Capítulo 40

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MACKENZIE

Su pecho subía y bajaba debajo de mi. Su respiración era placentera, y me generaba cierta armonía que no era capaz de explicar con palabras. No podía ver la hora, pero estaba segura de que había anochecido.

Nos habíamos pasado toda la tarde dentro del deposito teniendo sexo. Me había pasado casi toda mi adolescencia creyendo que el sexo estaba un poco sobrevalorado... hasta ahora. Quizás había estado con las personas incorrectas, o quizás en realidad jamás me había enamorado de alguien como de Nate.

Lo había dejado entrar en mi corazón de una forma lenta pero placentera, y ahora ya no pensaba salir de ahí. Había llegado para quedarse y, con su repentino cambio de parecer en la pasantía, lo había dejado mas que claro.

Supongo que no estaba acostumbrada a que las personas me pusieran primero. Mi madre, mi hermano, ni siquiera mi padre en ocasiones, pensaban en mi al tomar una decisión. Mi madre se había largado, mi hermano había dejado que cargara con el peso de ser quién lo ayudara en su recuperación y mi padre se había ausentado bajo la premisa de que yo recogería los platos rotos de la familia cuando todo se desmoronaba.

Jamás nadie me había preguntado que quería, o si estaba bien con lo que ellos harían.

Con el tiempo, me di cuenta que no podía esperar que ninguna persona me priorizara. Después de todo, si mis padres no lo hacían, ¿Por qué otra persona si?

Creo que estaba equivocada.

Me muevo sobre su pecho para girar mi cabeza, y mirar su perfil mientras duerme. Estaba cansado de trabajar toda la mañana y, esta sesión de más de tres horas, lo había dejado totalmente agotado.

Me quedo embelesada un momento viendo su perfil: su nariz recta y varonil, pero respingada al final, era idéntica a la de su padre. Pero sus labios carnosos y sonrisa perfecta, eran definitivamente de parte de Sophie. Incluso dormido, y con la boca entreabierta, lucía precioso.

Todavía recuerdo la primera vez que lo vi: tenia catorce años, y estaba jugando con mi nueva cámara en el pasillo. Recuerdo que pensé en que se parecía a los jovenes que estaban en las revistas de moda de mi madre, y que me escondí para poder mirarlo desde lejos.

Yo era una niña entonces, aunque muy alta y delgada para mi edad, era pequeña. Nate jamás me hubiese mirado de otra manera que no fuese con ternura, y recuerdo que comenzó a reírse cuando me vio agazapada en las escaleras. Me dio tanta vergüenza, que me cubrí el rostro con las manos, y cuando volví a mirar ya no estaba.

— ¿En que piensas?— pregunta Nate de golpe.

No había notado que había abierto sus ojos, estaba demasiado absorta en mis recuerdos.

— Pensaba en cuando nos conocimos.— admito sonriendo.

— ¿De cuando te encontré en mi casa en sujetador con esa horripilante camisa naranja?— pregunta y luego bosteza.

— No, no ese día.— respondo sonriendo.— Cuando nos conocimos hace años.

— Ah, si, cuando me espiabas.— comenta con picardía.

— No te espiaba...

— Ajá.

— Yo estaba aburrida vagando por los pasillos, y tu apareciste.— me quejo.

— ¿Y luego?

Ruedo los ojos:— Siempre fuiste engreído.

— Admite que estabas mirándome.— me acusa divertido.

Amor en Instantáneo (SIEMPRE #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora