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No quiero acostumbrarme a esto, a vivir cada día con Elías de la manera que lo hacemos, como si de un sueño se tratara y es que, a pesar de estar aquí dentro, en el orfanato, cada momento es distinto al anterior, más increíble.

Las dos semanas que pasamos juntos suceden demasiado rápido, por delante de mis ojos sin que me dé cuenta de que cada vez queda menos para que Elías tenga que marcharse. Me dolió en el alma recibir esa noticia, ni siquiera le di importancia cuando supe que entraré en la escuela de música porque ahora tenía que prepararme para un largo tiempo sin estar a su lado, pero he decidido asumirlo, no me queda otra opción y además, una vez que volvamos a estar juntos, no vamos a separarnos.

Esa tarde es la última de ensayo justo antes del campeonato, mañana mismo viajaremos a una ciudad algo lejana donde participaremos de la mejor manera que sabemos hacerlo, donde sabremos si estamos entre los cinco primeros grupos del país o por el contrario, quedaremos eliminados.

— Me encanta cómo suena ahora — Elías me sonríe desde los primeros asientos cuando termino mi canción solista — El cambio en la letra para adaptarla a ti es buena idea.

— Gracias — Asiento, descolgándome la guitarra y dando paso a otros compañeros.

Bajo y me siento junto a él, y al instante una tensión ya conocida nos rodea, como si nos costara cada vez más estar tan cerca y tan lejos al mismo tiempo. Así lo siento yo y, por cómo se remueve Elías en su asiento, parece que para él no es muy diferente.

Ensayamos durante un par de horas más, no queremos sobrecargarnos ni mucho menos forzar la voz para llegar mal mañana a la actuación, por lo que decidimos despejarnos en cualquier otra cosa, ya que apenas quedan un par de días antes de volver a las clases. Al menos no puedo quejarme de que el año haya empezado de la mejor manera posible.

***

Aunque a mí no es que me cueste demasiado, reconozco que lo peor del campeonato de coros son los viajes eternos en los que nos tenemos que levantar cuando ni siquiera ha amanecido para cruzar en autobús parte del país. Siempre vamos con tiempo de sobra, así que a las seis de la mañana estamos la mayoría en pie. Diana es la que se hace la remolona y a la que tenemos que esperar.

— No quiero conversación — Bufa de camino al autocar, con el frío dándonos de lleno en la cara esa mañana de enero. — Solo dormir.

Escondo una sonrisa mirando a Edgar y a Fabio, que junto a otros compañeros ha decidido acompañarnos.

En el autobús solo hay silencio y oscuridad, creo que Diana ha asustado hasta al conductor, que no da las luces del interior en ningún momento, tratándose del sueño, no puedes jugar con ella, es mejor no hacerlo.

Todos nos quedamos dormidos, incluidos Elías y Lola. Pero creo que soy de las primeras en despertar en cuanto un par de rayos de sol atraviesan los ventanales del autocar. Me desperezo intentando no hacer ruido y así no despertar a Edgar, que con la cabeza torcida sigue durmiendo a mi lado.

Con todo el tiempo del mundo y dado el lugar donde nos encontramos, con pocas cosas que poder hacer, sin querer me pongo a pensar. Y lo primero que viene a mi cabeza es cómo han cambiado las cosas sin que me dé apenas cuenta. Sí, ahora mismo estoy aquí, todavía estudiando en el orfanato, pero pronto todo esto no será igual. Estudiaré en una importante escuela de música, saldré a la calle, seré independiente... es raro pensarlo, ni me imagino vivirlo.

— Apenas has dormido — Escucho la voz somnolienta de Edgar a mi lado — Llevo un rato viéndote con los ojos como platos.

— He descansado suficiente — Le sonrío cuando comienza a desperezarse.

— ¿En qué pensabas? — Pregunta, frunciendo el ceño y después mirando el paisaje por la ventanilla, ya ha amanecido del todo, llevaremos un par de horas largas en el autobús.

— En el año que viene — Me encojo de hombros — En que cambiaremos de casa, todo será diferente.

— Al menos tú sabes lo que quieres hacer — Arruga la nariz — Yo no tengo ni idea, no creo que entre a la escuela de música por lo que tengo que barajar distintas opciones.

— Te ayudaré a decidirte — Me ofrezco, Edgar sería perfectamente apto por sus cualidades para entrar en dicha escuela, lo peor son sus notas, que no creo que con todo casi rozando el aprobado lo acepten.

En más o menos media hora restante que queda de viaje, seguimos charlando, incluso le doy unas cuantas opciones que Lola me explicó hace no mucho tiempo, Edgar pensará en la mejor, aunque sí es cierto que aún quedan unos cuantos meses para eso.

— ¿Tú estás mejor? — Pregunta ahora — Ya sabes, lo de Elías.

— Es algo que va a suceder sí o sí — Muevo la cabeza a ambos lados — Así que no me queda otra que aceptarlo, acabar este año de la mejor manera, junto a vosotros y ganando el campeonato, y lo demás acabará viniendo.

El autobús aminora la marcha hasta quedar aparcado mientras unos y otros comienzan a despertar, unos con gruñidos y otros con quejas. Tardamos al menos unos diez minutos más en estar todos completamente dispuestos y ya podemos bajar de ahí, tenía todo el cuerpo entumecido.

Hemos estado antes en hoteles de lujo y en orfanatos espectaculares pero, sin duda y si me dieran a elegir, me quedaría con algo como esto.

Nos encontramos ahora en un pequeño parking donde hay aparcado algún que otro autobús, pero todo lo que nos rodea es campo, naturaleza, verde y más verde. Y en medio de todo aquello, una enorme casa hecha de piedra, es el orfanato más parecido al nuestro en el que hemos estado hasta ahora y pienso en porqué no hemos visto algo como esto antes, es precioso.

— Venga ya, lo que me faltaba — Diana se acerca a mí para mirar en la misma dirección, todavía tiene sueño — ¿Sabes lo que va a ser dormir aquí?

— Ya te digo, ¡qué tranquilidad, Diana! — Sonrío sin parar, este sitio me ha devuelto el buen humor, algo que necesitaba sin darme cuenta.

— Oh, claro... — Pone los ojos en blanco — Pero se te olvidan los muchos bichos que habitarán por aquí, y el frío que hará.

— Deja de quejarte, anda — Rodeo su brazo con el mío, arrastrándola tras los demás e intentando contagiarle mi alegría, el lugar no merece menos.

Cuando nos hemos registrado y nos han asignado nuestras habitaciones, dejamos las pocas cosas que traemos y decidimos ir a dar un paseo. Me disculpo con mis amigos cuando veo a Elías a lo lejos, observando algo con las manos metidas en los bolsillos de sus vaqueros. Me mira por encima del hombro al verme acercarme.

— ¿Te gusta este sitio tanto como a mí? — Pregunta, a lo que asiento enseguida — Es perfecto para clasificarse — Sonríe.

— Estoy de acuerdo — Me pongo a su lado, aunque sin hacer ningún intento de contacto, no es el momento.

— Creo haber visto un pequeño lago un poco más lejos, ¿te parece si vamos esta noche? — Mira alrededor por si hay alguien puede oírnos — ¿Qué tal después de cenar?

Accedo, es imposible no hacerlo si la petición contiene un sitio mágico y a Elías como compañía. Deseo ya que llegue esta noche, pero ahora solo queda prepararse para el campeonato, que será mañana mismo. 

Sigue brillando, Julieta. (Segunda parte #ESDJ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora