Capítulo 20

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MACKENZIE

Miro por la ventana y observo el cielo nublado. El clima en Nueva York solía ser así, impredecible. Se suponía que la visita de hoy a Cody sería al aire libre, y los días soleados siempre lo hacían mas llevadero. Pero parecía que, aunque hacía mucho calor y había humedad, iba a empezar a llover en cualquier momento.

— Kenz.— dice mi padre y me volteo a verlo.— ¿Seguro estarás bien?

— Si, papá, seguro.— digo por tercera vez.— Siempre voy a ver a Cody, no es la gran cosa.

Asiente:— Bien, envíale saludos. Dile que iré la semana entrante.

— Estás trabajando, estoy segura de que lo entenderá.— contesto.

Mi padre se acerca y me besa la frente en forma de despedida, y luego se va del departamento. Miro en silencio los autos pasar en la calle debajo, mucha gente caminando por todas partes en esta zona de Manhattan. Pero tanto la ventana como nuestro balcón, tenían una vista directa hacia un edificio. Al contrario que la de los Miller, quienes veían la amplia ciudad de Manhattan despejada.

Suspiro y busco mis zapatillas para calzarme. Son negras, pero he decidido intervenirlas: tienen olas celestes y turquesas pintadas a los lados. Pero comenzaban a salirse, por lo que debía retocarlas. Miro la hora en el reloj de la cocina y luego la puerta, algo nerviosa.

Tengo que ir a buscar a Nate, quién se supone va a acompañarme a Connecticut. Es un viaje de casi dos horas, por lo que sabía que tal vez resultaba algo incómodo. A decir verdad, en cuanto lo conocí pensé en Nate como alguien con quien te acostarías una noche, y luego se iría antes de que despertaras sin llamarte de nuevo. Alguien sin promesas, y sin compromisos.

Pero cuanto más lo conocía, más de daba cuenta que Nate no era así. O al menos no conmigo. Porque aunque Jude dijera que había tenido cientos de novias durante toda la secundaria, cuando vi la vela sobre su escritorio, note que algo no coincidía. Nate no era el mismo.

Y eso me asustaba un poco.

Tenía la teoría que en todas las relaciones, siempre había uno de los dos que quería más al otro. En el caso de mis padres, era mi padre quién quería mas a mi madre. Y en todas mis relaciones amorosas, yo me había asegurado de no ser quién quisiera más. Había sido quién no decía que quería al otro, quién terminaba la relación y no lloraba por eso.

Y ahora con Nate, sentir que cuando estaba cerca suyo no usa por completo mi razón, me ponía nerviosa. Y me daba miedo.

Me había pasado gran parte de mi adolescencia creyendo que tenía sentimientos por Jude, ¿pero que si no era así? ¿Qué si ahora si los tendría por Nate? ¿Cómo me daría cuenta que era amor en verdad? Nada era igual que antes.

Ya no veía de igual forma a Jude, y muchos de mis pensamientos estaban dirigidos hacia Nate, y no hacia Jude como solía ser. En la oficina el otro día, mi corazón latió desembocado cuando supe que olía aquella vela porque le recordaba a mi. Y me reprendía a mi misma porque un gesto tan banal me causara algo tan profundo, cuando yo era la primera en criticar en cualquier relación como uno de sus integrantes se ponía demasiado feliz por cosas absurdas.

Y ahora me encontraba haciéndolo.

¿Me gustaba el hermano de quién yo solía creer estar enamorada?

No tenía una respuesta a esa pregunta.

El sonido del timbre por poco me hace caer del taburete de la cocina. Miro la hora, son casi ocho y media de la mañana. Abro la puerta principal, y me sorprendo al ver a Nate listo para irnos.

Amor en Instantáneo (SIEMPRE #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora