MACKENZIE
Tenía que hablar con mi madre.
Mi cabeza no dejaba de dar vueltas en el hecho de que tendré que enfrentarla. Quizás porque estaba demasiado acostumbrada a tenerla lejos, y cuando quería hablar conmigo, no sabía como actuar. O tal vez porque cuando me miraba con aquellos gélidos ojos azules, me convertía en una niña.
En la Mackenzie de catorce años que permitió que su madre le gritara hasta el llanto, y que se escondía en el pasillo a llorar.
De cualquier manera, tenía que hablar con ella. Había sido extremadamente específica que mañana al mediodía pasaría por el departamento a hablar; y aunque no había dicho sobre que, no lo necesitaba.
Íbamos a hablar sobre la universidad.
No podía seguir escapando al tema, sobre todo cuando la NYU me había ofrecido media beca para estudiar Fotografía. Aplique para la NYU, y para aquel proyecto en Washington que jamás respondió. Había hablado con mi padre, y él había dicho que podría pagar lo restante para la matrícula. Tendría que pasarme los próximos años trabajando en el bar de la Universidad para pagar el resto de la colegiatura, pero no suponía un problema.
El problema era mi madre.
Para alguien que era descrita en las revistas como la "Alegre vendedora de casas en la zona mas costosa de California", su reacción de ayer había distado de la felicidad. Ni siquiera necesite mirarla para saber que aquella frase sería mi ruina.
Sophie no tenía idea del problema que había supuesto su comentario, pero estaba cansada de pasarme el día caminando en puntas de pie a su alrededor para que no reaccionara.
Mi madre era como un gran agujero negro de felicidad: en cuanto veía que estaba feliz por algo, ella debía venir a sabotearlo.
Tenia que admitir que en estos últimos días, yo no había sido la persona mas alegre a su alrededor. Pero, ¿Quién lo sería?
Lo había intentado demasiados años, y era hora de tirar la toalla. Debía hacerme la idea de que las cosas no cambiarían, y que esa era mi madre. Y que tenerla lejos, era la forma en cual protegía mi salud mental.
Cuando se fue a California, su ausencia me había dolido. No era el hecho de no tenerla lo que me entristecía, pues en realidad la casa estaba más tranquila, sino el hecho de que me hubiese abandonado. Saber que ella jamás seria la madre que deseaba, me había provocado un agujero en el pecho.
Pero eso me había convertido en alguien diferente, que de a poco fue perdiendo el miedo a muchas cosas, y que había logrado enamorarse de alguien. Había superado mi miedo a no abrirme con las personas por miedo a que me lastimasen, y había dejado entrar a Nathaniel a mi vida.
Me remuevo en la cama, y pestañeo repetidas veces, intentando quitarme el sueño que parezco tener pegado a los párpados. Giro mi cabeza, y observo a Nate dormir junto a mi. Su respiración es rítmica, y tiene el ceño ligeramente fruncido, como cuando escucha algo que no le gusta.
Ayer por la noche había recibido mi tercer y último regalo, antes de quedarnos dormidos. Sophie y Christopher se habían ido a una cena navideña, a la cual siempre asisten luego de la cena, y mi padre se quedó con Cody comiendo helado antes de dormir. Estar a solas con Nate, y poder dormir a su lado, había sido el mejor regalo.
No quiero despertarlo, por lo que me muevo lentamente hasta salir de entre las sabanas. Me visto, y lo observo una última vez antes de salir del cuarto. No hay nadie en la cocina, por lo que decido salir de la casa en total silencio. Cuando cierro la puerta de la entrada, vuelvo a respirar con normalidad.
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Amor en Instantáneo (SIEMPRE #1)
Genç KurguEn la vida de Mackenzie Cass, nada es sencillo. Entre la constante lucha de su hermano contra las adicciones y una madre que ha decidido empezar de nuevo a miles de kilómetros de distancia, Kenzie siente que su mundo se desmorona. Pero hay algo más...