Capítulo 3

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MACKENZIE

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MACKENZIE

Siempre había encontrado fascinante capturar el paisaje a través de la lente de una cámara. Era como atrapar la belleza suspendida en el tiempo, esculpir con luz y sombra la línea horizontal que se extendía ante mí, mientras los colores y formas a su alrededor decoraban el lienzo del cielo urbano. A pesar de la contaminación de Nueva York, el sol se abría paso entre las nubes de manera mágica, pintando el firmamento con tonos cambiantes desde el azul profundo hasta los rosas suaves que se mezclaban con el dorado del atardecer. Cada nube era una historia en sí misma, una obra efímera de arte que capturaba mi atención y despertaba el deseo de inmortalizarla en una fotografía.

Lamentaba no tener mi cámara conmigo en ese momento. A veces, las mejores cosas escapaban de ser capturadas en una instantánea dentro de un rollo. Sin embargo, aquella escena, con sus colores y texturas cambiantes, se grababa en mi memoria como un recuerdo que no necesitaba de una fotografía para perdurar. Era un recordatorio de la belleza efímera del mundo, de lo fugaz que podía ser un momento de asombro ante la grandeza del cielo urbano.

Le di una última ojeada al cielo antes de entrar al edificio, dejando que la visión se desvaneciera lentamente en mi mente. Una sonrisa se dibujó en mis labios, consciente de que aunque no pudiera capturar ese instante con mi cámara, lo llevaría conmigo como parte de mi día.

En cuanto entro en el apartamento y lo oigo reír, me detengo en seco. Si, a veces mi padre se ríe cuando está conmigo, incluso cuando vemos una película. Sin embargo, esta risa es diferente. Es una genuina, llena de diversión. Es una risa que tan solo Sophie Miller sabe sacarle; porque es una mujer increíble, y porque siempre se ha preocupado por él.

Cierro la puerta y observo sus pies que cuelgan en un costado del sillón. No logro verle el rostro gracias al respaldo, pero aún así sé que sonríe. Dejo las llaves en el cuenco con las demás, y abro el refrigerador para tomar jugo de naranja. 

Es la segunda semana de clases, y todo el mundo parece estar mas relajado que de costumbre. Yo, por otro lado, no sé como pagaré la universidad. En verdad, ni siquiera se si me aceptarán en una.

Porque sí, mi padre ha ahorrado todos estos años para que pueda ir, pero eso no quiere decir que alcance. Necesitaré un increíble promedio, unas cuantas cartas de recomendación y, por supuesto, al menos media beca. 

No pensaba pedirle dinero a mi madre. Ella tenía una inmobiliaria aquí en Nueva York, y una franquicia en San Diego, donde evidentemente vivía ahora. Pero me gustaba pensar que aunque le enviaba dinero a diario a mi padre para mis gastos, ella no influiría en que iba hacer en mi futuro. Si fuese por ella, sería una agente de bienes raíces al igual que sus padres, y sus padres antes de ellos.

Y yo siempre fui la distinta de la familia. Aunque no me gustara, mis pensamientos siempre me habían traído problemas. Desde la primera vez que con catorce que me escapé para ir a una marcha en contra de la contaminación, siempre he creído firmemente en mis ideales. O bueno, eso me gustaba pensar de mi.

Amor en Instantáneo (SIEMPRE #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora