Capítulo 2

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NATHANIEL

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NATHANIEL

Compruebo la hora en mi teléfono y una ola de frustración me invade. El trayecto desde Chicago hasta Brooklyn había sido una odisea de tres horas. Dos horas de vuelo, y casi una más desde el aeropuerto hasta el apartamento. Y puedo jurar, no estaba para nada feliz.

Durante todo el vuelo, un bebé lloraba desconsoladamente junto a mí, mientras su madre intentaba en vano calmarlo. El llanto del bebé era un lamento interminable que me impidió conciliar el sueño. Como si eso fuera poco, el trayecto en taxi había sido una tortura adicional, prolongado casi una hora por el tráfico implacable.

No había extrañado para nada el bullicio incesante de Nueva York. Aunque Washington también era una ciudad vibrante y el calor de agosto podía ser sofocante, la prefería mil veces más que el lugar donde crecí. Las calles atestadas de negocios y clubes, la gente adinerada conduciendo sus autos de lujo y llamando taxis, todo eso me recordaba al Nathaniel del pasado que estaba decidido a olvidar.

Este Nate era muy distinto al que se había marchado hace tres años. Más maduro, enfocado en convertirse en un buen abogado. Era un objetivo que llevaba años persiguiendo, decidido a no perderme nuevamente en fiestas de martes a domingo, ni a rescatar a mis amigos de los desastres juveniles que solíamos causar.

Ahora todo era diferente. Temía que, aunque mi vida hubiese cambiado, el tiempo se hubiese detenido en mi hogar. Extrañaba a mi familia, pero quizás ellos se habían adaptado a vivir sin mí, y no necesitaban una nueva distracción que alterara sus vidas.

Pero allí estaba yo, aceptando un cambio de universidad por segunda vez en mi vida, buscando lo mejor para mí. Era extraño lo responsable que me había vuelto. Si completaba esta pasantía con éxito, me esperaba un gran contrato con una buena firma al regresar a Washington. Sabía que a mi padre le agradaría que siguiera sus pasos de esa forma, logrando algo que él no pudo hacer tan joven.

Al llegar a la puerta del apartamento, siento mi celular vibrar. Es mi hermano Jude, quien me ha enviado un mensaje. Dice que ha salido a buscar comida y que llegará en aproximadamente diez minutos. Sabía que detestaba la comida comprada cuando teníamos una cocina en la que podíamos preparar nuestros propios alimentos.

Ruedo los ojos y guardo el teléfono en mi chaqueta. Supongo que se ha aburrido de esperar y ha decidido buscar el almuerzo. O simplemente tiene ganas de molestarme, como siempre. Meto mi mano en el macetero y frunzo el ceño al no encontrar la llave en su lugar habitual.

Me había ido por tres años, y parece que algunas cosas sí han cambiado. Sin embargo, al girar la manija, la puerta está abierta. Entro en la casa y dejo mi bolso con ropa sobre el sofá. Tal vez mi hermano salió apresuradamente y olvidó cerrar la puerta.

En el breve trayecto desde el aeropuerto, mientras el taxi se abría paso entre el denso tráfico, alcé la mirada por la ventana y contemplé Nueva York en toda su majestuosidad urbana. Rascacielos que se alzaban hacia el cielo como monumentos modernos, calles repletas de vida y movimiento constante, una sinfonía caótica de luces y colores que pintaba el paisaje nocturno de la ciudad que nunca dormía. Sentí una mezcla de nostalgia y fascinación al recordar por qué había escapado de allí y, al mismo tiempo, por qué seguía atrapándome.

Amor en Instantáneo (SIEMPRE #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora