38. CAÍDA

56 4 0
                                    

Narrador omnisciente

Había sido una jornada ajetreada la de aquel día, Charlie iba y venía de un lado a otro sin parar, yendo por copias, archivando casos y trayendo cafés.
— Charlie, ¿puedes copiar estos documentos? — pidió Thomas — ¿cuántos juegos necesitas? — este se lo pensó un par de segundos — cinco —Charlie asintió y los tomó, después camino sin prisa al cuarto de copiado, no le tomaría ni diez minutos terminar de copiar aquellos documentos, así que aprovecharía para revisar su celular como solía hacer, pero una hoja se atasco y tuvo que dejar su celular en el escritorio mientras se encargaba de sacarla — hola Charlie — esa voz ronroneante que tanto le fastidiaba últimamente, había invadido el pequeño espacio —¿se te ofrece algo Mariam? —Charlie era cortés, a su manera — varias cosas, pero ninguna que se pueda hacer este lugar... O a esta hora — sus insinuaciones eran por demás de descaradas — supongo que lo siento por ti — Charlie trato de ignorarla acomodando las hojas que ya habían terminado de salir — y dime Charlie, ¿como va todo en casa? —Mariam sabía perfectamente que Charlie estaba con Aubrey, pero igual no perdía el tiempo tratando de atraer su atención — van muy bien — dijo tratando de ocultar una sonrisa — es una lástima, sabes que si tuvieras algún tipo de carencia, yo podría encargarme  — Charlie sonrió, no carecía de nada de lo que Mariam pudiera encargarse — pues no... — Charlie apenas volvió la vista y los labios carmesí de Mariam se estamparon sobre los suyos en un beso necesitado, el no lo soporto y la alejo tratando de no ser brusco — Mariam, no hagas esto... Yo amo a Aubrey — dijo sin siquiera dudar — Charlie... — había algo extraño en la mirada de Mariam, algo que tal vez no debería pasar por alto, pero que por el momento era mejor ignorar — con permiso — busco alguna mirada acusadora, un par de ojos que hubiesen visto ese encuentro desafortunado, pero nada, parecía que todos estaban demasiado ocupados como para prestar atención a lo que pasaba a su alrededor, Charlie agradeció mentalmente a la fuerza que hubiese obrado a su favor y se dirigió al baño para deshacerse de los residuos de labial que pudiesen delatar lo.

A penas dejó aquellos documentos  la voz de Malcolm lo recibió — Charlie, necesito que me hagas un favor — Charlie asintió —necesito que vayas al aeropuerto y traigas  al señor Fitzpatrick —Charlie estaba un poco confundido — ¿no puede tomar un Taxi? — Malcolm negó con paciencia — le teme a los taxis, y a algunas otras cosas — Charlie no entendía bien pero llegados a este punto, no le molestaba mucho no saber.

El camino de ida fue fácil, el auto de Malcolm se conducía con suavidad y no hacia el más mínimo ruido, lo cual le daba silencio para pensar, ¿debería decirle a Aubrey del beso?, seguramente pero era probable que no ocurriera de nuevo, así que sería mejor ahorrarle el trago amargo, pero la idea de ocultarlo no terminaba de convencer lo.
No pasó mucho tiempo cuando ya estaba de regreso con una carga en el asiento de atrás, una que no dejaba de hablar de lo mucho que le convenía invertir en acciones ahora que el mercado estaba a la alza — las cifras lo dicen, es un excelente momento para comprar acciones, ya sabes, algunas parecen compras estúpidas, pero luego te das cuenta que no lo son, y empiezan a llover billetes — unos largos minutos llenos de discursos empresariales, pasaron hasta que llegaron a la firma.
—Fue un placer dialogar contigo muchacho, ten esto para que pienses en lo que te dije — el hombre sacó unos billetes y se los dio con ligereza — no hace   falta... — el señor sonrió —no es porque te haga falta —el hombre siguió su rumbo y Charlie se quedó un poco aturdido — muchacho, ya puedes irte — dijo un poco cansado Malcolm.
—Hey Charlie, ¿ya te vas? — la voz amable de Thomas detuvo su camino al elevador —si, Malcolm dijo que podía irme — Thomas hizo una mueca pero no dijo nada coincidente a esta — que bien, los chicos y yo vamos a ir a un bar en el centro, ¿quieres acompañarnos? —El "no, gracias" se le quedó atascado en la garganta — vamos, llevas rato aquí y nadie te conoce de verdad, ¿qué tienes que perder? —Charlie sabía que algo podía salir mal, pero un traigo no le caería mal — de acuerdo, tu ganas — Thomas sonrió antes de llamar a un par más.
Salieron de ahí en el auto de Thomas, quien prometió llevarlos a casa como el conductor designado.

Los Infortunios Del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora