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NARRA ELÍAS

El verano ha sido eterno, estaba deseando que pasaran los días, pero las agujas del reloj parecieron haberse detenido justo en el instante en que la dejé atrás.

Pensé que el tiempo y la distancia serían la ayuda para poder olvidar esa historia, para que al volver, pudiéramos ser como antes: alumna y profesor en una relación amistosa.

Eso es lo que quería, cuando en realidad verla de nuevo es todo lo que necesitaba.

Retrasé mi llegada todo lo posible a pesar de querer volver desde el primer día. No estaba listo para lo que me esperaba, pero no me quedaba otra opción que verla de nuevo, cada día en clase, paseando por el internado y riendo alegre con su grupo de amigos.

A las cuatro en punto me preparo para recibir a todos mis alumnos, incluida ella. Me fijo en que entra en brazos de Edgar y, aun sabiendo que simplemente es su gran apoyo, no puedo nada más que sentir celos por no poder ser yo el que pudiera tenerla conmigo.

Cuento por encima, en total son más de veinte chicos y chicas los que ahora están sentados, esperando a que hable. Comienzo explicándoles lo principal, lo que tienen que tener en cuenta al presentarse a las pruebas, Julieta no mira al frente en ningún momento, no querrá ni verme y no se lo reprocho.

Todos suben a ensayar y preparar sus canciones, esta semana nos dedicaremos a ello.

Voy explicando a unos y a otros, viendo de qué forma les favorece más algo o en cambio, deben cambiarlo, paso por todos los grupos de alumnos... excepto el suyo, formado por ella misma, Edgar y Diana. La escucho cantar como si no tuviera unas ocho voces más alrededor haciéndolo, como si, como siempre he sentido, ella fuera la única.

Dejo a ellos para los últimos y al fin, me acerco también. Ella hace como si no me hubiera acercado, mirando a una de las partituras, sí me hablan Edgar y Diana, así que ayudo al primero.

Está un poco verde, me temo que a diferencia de ella, no han ensayado mucho. Julieta ni siquiera necesitaba que alguien le enseñe nada, lo tiene todo.

— Edgar, ¿quieres quedarte después de clase? Te ayudaré en la elección — Me mira de forma extraña — Se quedará algún alumno más, avanzaremos en vuestras canciones.

— Está bien — Accede, frunciendo el ceño y lanzándole una rápida mirada a Julieta, que no reacciona.

Durante lo que resta de clase hago la ronda unas tres o cuatro veces más, atendiendo cada duda e intentando remediar cada pequeño fallo. Este año, por lo que he podido comprobar, hay seis chicos que se presentan a las pruebas de canto, tres chicas y tres chicos. A cinco de ellos les pido quedarse después de clase, Julieta es la sexta y no parece estar muy receptiva a ello.

Con el timbre se marchan todos menos los cinco antes nombrados. Ella es la primera en salir y me apena, antes era la que estaba aquí en primer lugar y la última en salir siempre. Por desgracia las cosas han cambiado.

— ¿No se queda? — Le pregunto a Edgar, señalándola con la cabeza.

— No se lo has pedido — Contesta de forma brusca.

Tiene razón, no me he atrevido, aunque ella no es que esté muy por la labor de que me acerque. Lo único que me consuela de toda esta situación es que haya estado cantando durante la clase dos de las canciones que le dejé, y eso significa que ha tenido en cuenta mis consejos. Además, lo hace tan bien...

— Profesor, ¿empezamos? — La voz de una de las alumnas llama mi atención. Acudo a donde están todos y tal como hemos acordado, les ayudo en todo lo que me es posible hacerlo.

***

No sé si es mi forma de ver las cosas, pero este año nadie llega al nivel de Julieta, de hecho, ni se acercan. Edgar destaca sobre los otros y es el que mejor puede entenderse en los duetos, así que me temo que la elección está más que clara, a no ser que un milagro haga que cualquiera de estos chicos logre sorprender más que Julieta.

Aproximadamente una hora después, todos se marchan menos Edgar, que remolonea para quedarse a solas conmigo, imagino que para hablar.

— ¿Qué ha pasado en clase? — Me pregunta cuando voy hasta donde está.

— ¿A qué te refieres? — Pregunto, haciendo memoria.

— Julieta lo ha pasado muy mal, intuyo que lo sabes — Gruñe, algo enfadado — Era innecesario que te comportaras así.

— No he actuado de forma distinta a lo que ella misma ha hecho — Me defiendo, aunque con pocos argumentos.

— Ya — Chasquea la lengua — No quiero meterme, lo prometo que es lo último que querría, pero la diferencia entre ella y tú es que Julieta no ha tenido opción a opinar nada. Tú elegiste irte, elegiste que lo que fuera que teníais acabara de un día para otro. Ella solo ha aceptado cada decisión tomada por ti.

— Sabes que todo lo que hago es por su bien — Frunzo los labios en una línea recta, dándome cuenta demasiado tarde de lo egoísta que he sido en algunos aspectos.

— Tú verás, Elías — Coge todo lo necesario para seguir preparando su canción — Pero te lo dije hace meses y ahora lo repito, no le hagas más daño.

Se marcha dejándome ahí, roto por dentro pero intentando disimular por fuera. Convenciéndome de que cada decisión tomada ha sido por y para ella.

Es casi la hora de la cena cuando abandono la sala de ensayo, todavía no he tenido tiempo para saludar a los demás profesores y a Lola, a la encuentro en uno de los pasillos y se le iluminan los ojos al verme.

— ¡Has vuelto! — Me abraza — ¿Cómo han ido estos meses?

— Muy bien — Le sonrío — Vengo con las energías recargadas y dispuesto a que este año los chicos se lleven el primer premio.

— Con el talento que tienen, no dudo de ello — Me observa cruzada de brazos — Te ha sentado bien estar fuera, has venido con el guapo subido por lo que veo — Bromea.

Me rasco la nuca ruborizándome, nunca he sabido encajar este tipo de comentarios.

— Venga ya, Lola — Cambio de tema enseguida — Dime, ¿qué tal ha ido todo por aquí?

— Hemos pasado unas buenas vacaciones, ya sabes cómo sabemos divertirnos — Mueve las cejas arriba y abajo — Tus alumnos ni siquiera te han echado de menos — Se burla ahora.

— Oh, ya, estaban deseando que desapareciera para descansar — Caminamos juntos hasta el piso de abajo — Aunque algunos dudo mucho que hayan dejado de cantar.

— Ya los conoces — Arruga la nariz, poniéndose seria — Pero ahora que lo dices, sí es cierto que Julieta se ha comportado de manera extraña, ¿puedes creerte que hasta hace dos semanas no la escuchaba cantar por cada rincón del orfanato? Le sucede algo, pero no termina de abrirse.

Trago saliva sin contestarle, no, no puedo creerlo, y es lo que menos me esperaba y lo que por nada del mundo quería que sucediera. Imaginaba que estaría mal unos días, pero por eso mismo le dejé la caja con las canciones, porque pensé que sabría qué hacer con ellas.

Viendo lo visto, tengo que hablar con ella, saber todo lo que ha pasado este verano. 

Sigue brillando, Julieta. (Segunda parte #ESDJ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora