminar y deseando cantar para irme.

Una vez visto todo, vamos al comedor los cuatro juntos, tomaremos algo antes de ver a los demás grupos y que sea nuestro turno. Aquí se celebrará en un solo día, tienen sitio de sobra.

— Bienvenida, Julieta — El mismo director que hace apenas unos minutos nos hacia ver todo, ahora saluda, sabiéndose mi nombre.

— Eh... gracias — Hago memoria, ¿no lo he visto antes? ¡Claro! En el campeonato del año pasado, se me acercó para ofrecerme sitio en su orfanato.

Me disculpo con mis amigos, que van a una de las mesas, para charlar con ese hombre, ya que es lo que parece que quiere aunque yo no estoy muy interesada.

— ¿Qué te parece nuestra casa? — Pregunta, siendo amable y con una sonrisa que parece que va a salirse de su cara.

— Muy grande, quizá demasiado — Contesto sincera.

— Oh, sí — Asiente complaciente — Pero creo que hubieras estado a gusto en un sitio así, tenemos todo lo que cada alumno necesita.

— Bueno — Me encojo de hombros — No siempre se sabe lo que cada uno necesita, ¿no? A veces es más que un escenario enorme y muchos asientos.

Creo que le dejo un poco sin palabras, no quiero ser tan seca, pero no me gusta que intenten convencerme de algo que yo no veo con mis propios ojos.

— Veo que eres una chica con las ideas claras — No parece haberse molestado tras mi comentario — Me gusta y... de hecho, nunca es tarde, Julieta. Podrías incorporarte en los próximos días aquí y disputar la final con nosotros. Ya sabes nuestros últimos resultados, el año pasado conseguimos ganar.

— Ya — Chasqueo la lengua, ¿no se da cuenta de que no me interesa lo más mínimo lo que está diciéndome? — Nosotros, sin todo este lujo, conseguimos quedar segundos. Gracias por su oferta, de verdad, pero estoy bien así.

Asiente, ahora sí que parece algo molesto. Se disculpa de mala gana, marchándose con otra gente que parece importante, imagino que directores y todas esas cosas.

Yo voy hacia la mesa de mis amigos, que ya han elegido refrescos y charlar animadamente entre ellos, sin ninguna preocupación.

— ¿Qué estaba diciéndote? — Pregunta Edgar levantando la vista cuando estoy junto a él.

— Lo mismo del año pasado — Contesto sin querer profundizar demasiado — Pero mi respuesta ha sido exactamente igual — Sonrío.

Nos reímos de la situación, es surrealista donde las haya. No podría separarme de mis amigos, de la gente del orfanato en general, y bueno, ni mucho menos de Elías ahora que estamos tan bien juntos. Es una locura, aunque claro, ese hombre no tiene ni idea de mi situación, quizá cree que todo el mundo se vende a las primeras de cambio.

— Chicos, os robo a Julieta un segundo — Elías se acerca a donde estamos, me levanto, mirando a mis amigos y yendo con él fuera, a la entrada.

— ¿Qué pasa? — Pregunto, sonriendo — ¿Ya no sabes qué hacer para pasar tiempo conmigo?

— De hecho, eso es lo primero en lo que pensé cuando quise que estuviéramos juntos — Baja la cabeza para borrar su sonrisa e intentar estar serio — Pero no eso lo que quería decirte. Te he visto hablando con el director. — Asiento, no sé a qué se refiere — No seas desagradable con él, ¿de acuerdo?

— Tranquilo, no lo he sido — Frunzo el ceño, algo contrariada — ¿Qué quieres decirme, Elías?

— No es solo el director de este orfanato — Me explica — También socio de la escuela de música más importante del país, donde es posible que tú vayas en unos meses.

— Pero... — Vale, empiezan a latirme las sienes por la tensión — No tiene nada que ver que acceda o no a sus peticiones para optar a un puesto en esa escuela, ¿verdad?

— No debería — Mueve la cabeza a ambos lados, metiéndose las manos en el bolsillo — Aunque en este mundo las cosas no son tan fáciles como pueden parecer. Mantente cauta, sé simpática con él e incluso ríele las gracias. Lo más importante es tu futuro, quiero que lo tengas en cuenta, y, por desgracia, ese hombre de una manera o de otra, va a interferir en él. 

Sigue brillando, Julieta. (Segunda parte #ESDJ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora